La ganadería, agricultura, y los combustibles fósiles son los principales responsables de la aceleración en las emisiones de metano. Aumentan a una tasa acorde a los escenarios climáticos que auguran un incremento de temperaturas de 3-4 °C a finales de este siglo.
Acabamos de publicar dos trabajos de investigación que muestran el preocupante crecimiento de las emisiones globales de metano. En ellos también exploramos lo que esto significa para los objetivos del Acuerdo de París.
La concentración de metano en la atmósfera alcanzó 1 875 partes por mil millones a fines de 2019, más de dos veces y media los niveles preindustriales.
Una vez emitido, el metano permanece en la atmósfera durante nueve años, un período mucho más corto que el del dióxido de carbono. Sin embargo, su potencial de calentamiento global es 86 veces mayor que el del CO₂ cuando se promedian sus impactos en los primeros 20 años y 28 veces mayor en 100 años.
Las emisiones de metano del sector agrícola siguen creciendo tanto en España como en Brasil, mientras que en otros países de Europea y Latinoamérica las emisiones totales son estables o han disminuido.
La agricultura y los combustibles fósiles son las principales causas del aumento de los niveles de metano. EPA
El balance global de metano
Hemos estimado un balance de metano mundial teniendo en cuenta todas las fuentes y sumideros. Las fuentes incluyen actividades humanas como la agricultura y la quema de combustibles fósiles, así como fuentes naturales como los humedales. Los sumideros comprenden la destrucción de metano en la atmósfera y los suelos.
Nuestros datos muestran que las emisiones de metano crecieron casi un 10 % desde la década de 2000-2006 hasta el año más reciente de estudio, 2017.
El metano atmosférico aumentó alrededor de 12 partes por mil millones cada año. Esta velocidad es acorde al escenario modelado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático en el que la Tierra se calienta entre 3 y 4 °C a finales del 2100.
Evolución de las emisiones de metano en la atmósfera en los últimos 2000 años. Datos obtenidos de registros en el hielo y la atmósfera. BoM/CSIRO/AAD, Author provided
Durante la década del 2008 al 2017, el 60 % de las emisiones de metano provenían de actividades humanas. Entre ellas figuran, por orden de importancia:
La agricultura, la ganadería y los vertederos. En particular las emisiones de animales rumiantes (ganado), estiércol, vertederos y el cultivo de arroz
La producción y uso de combustibles fósiles. Principalmente de la industria del petróleo y el gas, seguida de la minería del carbón.
La quema de biomasa. Esta incluye la quema de madera y biocombustibles para calefacción y energía, e incendios forestales.
El resto de las emisiones (40 %) provienen de fuentes naturales. Por orden de contribución al balance global, estas incluyen:
Los humedales. Principalmente los situados en regiones tropicales y partes frías del planeta como Siberia y Canadá.
Lagos y ríos.
Fuentes geológicas naturales en la superficie de la tierra y océanos. Algunos ejemplos son las filtraciones de gas y petróleo, y los volcanes.
Fuentes pequeñas como las termitas en las sabanas de África y Australia.
Balance global de metano. Global Carbon Project, CC BY-SA
¿Y qué pasa con los sumideros de metano? Alrededor del 90 % del metano es finalmente destruido, u oxidado, en las partes bajas de la atmósfera cuando reacciona con el radical hidroxilo. El resto se destruye en la alta atmósfera y en los suelos.
El aumento de las concentraciones de metano en la atmósfera podría deberse, en parte, a una disminución de la tasa de destrucción del metano, así como al aumento de las emisiones. Sin embargo, nuestros hallazgos no sugieren que este sea el caso.
Nuestros estudios demuestran que el metano se está acumulando en la atmósfera porque la actividad humana lo produce a un ritmo mucho más rápido del que está siendo destruido.
Vídeo de la NASA que muestra las principales fuentes de metano.
¿Quiénes son los culpables?
Las regiones que han contribuido en mayor medida al aumento del metano son aquellas en latitudes tropicales, como Brasil, Asia Meridional (por ejemplo, India) y el Sudeste Asiático (por ejemplo, Indonesia). Las siguen regiones de latitudes medias y del norte como los Estados Unidos, Europa y China.
