Se cumplió lo que se dijo en versos un año antes: «Si el extranjero viene a matar / a la patria entera / ¡oh qué gran grito de guerra a muerte!, / se escuchará de mar a mar / en la patria entera.» Cuando se trata de un acontecimiento histórico ocurrido hace medio siglo, cuya […]
Se cumplió lo que se dijo en versos un año antes: «Si el extranjero viene a matar / a la patria entera / ¡oh qué gran grito de guerra a muerte!, / se escuchará de mar a mar / en la patria entera.»
Cuando se trata de un acontecimiento histórico ocurrido hace medio siglo, cuya significación merece perdurar en el tiempo, bien vale la pena analizar las razones por las cuales debe preservarse en el recuerdo, debe festejarse con orgullo y debe ser un hito en la historia de nuestro país, de nuestro continente y del mundo.
Quien piense que la invasión de Girón fue sólo el desembarco de unos mil doscientos hombres opuestos a la Revolución triunfante en Cuba, que se organizaron en Guatemala y Nicaragua para desatar una guerra «liberadora», y que fueron derrotados en apenas tres días, estaría completamente equivocado, y, además, si lo creyera así, sería el más tonto papanatas de este mundo.
Pues la verdad histórica es que este fue un plan de invasión diseñado por el gobierno norteamericano de Eisenhower al estilo de otras viejas intervenciones exitosas norteamericanas en América Latina, como la de Guatemala por citar sólo una, y como no tuvo tiempo de ejecutarlo durante su mandato, lo transmitió, ya conformado, al presidente Kennedy, para que le diera los últimos retoques y ordenara el comienzo de la hora 0.
Fue bajo el mando norteamericano que se organizaron las fuerzas mercenarias de la brigada invasora, se entrenaron militarmente, se escogieron los lugares y países de gobernantes títeres (Guatemala y Nicaragua) desde donde saldrían los supuestos «expedicionarios libertadores», se les proveyó de aviones, tanques, armas pesadas y ligeras, barcos transportadores y lanchas de desembarco, se organizaron teams de infiltración por las costas y grupos de paracaidistas y, además, se desplegó la cobertura logística necesaria con portaviones y aviones norteamericanos cerca y lejos del escenario principal.
Faltaría señalar el plan estratégico concebido a nivel político, diplomático y propagandístico, para propalar como verdades sus mentiras colosales, que incluyó la formación de un gobierno provisional, integrado por marionetas y peleles vendepatrias, que se instalaría en la cabeza de playa, «¡oh, santificado territorio liberado!», con la capacidad asignada para solicitar la ayuda e intervención pronta de la OEA.
En fin, todo un plan, que según el alto mando norteamericano, o sea, los experimentados estrategas del Pentágono y la CIA, contaba con todos los elementos que aportaban los últimos conocimientos de las estrategias militares desplegadas en el mundo y con las experiencias acumuladas en más de sesenta años de intervenciones yanquis, directas o «encubiertas», sustentadas en los más variados pretextos inventados. Tal plan no podía fallar, pues ya habían fallado otros numerosos planes, puestos en marcha durante más de dos años, para el asesinato de los líderes de la Revolución y para el derrocamiento del gobierno revolucionario.
Pero se equivocaron todos los estrategas políticos y militares. Por primera vez en América se produjo la derrota de un engendro yanqui utilizado tan frecuentemente, con un ropaje u otro, y aprovechando unas u otras circunstancias propicias. Por vez primera también un pueblo obtuvo una victoria contundente frente a un ejército de apátridas, apadrinado, pertrechado y dirigido directamente por el pretenso y agresivo conquistador extranjero del Norte.
Como siempre el agresor pretendía engañar al mundo, y en especial a la ONU, actuando «como la gatica de María Ramos, que tira la piedra y esconde las manos. »
Quienes hayan perdido la memoria o desconozcan los detalles de aquel hecho histórico, revisen las declaraciones del representante del gobierno de los Estados Unidos en la ONU, «el ilustre» Adlai Stevenson, en que mostraba la foto de un avión con falsas insignias cubanas en su fuselaje, cuyo piloto había desertado, según su versión mendaz, y había aterrizado en Cayo Hueso, territorio norteamericano, y que por lo tanto los aviones que habían bombardeado, en el amanecer del día 15 de abril, los aeropuertos de Santiago de Cuba, y de Ciudad Libertad y de San Antonio de los Baños de La Habana, eran tripulados por pilotos cubanos sublevados contra el gobierno cubano. Así diseñaron su show propagandístico, así cometieron la felonía de camuflar los aviones agresores con insignias cubanas, así fueron capaces de mentir ante el mundo en las Naciones Unidas sobre los actos que fueron el preludio de la invasión mercenaria.
