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Las cenizas del PCE

Fuentes: La Voz de Asturias

En realidad, los pactos de La Moncloa fueron el horno crematorio en el que se incineraron los dos pensamientos políticos que más influyeron en la izquierda española del siglo XX. Por un lado, el republicanista; por el otro, el marxista. Las cenizas de la ideología republicana fueron esparcidas en el erial que controlan los mercaderes […]

En realidad, los pactos de La Moncloa fueron el horno crematorio en el que se incineraron los dos pensamientos políticos que más influyeron en la izquierda española del siglo XX. Por un lado, el republicanista; por el otro, el marxista. Las cenizas de la ideología republicana fueron esparcidas en el erial que controlan los mercaderes del consumismo más desaforado de la historia de la humanidad. Mientras que las cenizas de la ideología marxista -representada principalmente por el PCE- están depositadas en el columbario de la coalición Izquierda Unida.

El PCE empezó a arder, entre las llamas de la nueva pasión democrática española, en 1977. Precisamente, un sábado de gloria (9 de abril) cuando los dirigentes comunistas españoles -presididos por Santiago Carrillo- celebraban una reunión del Comité Central de su partido. Recibida la noticia, fue interrumpido el debate y Carrillo (eufórico) propuso a los reunidos el reconocimiento inmediato de la Monarquía y de todos sus símbolos.

Ese es el momento (histórico) en el que el PCE sustituye la bandera tricolor de la República por la bandera bicolor de la Monarquía. Y cuando Santiago Carrillo, al mismo tiempo que reconoce a la bandera roja y gualda como la enseña de todos los españoles , dice que contribuirán (los comunistas) a luchar por «la unidad que es nuestra patria común». Así fue cómo empezó a arder el partido comunista español.

El líder del PCE asumía el discurso tradicional del Ejército, cuyo Consejo Superior había hecho público un comunicado en el que, además de expresar su rotunda repulsa a la legalización del PCE, se decía que la aceptaban por disciplina ante un hecho consumado, y porque seguían siendo fieles a la unidad de la Patria, a la bandera, a la integridad de las instituciones y al buen nombre de las Fuerzas Armadas. En cambio, el ministro de Marina -Gabriel Pita da Veiga y Sanz- presentó su dimisión en señal de protesta. Nadie le secundó. Por su parte, los miembros del Comité Central del PCE se quedaron estupefactos ante la propuesta de Carrillo, pero su estupor no les impidió aprobar mayoritariamente el repentino giro ideológico que les imprimía su líder.

LA LEGALIZACION del PCE -sin Franco- fue un golpe de efecto para acelerar el cambio propuesto por los reformistas del franquismo, y, sobre todo, para demostrar que la regeneración del régimen anterior era de verdad. Han transcurrido, desde entonces, 27 años. Y todavía son muchos los que siguen creyendo que este país ha sido regenerado…

La derrota del PCE es verdaderamente estremecedora. Estremece recordar que, prácticamente, durante casi medio siglo de dictadura, el PCE fue la referencia principal para una ética del compromiso político desde una perspectiva de izquierda. Estremece comprobar cómo algunos -la mayoría- de aquellos que fueron los animadores intelectuales de la izquierda obrera se han convertido en sus más duros censores. Estremece, en fin, descubrir que al PCE no sólo le incineraron los posfranquistas, sino también una gran parte de aquellos que lo utilizaron -durante los años de la larga y morosa metamorfosis del fascismo español -para trepar por la escala social que conduce a la fama, al bienestar burgués, y a la colonización de las conciencias de los más débiles.

Izquierda Unida es, en gran medida, otra consecuencia de ese proceso de incineración del pensamiento marxista español. Esta coalición política nunca consiguió que se la tomara en serio por los titulares del aparato de control del régimen actual. Es el patito feo del Parlamento español. Y un claro ejemplo del desprecio que sienten los partidos mayoritarios por las minorías que les acompañan.

LA TRAGEDIA política de Izquierda Unida está marcada por la imposibilidad del histórico PCE para resucitar de entre sus propias cenizas. Creo que lo que realmente ha desaparecido de este mundo ( nuevo?) no ha sido la ideología marxista, sino la conciencia de clase entre la población obrera. Se ha dicho que los pobres de hoy viven como los ricos de ayer. Este es el milagro conseguido por los ideólogos de la sociedad de consumo: conseguir que en el mundo actual la solidaridad de clase sea una virtud absolutamente desconocida.

La transición más espectacular de este tiempo no es la democratización del viejo franquismo, sino la que ha logrado que el antiguo proletariado se encuentre muy a gusto en esta sociedad de propietarios … Este es el gran obstáculo que se les presenta a quienes aún sueñan con recuperar su antigua identificación con la clase obrera para recuperar el peso de la ideología marxista liberándola de sus cenizas. Este sueño utópico -por ahora- es mucho más respetable que aquéllos que reniegan del marxismo ideológico y se convierten en sus más encarnizados enemigos. Estos no son una compañía recomendable.

* Lorenzo Cordero. Periodista.