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La vida es la vida

Fuentes: Berria

Traducido para Rebelión por Daniel Escribano

Es difícil no sentir un escalofrío en la columna al oír la noticia. Una ciudadano vasco se ha acercado a otro ciudadano vasco, un hombre a otro, le ha disparado cinco tiros y lo ha matado. Isaías Carrasco, de Mondragón, de 42 años, ex concejal del PSE-EE. Dos hijas y un hijo, sin padre. La esposa, viuda. Los padres, han perdido al hijo para siempre. Un daño que jamás podrá repararse.

ETA ha decido matar a Isaías Carrasco. Le ha quitado a un ciudadano vasco, a un hombre que debería ser titular de todos los derechos humanos, el más básico de ellos, el derecho a la vida.

ETA ha elegido a Isaías Carrasco porque otrora fue concejal del PSE-EE, miembro de la lista que en las elecciones de 2003 recibió el voto de 2375 ciudadanos de Mondragón. Desde el punto de vista político, actualmente era un ciudadano que no tenía ningún tipo de responsabilidad. De entre los militantes del Partido Socialista era el eslabón más débil de la cadena.

Actuando contra un militante sin cargo, además de golpear de lleno contra el partido socialista, ETA ha agrandado el grupo de quienes pueden estar en el punto de mira de entre los miembros del PSOE –o del PP–, el grupo de amenazados, ampliando un círculo que ya antes era muy amplio. Lejos están los tiempos en que los Comandos Autónomos Anticapitalistas mataron al senador socialista Enrique Casas –también al final de una campaña electoral, en 1984– y ETA militar y Herri Batasuna rechazaron ese asesinato, por considerar inaceptable matar a un político.

La corriente principal de la izquierda abertzale se encuentra, en su totalidad, en un atolladero. Expulsada del campo oficial del juego político, con los dirigentes políticos encarcelados, las autoridades del Estado la quieren tener maniatada. Incapacitada para dar pasos en el campo de la política, es cada día más difícil creer que la alternativa al proceso es el proceso. Y es que si te impiden hacer política, difícilmente creerás en la opción de la política.

Y, en ese atolladero, ETA ha elegido responder a la injusticia con injusticia. Para responder a la injusticia política y humana que sufren Batasuna, EAE-ANV y tantos otros ha matado a un trabajador del peaje de una autopista. Para intentar condicionar, con un cadáver sobre la mesa, la política del Gobierno de España y de los principales partidos.

En el origen hay un problema político. Lo ve hasta un ciego. La negación del derecho a decidir de un pueblo. Evidentemente, sin conflicto político no existiría ETA, no habría asesinatos. Pero el ciego también ve que seguir realizando acciones armadas no es consecuencia necesaria de la imposibilidad de resolver el conflicto. Realizar atentados es una de las opciones que tiene ETA entre manos. La muerte de Isaías Carrasco es una tragedia que la decisión de ETA podía evitar.

Si es un único atentado o el inicio de un crudo ciclo armado, lo decidirá ETA. Si el malestar que sin duda ha causado este suceso se abrirá paso en la izquierda abertzale política, alguna vez lo sabremos. Y hasta qué punto lo de ayer dificultará la solución, el tiempo lo dirá.

Mientras tanto, vale la pena recordar lo escrito por Bernardo Atxaga y cantado por Jabier Muguruza. La vida es la vida.

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Berria, 8 de marzo de 2008