Recomiendo:
0

Las Humanidades

Fuentes: Gara

Según las propuestas del Consejo de Coordinación Universitaria, filtradas a la opinión pública, parece que las mentes preclaras integrantes de este organismo aconsejan la supresión de las Humanidades. Seguramente fueron seleccionados por su sabiduría y competencia, sin descartar la posibilidad de la señalización digital nepótica, pero no cabe duda de que su propuesta denota una […]

Según las propuestas del Consejo de Coordinación Universitaria, filtradas a la opinión pública, parece que las mentes preclaras integrantes de este organismo aconsejan la supresión de las Humanidades. Seguramente fueron seleccionados por su sabiduría y competencia, sin descartar la posibilidad de la señalización digital nepótica, pero no cabe duda de que su propuesta denota una carencia absoluta del conocimiento y la formación integral e integradoras, que debe proporcionar la Universidad. Su nombre conviene recordar procede de Universitas y se relaciona con universal.

Realmente este problema hunde sus raíces en un humus lejano, la desaparición de la antigua carrera de Filosofía y Letras, de cinco cursos de duración. Los dos primeros años, denominados ‘Comunes’ proporcionaban un visión integral generalista, que abarcaba geo- grafía, historia, lengua, filosofía, arte y cultura clásica, latín y griego, con asignaturas de ciclo anual. Una vez superados, se optaba por la especialidad en el tercer curso para sumergirse en una especialización más estricta en quinto. La ascensión sapiencial era epistemológicamente secuenciada y globalizadora, a la par que lógicamente estructurada.

Cuando los socialistas subieron al poder en 1982 inventaron la pólvora con la reforma Maravall, que apostaba claramente por las carreras técnicas, reducía las humanísticas a cuatro años, con ciclos semestrales, amén de desprestigiarlas y estilizar su especialización. Incluso introdujeron por primera vez un lenguaje economicista en la enseñanza, créditos en lugar de horas, lenguaje que impera en la actualidad, clientes en vez de alumnos, adaptación al mercado laboral, productividad, competitividad etc. Tenemos la sensación de que padecen un complejo edípico o síndrome estadounidense, al igual que otros prohombres europeos, y copian el sistema educativo de un país, que tiene uno de los mayores índices de analfabetismo relativo del mundo y el más alto porcentaje de analfabetismo funcional del globo, cuya cúspide ocupa el propio presidente. Este analfabetismo funcional es creciente y momentáneamente imparable. Un alto porcentaje de estudiantes de bachillerato y universitarios padecen serios problemas de capacidad lectora, tanto en la percepción visual del texto como en la comprensión de su contenido. Una elevada proporción de analfabetismo de este cariz suministra productores sumisos, pero a largo plazo el desarrollo socioeconómico y cultural del país quedará colapsado a causa de la incapacidad de creación e de iniciativa.

Para llenar el evidente vacío de la carencia de una base generalista e interdisciplinar se creó hacia 1993 la carrera de Humanidades, que se ofrece en 33 centros de 29 universidades.

Las actuales expectativas conectadas a la Declaración de Bolonia parecían superar, al menos intencionalmente, esta situación. Atribuía ésta a las Universi- dades un papel fundamental en el desarrollo cultural y científico, insistía en la armonización del espacio europeo de la enseñanza superior en 45 países antes del 2010, fomentaba la movilidad y la empleabilidad y el desarrollo global, subrayaba la independencia y autonomía universitaria, la adaptación a las nuevas necesidades y apostaba por una educación amplia, global, integral y permanente. Sin embargo, la interpretación y algunas ideas de Bolonia están derivando hacia una concepción neoliberal de la enseñanza, en la que prima la reducción de los costes públicos en ella (de cuatro a tres años), una privatización encubierta ya que los postgrados los sufraga el alumno y no el Estado y la sujeción total a las leyes del mercado. Además, la ausencia de un debate social amplio y de criterios científicos, el abusivo pragmatismo, el reduccionismo epistemiológico, la estrechez de miras, el desviado sentido de la realidad de lo que debe ser la sociedad del conocimiento y el economicismo y mercantilismo exagerados han pervertido el proceso de implantación de la citada declaración.

Este capcioso neoliberalismo alimenta un fenómeno general de deshumanización, del que la eliminación de las humanidades es un síntoma y consecuencia. El subsiguiente y progresivo empobrecimiento del intelecto humano crea seres acríticos y dóciles con el fin de perpetuar el sistema.

Nos atrevemos a explayar algunas consideraciones complementarias, no ciertamente vinculadas a una actitud corporativista. No negamos que existen facultades de humanidades que las defenderán corporativamente aunque sólo posean el nombre de tales y el humanismo en ellas centellee por su escasez.

La carencia de una base de conocimientos generales crea una persona incompleta y parcelada, una segmentación especializadora que impide la integración en un todo globalizador. Sucede ello en todas las ciencias, incluida la medicina. La aparición de una enfermedad fuera de lo normal origina un auténtico peregrinaje por los diferentes especialistas que no logran integrar la disfunción en la estructura global de la persona.

La cimentación humanística sumerge a la persona en el núcleo del significado de la vida. Las humanidades nacen de la profundidad del ser humano y su propuesta primordial es el pensamiento, que implica imaginación, reflexión y memoria. El desarrollo tecnológico y científico requiere estas facultades del pensamiento y una competencia ética, estética y humanista. De otra manera se convierte en un capitalismo industrialista que termina por mecanizar las conciencias y estandarizar el pensamiento, débil por supuesto.

La Universidad, en esencia, no forma trabajadores, sino personas capaces de desarrollar un trabajo, que es algo muy distinto. Es un centro de saber universal, donde el conocimiento, la libertad de expresión y de creación, el sentido crítico y la capacidad de reflexión deben ser sus inexpugnables baluartes. Permite el intercambio de ideas, el desarrollo científico y la articulación integral del individuo. El entorno urbano en el que se ubica se benificia de su saber, de su divulgación cultural, de los proyectos que surgen y de la posibilidad de ampliar conocimientos. Si una ciudad como San Sebastián, que ya perdió una facultad estratégica como la de historia, se permite ahora el lujo de asistir inerme y perezosa a la pérdida de la de Humanidades quedará convertida en una náufraga veleidosa vagando por el océano de la incultura y la falta de identidad.

Suscribimos las palabras del decano de Humanida- des de la prestigiosa Universidad catalana Pompeu Fabra, Miquel Berga: «Los estudios de humanidades ofrecen generalismo, transversalidad, multiculturalismo, interdisciplinariedad, instrumentos indispensables para formar univeritarios polivalentes, capaces de leer el mundo con criterio y, por tanto, preparados para adaptarse a los requerimientos profesionales de una sociedad dinámica y compleja», por nuestra cuenta añadiríamos, dotados del suficiente bagaje intelectual para desde la personalidad de una pequeña patria interpretar críticamente las cuestiones universales y transformar el mundo hacia una continua mejora sustancial.