Para Jorge Riechmann, para Joan Benach, para Eduard Rodríguez Farré, que nos enseñaron a muchos W. Oppenheime y J. Viudez [WO-JV] afirman en un reciente artículo -«La energía nuclear asoma la cabeza» [1]- que la industria nuclear «empieza a asomar la cabeza tras el duro golpe de la catástrofe de Fukushima, ocurrida en marzo de […]
W. Oppenheime y J. Viudez [WO-JV] afirman en un reciente artículo -«La energía nuclear asoma la cabeza» [1]- que la industria nuclear «empieza a asomar la cabeza tras el duro golpe de la catástrofe de Fukushima, ocurrida en marzo de 2011», como si este «duro golpe» hubiera sido superado, disuelto, en camino firme de solución o ubicado en el olvido. El Gobierno británico y la eléctrica pública francesa EDF, por ejemplo, han anunciado un acuerdo para construir dos reactores nucleares en Hinkley Point (Somerset), en el sudoeste de Inglaterra, capaces, señalan los dos periodistas, «de suministrar electricidad a cinco millones de hogares». Hinkley Point C costará 16.000 millones de libras (casi 19.000 millones de euros), 2.000 millones más de lo estimado inicialmente. Los costes siempre sobrepasan los cálculos iniciales. El encarecimiento, en este caso, se debe -o dicen que se debe- a las medidas adicionales de seguridad impuestas por el Gobierno tras estudiar el impacto que podía tener la catástrofe de Fukushima en el programa nuclear británico.
El anuncio, en opinión de WO-JV, es muy significativo por varias razones. La primera: «porque se trata del primer proyecto de construcción de una nuclear en Europa después de Fukushima». La segunda: «porque pone fin a la moratoria nuclear que Reino Unido aprobó en 1986 y que convirtió la central de Sizewell B, que empezó a construirse en 1988 y se inauguró en 1995, en la última erigida en territorio británico». Es decir, mirado críticamente, un disparate fáustico (¡después de Fukushima!) sumado a otro disparate. Irresponsable (poner fin a la moratoria). ¡Los conservadores son, en el fondo, unos alocados desarrollistas!
Pero por encima de todo, siguen los del País, «el proyecto de Hinkley Point tiene el potencial de dar un vuelco a la industria nuclear». Propone un nuevo modelo: «Se acabó el viejo sistema por el que las costosas centrales se construían con dinero público». En el programa británico los reactores atómicos se construirán «con dinero privado y a cambio el Estado le garantiza su rentabilidad». ¿Cómo se conseguirá esa garantía? «Asegurando a los inversores un precio mínimo por la energía que produzcan». ¿Nuevo modelo realmente? ¿Una construcción, un negocio privados cuya rentabilidad estará asegurada por la garantía estatal de un precio mínimo por la energía producida? ¿No infringe esta cosmovisión constructora-atómico-financiera algún dogma o postulado (o incluso algún «teorema») de la perspectiva neoliberal de la economía y de la política? ¿El Estado como garante de inversiones y negocios privados?
Algunas cláusulas del acuerdo: el gobierno de Londres se compromete «a pagar 92,5 libras (109,35 euros) por cada megavatio/hora de electricidad que produzca Hinkley Point C desde que se ponga en marcha en 2023 y durante los siguientes 35 años» (nada menos que el doble del «precio de mercado» en estos momentos). Además, por si faltara algo, se actualizará la inflación. Eso sí, el precio garantizado se situará en las 89,5 libras esterlinas «si EDF decide finalmente construir otros dos reactores en una segunda planta, Sizewell C, en Suffolk, costa Este de Inglaterra, debido a las economías de escala de construir cuatro reactores» [2].
Antony Froggatt, ha recordado más que oportunamente que el precio garantizado y pactado «está muy por encima de las 23,5 libras por megavatio/hora que en 2006 el Gobierno estimaba que costaría la energía producida por un reactor de ese tipo, equivalente a 28,8 en valores de 2013». Su observación crítica: «Ese incremento de más de tres veces en ocho años sitúa el coste de la energía nuclear al doble de los actuales precios de mercado y por encima del precio de producción, tanto en plantas que funcionan con gas, como con carbón y es también más costoso que muchas opciones de renovables». ¿Alguien habló alguna vez, alguien sigue hablando actualmente todavía de energía barata?
Otro nudo destacado igualmente por Froggatt: el acuerdo revela «el carácter global del sector nuclear». Los costes de construcción de las centrales atómicas «son ahora tan altos que están por encima de la capacidad financiera de una de las mayores compañías de servicios públicos de Europa. Los futuros proyectos en Reino Unido y en muchos países seguramente exigirán grandes acuerdos a nivel internacional para la construcción, explotación o financiación».
Foro Nuclear, la asociación de las empresas de energía nuclear en España, pasaba por allí claro está y se ha sumado al carro de las exigencias. ¡Hay que contar con mecanismos normativos y regulatorios que favorezcan las inversiones nucleares! Faltaría más. «Ofrecen estabilidad y seguridad a los inversores, a la vez que proporcionan un horizonte dilatado en el tiempo para desarrollar su actividad». ¡Lo quieren todo y lo quieren ahora! Han invertido el mensaje real (crítico y emancipador) del Mayo del 68.
