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La visita de Obama

Fuentes: Rebelión

Hace unas semanas, cuando se anunció que Barack Obama vendría a Sevilla, el alcalde de la ciudad se apresuró a felicitarse porque ello «pondría a Sevilla en el mapa». Confieso que, como sevillano y andaluz, sentí vergüenza ante la exhibición de catetismo de la primera autoridad municipal, que parece desconocer que Sevilla-Isbilya-Híspalis y Andalucía-AlAndalus-Bética-Tartessos están […]

Hace unas semanas, cuando se anunció que Barack Obama vendría a Sevilla, el alcalde de la ciudad se apresuró a felicitarse porque ello «pondría a Sevilla en el mapa». Confieso que, como sevillano y andaluz, sentí vergüenza ante la exhibición de catetismo de la primera autoridad municipal, que parece desconocer que Sevilla-Isbilya-Híspalis y Andalucía-AlAndalus-Bética-Tartessos están en los mapas y en los libros (incluido alguno de la Biblia) desde hace dos mil quinientos años. Probablemente, lo que quiso decir es que la fugaz presencia de Obama en el Alcázar atraería a más turistas a este y otros monumentos (lo que empeorará la ya insostenible presión de las excesivas visitas diarias) y a los hoteles y restaurantes del entorno, que parecen ser las únicas «industrias» (?) con futuro en Sevilla, lo que acentuaría la dependencia respecto al turismo como casi monocultivo económico de la ciudad, ahondando en la función de esta como parque temático.

Yo no sé si a las agencias turísticas les será de ayuda para atraer clientes el que Obama pase una noche, o almuerce con Felipe VI, en el lugar donde se rodaron recientemente algunas escenas de Juego de Tronos, pero lo que sí me temo es que la visita del presidente norteamericano, tras asistir a una cumbre de la OTAN en Varsovia (¡quién podría haber pensado esto hace treinta años!), para inspeccionar la base americana de Rota, en la que se ha instalado el escudo antimisiles, y quizá también la de Morón, sede actual de Africom, el dispositivo para intervenciones rápidas en África, nos puede poner en otro mapa mucho más inquietante: el mapa de los objetivos del terrorismo internacional. (Miren la posición la posición de Sevilla respecto a Rota y Morón y comprobarán por qué lo digo).

En Andalucía tenemos fama, bien merecida, de recibir con amabilidad a cuantos nos visitan, sea porque desean conocer nuestro patrimonio natural o cultural, incluido el gastronómico, nuestras fiestas o, simplemente, tostarse bajo nuestro sol, «padre y tirano», como alguien le llamara. Incluso, Blas Infante señaló como uno de los ideales de Andalucía el que entre nosotros «nadie sea extranjero». Por eso recibimos cada verano a miles de niños saharauies, librándolos de los ardores del desierto al que los tiene condenados la satrapía que gobierna Marruecos, y por eso también nuestros visitantes nos dan una muy alta nota y recomiendan a sus amigos visitarnos. Pero Obama no viene de turismo. Viene a visitar sus posesiones de Rota y Morón, a las que ya ni se les da el engañoso nombre de «bases de utilización conjunta»: son bases de la OTAN, con mando norteamericano, para la intervención en guerras en África y Oriente Medio. También viene a presionar, al igual que ha hecho en diversos países europeos, para que el TTIP, el Tratado entre la Unión Europea y Estados Unidos que se está negociando de forma opaca, sea aprobado rápidamente sin organizar referéndum y ni siquiera debate parlamentario. Es este un compromiso de Obama con las grandes corporaciones empresariales de su país, que quiere cumplir antes de dejar el cargo.

Su visita, además, se produce en un momento muy delicado para la formación de nuevo Gobierno tras las elecciones del pasado 26 de junio. No hay que ser demasiado imaginativos para pensar que, en sus conversaciones con los líderes políticos españoles, empujará en la dirección de que, de una u otra manera, haya un acuerdo PP-PSOE que apuntale el régimen político que sustenta al sistema que a Estados Unidos, más que a ningún otro país, le conviene preservar porque es el más beneficiado.

En 1953, para garantizar sus intereses, los norteamericanos salvaron la dictadura de Franco, cuando esta se hallaba más aislada internacionalmente, a cambio de la práctica cesión de los territorios en los que se construyeron las bases. No hubo otra contrapartida que alguna (escasa) ayuda militar y leche en polvo y queso incomible para los niños de familias pobres. En 1966, el accidente nuclear de Palomares, en la costa de Almería, nos dejó allí tierras con plutonio radioactivo que todavía esperan ser adecuadamente descontaminadas. Ahora, se nos utiliza como cabeza de puente para intervenciones en el Mediterráneo y África. Verdaderamente, Obama no viene a Andalucía para hacer turismo cultural ni a descansar en nuestras playas o sierras, sino a ejercer de Gran Jefe (aunque no sea de piel blanca) de la que pretende seguir siendo la única superpotencia mundial. No creo que nadie pueda sorprenderse de que no todos le recibamos con la proverbial sonrisa que tan a gusto ofrecemos los andaluces. En esta tierra de paz, son siempre bien recibidas las personas que trabajan por la paz. ¿Pero es éste el caso de Obama?

isidoro Moreno es catedrático emérito de Antropología de la Universidad de Sevilla.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.