Aunque las emisiones en Europa llevan años disminuyendo, las emisiones de España aumentan, aunque lentamente. Estas se deben, en orden de importancia, a la fermentación entérica del ganado, los vertederos y la gestión del estiércol. El resto a la minería del carbón, emisiones del petróleo y el gas natural, y a las aguas residuales. Los cultivos de arroz son la fuente más pequeña de emisiones.
Las emisiones tropicales estaban dominadas por el crecimiento del sector agrícola y de residuos, mientras que las emisiones de latitudes medias y norte provinieron principalmente de la quema de combustibles fósiles.
Al comparar las emisiones mundiales durante el 2000-2006 con las emisiones del 2017, puede apreciarse que tanto la agricultura como el uso de combustibles fósiles contribuyeron igualmente a su aumento.
Desde el 2000, la minería del carbón fue el sector de combustibles fósiles que más contribuyó al aumento de las emisiones de metano. Pero el rápido crecimiento de la industria del gas natural provoca que su contribución esté aumentando.
Algunos científicos temen que el calentamiento global haga que el permafrost rico en carbono (suelos en el Ártico que están helados durante todo el año) se descongele, liberando grandes cantidades de metano.
Pero no hemos observado ningún incremento en las emisiones de metano en las latitudes más norteñas durante las últimas dos décadas. Aunque esto no quiere decir que las emisiones no estén aumentado, su contribución global es todavía muy pequeña. Necesitamos más estudios terrestres, aéreos y con satélites para asegurar que estamos registrando adecuadamente las emisiones en esta vasta región.
Se necesitan más estudios sobre la fusión del permafrost en las altas latitudes del norte. Pikist
¿Podemos evitar las fugas de metano?
Se están invirtiendo grandes esfuerzos en investigación y desarrollo en todo el mundo para buscar maneras de reducir las emisiones de metano. Incluso estamos explorando métodos para eliminarlo de la atmósfera.
Europa demuestra que ciertas medidas pueden funcionar. Nuestra investigación revela que las emisiones europeas de metano han disminuido en las últimas dos décadas, en gran parte debido a las políticas agrícolas y de residuos que han llevado a una mejor gestión del ganado, el estiércol y los vertederos.
El ganado produce metano como parte de su proceso digestivo. Algunos aditivos y suplementos en piensos pueden reducir estas emisiones en rumiantes. También se están llevando a cabo investigaciones sobre la cría selectiva de ganado con bajas emisiones.
La extracción, procesamiento y transporte de combustibles fósiles también contribuye con importantes emisiones de metano. Pero los superemisores –emplazamientos de la industria del petróleo y gas natural que liberan un gran volumen de metano– contribuyen de forma desproporcionada al problema.
Esta distribución sesgada abre la puerta a distintas oportunidades. Ya existen tecnologías que permitirían reducir significativamente las emisiones de estos superemisores de una forma muy rentable.
Es evidente que la actual tendencia al alza de las emisiones de metano es incompatible con el cumplimiento de los objetivos del Acuerdo de París. Pero debido a la corta vida del metano en la atmósfera, veríamos los resultados de cualquier acción tomada en la actualidad dentro de nueve años. Esto proporciona una gran oportunidad para una rápida mitigación del cambio climático.
Autor@s:
Pep Canadell. Chief research scientist, CSIRO Oceans and Atmosphere; and Executive Director, Global Carbon Project, CSIRO
Ann Stavert. Project Scientist
Ben Poulter. Research scientist, NASA
Marielle Saunois. Enseignant-chercheur, Laboratoire des sciences du climat et de l’environnement (LSCE), Université de Versailles Saint-Quentin-en-Yvelines (UVSQ) – Université Paris-Saclay
Paul Krummel. Research Group Leader, CSIRO
Rob Jackson. Chair, Department of Earth System Science, and Chair of the Global Carbon Project, globalcarbonproject.org, Stanford University
Este artículo fue publicado originalmente en inglés