Pero para tener una visión de la verdad, revísese las declaraciones del embajador cubano en la ONU, Raúl Roa, quien con su verbo encendido, denunció y desenmascaró las patrañas yanquis. Al final de la partida, tan pronto avanzaron los días, la voz de Cuba se agigantó por su verdad y dignidad en el escenario de la ONU, y la voz de Estados Unidos se hundió en el lodazal de sus mentiras y engañifas.
De la prensa ni hablar, fue el coro preparado para dar resonancia a cuantas mentiras y partes de guerra inventados habían sido concebidos de antemano por la estrategia propagandística de la invasión.
La invasión mercenaria de la brigada 2506, iniciada el 17 de abril, tuvo su preludio el día 15, y por eso expresó Raúl en su discurso del 4 de abril de 2010, «celebraremos estos trascendentales acontecimientos en todos los rincones del país, desde Baracoa donde pretendieron desembarcar un batallón, hasta el extremo occidental de la nación».
Y no es para menos, pues la integridad y la soberanía de todo el país, estuvo amenazada, de mar a mar, de norte a sur y de oriente a occidente. Y la victoria alcanzada en las arenas de Girón en menos de setenta y dos horas, y sellada con la sangre heroica y generosa de nuestros compatriotas, fue el triunfo de todo el pueblo cubano frente al plan tenebroso de la potencia del Norte, que echó por delante a sus marionetas, esta vez reclutadas, uniformadas, pertrechadas y pagadas, que abrirían el paso, para la estocada final, a los tropas yanquis y a las de los títeres latinoamericanos. ¡Lo que vendría después, es mejor ni pensarlo!
Se cumplió lo que dije en versos un año antes: «Si el extranjero viene a matar/ a la patria entera/ ¡oh qué gran grito de guerra a muerte!, / se escuchará de mar a mar / en la patria entera.»
En aquellos tiempos se vivía la efervescencia de una revolución que trataba de salir adelante con su obra transformadora y creadora. Estaba en marcha la más trascendente tarea de la época en el campo de la educación, la campaña de alfabetización, por medio de la cual cerca de un millón de personas, hasta entonces olvidadas, aprenderían a leer y a escribir. Estaba en fase de preparación la más trascendente tarea en el campo de la salud pública, la vacunación anti-poliomielítica, que se proponía librar de la parálisis y la muerte a toda la población susceptible en unos cuantos años mediante vacunaciones sucesivas. Estaba en fase incipiente la tarea más importante en el orden militar: la creación de las Milicias Revolucionarias. En fin, el pueblo vivía amenazado por las tormentas del Norte, pero con las ilusiones y esperanzas puestas en lo que se podía hacer con las propias manos, ya libres para acariciar sueños que antes parecieron imposibles de alcanzar.
En la madrugada del 15 de abril, la población de Baracoa vivió una experiencia singular, quizás única entre las ciudades del país, en circunstancias probables de guerra, ya que fue necesario proceder a su evacuación en pocas horas, ante las amenazas reales de que por sus playas se produjera un desembarco masivo.
En medio de una noche oscura, con las luces apagadas, se inició y se produjo , hacia sitios mejor protegidos en las afueras, la evacuación de miles de personas, orientada y dirigida por el Ejército Rebelde y las milicias revolucionarias. Fue un espectáculo inolvidable, al estilo de las escenas recreadas por las películas de eventos similares en tiempos de guerra, ver el desfile de cientos y miles de personas a través de todas las calles de la ciudad amenazada, y tener la visión de cómo las personas se comportan y llevan consigo los más variados objetos y animales domésticos, tratando de salvarse y salvar pertenencias esenciales, y conocer las anécdotas de personas que se resisten y pretenden quedarse en sus viviendas, de las dificultades para trasladar a personas enfermas y minusválidas, etc.
