Cuba busca en sí misma las fuerzas para salir adelante. Es la manera de afrontar obstáculos y daños derivados del lesivo trío de huracanes del año pasado, del persistente bloqueo económico estadounidense que cada año cuesta miles de millones de dólares a nuestra economía, y del castigo de una crisis económica mundial de la que […]
Cuba busca en sí misma las fuerzas para salir adelante. Es la manera de afrontar obstáculos y daños derivados del lesivo trío de huracanes del año pasado, del persistente bloqueo económico estadounidense que cada año cuesta miles de millones de dólares a nuestra economía, y del castigo de una crisis económica mundial de la que no ha escapado ningún país.
Para hallar esas fuerzas, se alza un cuarto obstáculo en viejas debilidades internas, asociadas con estructuras económicas poco eficientes, hábitos burocráticos de trabajo y cierta tendencia a gastar de manera irresponsable, sin considerar mucho de dónde salen los recursos, ni quién los crea.
Algunos compatriotas, dirigentes incluso, miran hacia arriba, en busca de un Estado todopoderoso que supuestamente posee un cofre mágico e infinito para inyectar divisas dondequiera que hagan falta, sin comprender que esos recursos no vienen de arriba, sino de abajo; los crea el propio pueblo cubano. Y a pesar de que ese capital anda escaso, no faltan quienes lo dilapidan o gastan sin mucho control, en otra manifiesta expresión de descuido. Aunque todos afirman que es la riqueza de Liborio, en la práctica muchos lo olvidan.
Uno de los retos principales de la economía hoy, por tanto, es producir los bienes que el país necesita y, a la par, aprender a emplearlos con puntería y control. Esto implica atender las prioridades sociales y económicas que sabiamente ha ido ordenando la dirección del país, con el criterio de que los recursos disponibles no alcanzan para cubrir todos los gastos sociales, incluidos algunos con méritos sobrados por los beneficios que rinden a la sociedad. Tal es el caso de soluciones aplicadas este año para reducir, con inteligencia, gastos en un sector como la educación, histórica y legítimamente privilegiada por la Revolución.
En fin, ningún sector, centro de trabajo o ciudadano tiene derecho a gastar sin límites, ni control. Nunca debiera suceder, menos en un momento en que han aumentado drásticamente las tensiones de la economía.
Debido a la recesión económica global, han disminuido los ingresos de la nación, al reducirse los precios internacionales de exportaciones fundamentales, como el níquel. Además, se contrajo el beneficio en divisas de la locomotora de la economía cubana, el turismo, a pesar del incremento del número de visitantes. También han bajado los costos de importaciones y esto ha propiciado un balance comercial externo casi equilibrado. Pero el país arrastra viejas deudas y compromisos externos que pesan sobre las cuentas de la nación.
Para enderezar estos desequilibrios financieros, el Gobierno ha emprendido reajustes del presupuesto y ha adoptado medidas para moderar centralmente los gastos, mientras adopta inversiones dirigidas a fomentar ingresos en moneda dura. Con ese objetivo, la promoción de exportaciones avanza de la mano de la sustitución de importaciones.
Pero, evidentemente, no basta con las acciones centrales. Los equilibrios financieros nacionales requieren de la participación de cada empresa y unidad presupuestada, de cada centro de trabajo, de cada trabajador.
La sustitución de importaciones, por ejemplo, ha ganado espacios, a cuenta de estrategias gubernamentales, como las inversiones y acciones en la agricultura, que tienen un objetivo: producir alimentos en tierra cubana para frenar su compra desmedida en mercados externos. En ese empeño, cada agricultor juega un papel esencial, como vitales son también las innovaciones que en las empresas del patio realizan obreros y técnicos para sustituir otras importaciones.
Otro factor fundamental para garantizar el imprescindible equilibrio financiero es el ahorro de cada watt, de cada litro de combustible, de cada gramo de materia prima, de cada centavo de los dólares ganados gracias al trabajo del pueblo.
Con el impulso de esa cadena de acciones e iniciativas, comienzan a despegar producciones estratégicas de la agricultura, entre otras, mientras las finanzas internas y externas avanzan gradualmente hacia un imprescindible balance, en una nueva demostración de que esas fuerzas internas existen, para vencer obstáculos y abrir caminos.
Fuente: http://www.bohemia.cu/2009/10/01/opinion/editorial.html