Mientras estos hechos sucedían en la ciudad que preparaba su defensa, en el horizonte oscuro del mar, justo frente a la ciudad, se podía contemplar otra ciudad flotante iluminada, integrada vaya Ud. a saber por cuantos buques norteamericanos, que parecían desafiar y acechar a la ciudad que se pertrechaba en su oscuridad. Y para darle mayor dramatismo a la escena, aviones desconocidos, amigos o enemigos, sobrevolaban a oscuras los cielos de la ciudad. Aquella flota amenazante se mantenía allá, a lo lejos, amagando o esperando la orden de desembarco y ataque. La estrategia era la misma: engañar, distraer fuerzas, calcular opciones de agresiones dentro de un plan general preestablecido.
Mientras tanto, dentro y fuera de la ciudad, se preparaba la defensa con todos los medios posibles, algunos llegados al territorio en fecha reciente. Cientos de soldados rebeldes y milicianos recorrían el malecón, las playas y arrecifes a lo largo de decenas de kilómetros, penetrando con su vigilancia el medio marítimo hosco a aquellas horas. Así transcurrieron las horas tensas aquella madrugada hasta el amanecer en la ciudad de Baracoa, momento en que se tuvo la certeza que se había abortado el peligro inminente gracias a la persuasión de la defensa, y tal vez a otros factores, incluyendo la cobardía o el realismo del presunto jefe invasor para aquella zona.
Y fue como dice el poema «La vigilia»: «La playa se abre como un vientre virgen, tesoro inviolado en la víspera de vigilia. Miras la tersura del paisaje que cuidas con tu fusil y tu mirada. Cierras los ojos en el parapeto y entregas la vigilancia al día.»
Ya en la mañana se escuchó la noticia sobre la agresión real. Al amanecer, se habían producido bombardeos por aviones enemigos procedentes del extranjero de los aeropuertos de Ciudad Libertad y San Antonio de los Baños en La Habana y Antonio Maceo en Santiago de Cuba, con víctimas mortales y heridos
Habían planificado la destrucción de la flota aérea revolucionaria con aviones y pilotos procedentes de Puerto Cabezas, Nicaragua; y tuvieron la felonía de pintarlos con las insignias de la aviación cubana como enmascaramiento de guerra; el bombardeo a los aeropuertos fue la primera escaramuza de la agresión principal que se planificaba para ser llevada a cabo por Bahía de Cochinos.
En el acto de despedida, a las víctimas del traicionero bombardeo a los aeropuertos, efectuado el día 16, Fidel anunció, con la audacia y más firme convicción del compromiso, lealtad y fe en el pueblo, el carácter socialista y democrático de la Revolución, y puso en alerta de combate a todo el país. Un mar de milicianos y pueblo alzó sus armas y sus brazos para reafirmar su compromiso de defensa de la revolución a cualquier precio.
Un hecho que debe valorarse como complemento de la defensa del país, fue la neutralización inmediata a lo largo del país de los quinta columnistas capaces de apoyar traicioneramente, en determinadas circunstancias, a los mercenarios invasores. Quedaba así descabezada la intentona enemiga de utilizarla como un respiradero interno de su cabeza de playa y la segura utilización en sabotajes.
De tal manera que cuando la Brigada mercenaria 2506 inició su desembarco, no la recibieron cenagueros (pobladores de la Ciénaga de Zapata) con vivas, sino con fuego de fusiles. Y así se iniciaron los combates, sin tregua, e incrementándose en medios y hombres, pues la estrategia trazada por Fidel, desde el mismo campo de combate, era impedirles a toda costa la creación de una punta de playa en paz en cualquier palmo de tierra cubana. Y la ofensiva se mantuvo día y noche hasta que en menos de 72 horas el enemigo se entregó en masa y el resto de los fugitivos fueron cayendo prisioneros en los tres días subsiguientes.
La fuerza expedicionaria debió contar con unos 1500 hombres, muchos de los cuales no desembarcaron o desembarcaron y se reembarcaron en fuga, en especial los jefes, de los cuales 1197 hombres fueron hechos prisioneros y 89 fueron muertos, lo cual suma 1286 hombres.
La composición de los brigadistas merece destaque especial para valorar la naturaleza política reaccionaria de los invasores: 194 ex militares o esbirros de la dictadura de Batista, 100 latifundistas, 112 grandes comerciantes, 35 magnates industriales, 67 casatenientes, 24 grandes propietarios, 179 personas acomodadas económicamente y 112 lumpens o vagos.
Fue necesario esperar que se consumara la aplastante derrota de Girón para que el propio presidente Kennedy confesara la participación de los Estados Unidos en la invasión mercenaria, asumiera la responsabilidad y padrinazgo de la aventura fallida, reconociera con pesar la realidad, y con ello quedó claro que toda la falsedad de la propaganda que el mundo había conocido a través de la prensa durante aquellos días, había sido un invento calculado como parte de la operación encubierta de la invasión prohijada por su gobierno.
Pero aquel episodio bélico contra Cuba, le costó al país 157 muertos y 300 heridos, y daños materiales considerables.
Los prisioneros que participaron en aquella invasión traicionera fueron respetados en su integridad física y dignidad humana, y fueron devueltos en 1962 a su país de origen, los Estados Unidos, como chatarra moral de un ejército mercenario que había sido bautizado como brigada 2506, previo pago de una indemnización al pueblo cubano por parte del gobierno de aquel país, con la excepción de unos pocos criminales de guerra durante la dictadura de Batista, quienes fueron juzgados y condenados a la pena máxima.
¿Es o no generosidad de Cuba y ausencia de venganza la puesta en libertad de aquellos mercenarios invasores derrotados?
¿Podría usted decirme, estimado lector, cuántas penas de muerte, por sillas eléctrica o por inyecciones letales, o cuántas cadenas perpetuas les hubieran impuesto a los integrantes de una tropa, aliada a una potencia extranjera, que, ayer u hoy, desembarcara en territorio de Estados Unidos a fin de derrocar a su gobierno y a consecuencia de lo cual murieran cientos de norteamericanos? ¿Podría decirme si lo declararían prisioneros de guerra o combatientes enemigos; y si los protegería la Convención de Ginebra y el derecho humanitario?
Y qué me dicen de la confabulación extranjera aliada de los Estados Unidos, que dieron amparo a los invasores para su preparación y salida hacia Cuba. ¿Es que los regímenes de Somoza, en Nicaragua, e Idígoras Fuentes, en Guatemala, eran democráticos y angelicales defensores de los derechos humanos? ¿Eran o no eran dictadores despreciables? Y qué me dicen de la posible participación de la OEA, ministerio de colonias yanquis, si hubiera habido tiempo para que Estados Unidos hubiera podido pedir su intervención para atender la solicitud de ayuda del muy estimado «gobierno pelele de Cuba», mantenido en la trastienda estadounidense, para depositarlo plácidamente en la punta de playa escogida. ¿No es cierto que habría dado su espaldarazo traicionero a la injerencia, la agresión y crimen de los Estados Unidos contra Cuba?
Desde antes y desde entonces siempre ha sido así. Se han regado por el mundo las mayores falsedades y mentiras contra Cuba, pocas las han reconocido, incluyendo los planes de asesinatos; la mayoría quedan secuestradas en los archivos clasificados de seguridad nacional de Estados Unidos. Y siempre, a lo largo de estos años, hemos seguido perdiendo vidas, padeciendo sus agresiones de distinta naturaleza y sufriendo el acoso más criminal.
Y a pesar de tantas falsedades y mentiras propaladas contra Cuba durante más de cincuenta años, y de tantos sufrimientos infligidos al pueblo cubano, es tanta la inmundicia con la que han atiborrado las conciencias de millones de personas, que aun encuentran papanatas que creen o se hacen eco de cuantas se les ocurre inventar para vengarse de la isla rebelde, que fue capaz de defender cada palmo de tierra, a costa de las vidas heroicas y generosas de su pueblo, en aquella época de desafío histórico en que se había proclamado el carácter socialista de la revolución, justo en el instante en que los invasores se alistaban para poner sus botas sobre el suelo sagrado de la patria .
Pero esa vez la historia tuvo un desenlace diferente. El golpe artero y demoledor terminó en una derrota aplastante para los enemigos de la Revolución Cubana. Y fue posible inscribir la victoria de Playa Girón como la primera derrota del imperialismo en América. ¿No creen que existan motivos suficientes para celebrar este aniversario cincuenta de la victoria de Girón y todo lo que ella significa e implica a todo lo largo y ancho de Cuba?
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