EDF no se comprometerá en firme a realizar la inversión hasta saber si la Comisión Europea da su visto bueno al precio garantizado pactado con el Gobierno británico, señalan WO-JV. ¿Por qué? Porque, como es evidente, «podría ser considerado una ayuda de Estado» incompatible con la neoliberal legislación europea. Bruselas paralizó hace muy poco un proyecto de equiparar las nuevas nucleares… con las energías renovables «que están exentas de la legislación que restringe las ayudas de Estado.» Veremos qué artilugios jurídicos utilizan para superar la situación.
Jorge Fabra, de Economistas Frente a la Crisis, sin entrar en otras aristas acaso más importantes de la temática (salud humana, medio ambiente, riesgos, catástrofes, residuos radiactivos,…), ha señalado: «Proyectos con inversiones tan importantes no merecen la pena porque las energías renovables van a terminar por cubrir estas necesidades con menos recursos. Desde una perspectiva económica y regulatoria me parece muy difícil que se hagan nuevas centrales en Europa y España».
Otro experto en energía, que según los periodistas del País, pie que no se publique su nombre (¿por qué? ¿un crítico clandestino a estas alturas de la película supuestamente democrática?), cree -¡qué creencia tan profunda y original!- que Fukushima ha reforzado las opiniones de los contrarios a la nuclear. «El caso de Alemania es muy claro. Ya habían decidido dejar la energía nuclear, y les sirvió para poner fecha firme. La empresa que se lance tiene que tener buenas garantías, si el Gobierno no da apoyos claros, como hace Reino Unido [3] o China, es difícil que prospere». ¿Está claro? Está claro: inversiones aseguradas, este es el punto. Lo demás es retórica y proclamas económico-teológicas.
Manuel Lozano, catedrático de Física Atómica de la Universidad de Sevilla, como el machacón rayo atómico y pro-nuclear que no cesa, inmune a toda falsación o contrastación negativa, como oráculo preparado para la ocasión, ha dictado la gran sentencia: «Los países que renuncien a la energía nuclear lo que harán será entrar en una nueva dependencia, sobre todo de conocimiento. Perder físicos, ingenieros y técnicos nucleares hará que tengan que comprar energía a terceros o a centrales nucleares llave en mano controladas por técnicos foráneos». ¡Y a otra cosa! ¡Pobre Alemania! ¡La que le espera! ¡Desgraciados de los países que no han apostado, como Austria por ejemplo, por la salvación atómica! ¡Don Manuel Lozano es el experto y no hay más que hablar!
El Organismo Internacional de la Energía Atómica, como es sabido, concentra el crecimiento de la energía nuclear en los planes de los países del este asiático: (China, Corea del Sur, ¡incluso en Japón! También en Oriente Próximo, en Asia del Sur, en Rusia y en países del este europeo. Veremos en qué quedan esas predicciones, tan optimistas que rayan el absurdo.
Desde el poderosísimo lobby nuclear español la cosa está clara y no es distinta: «Tras Fukushima, el panorama se ha estabilizado en casi todos los países y la opinión pública vuelve a confiar en la energía nuclear». ¿Estabilidad? ¿Confianza de la opinión pública en la energía atómica? Veamos el panorama más reciente.
Agua muy radiactiva ha superado las barreras en la central nuclear japonesa de Fukushima Daiichi [4], señaló el lunes 14 de octubre TEPCO, la corporación que la gestiona, «después de que subestimara cuánta lluvia caería en la central y no consiguiera bombearla lo suficientemente rápido». Tokyo Electric Power Co, como es sabido, lleva meses luchando tratando de contener el agua radiactiva en las instalaciones donde se produjeron fusiones de núcleo y explosiones de hidrógeno tras la hecatombe de marzo de 2011. La promesa del primer ministro japonés, Shinzo Abe -«la situación está bajo control»-, está bajo mínimos.
Después de las fuertes lluvias del domingo, agua con elevados niveles de estroncio radiactivo superó las zonas de contención construidas alrededor de unos 1.000 tanques que almacenan toneladas de agua radiactiva en la central, dijo Tepco. El agua radiactiva es una consecuencia del improvisado sistema de enfriamiento diseñado para mantener los destrozados reactores bajo control en caso de un desastre mayor.
Tepco anunció «que había previsto bombear el agua de lluvia acumulada a unos tanques vacíos, para luego comprobar su radiactividad, y en caso de no estar contaminada, soltarla al mar. Se vio superada por la cantidad de agua. «Nuestras bombas no pudieron seguir la cantidad de agua de lluvia. Como consecuencia, superó algunas zonas de contención» TEPCO había previsto entre 30-40 milímetros de agua de lluvia el domingo, pero por la tarde ya habían caído unos 100 milímetros. La Naturaleza no leyó sus previsiones. ¡Qué tonta!
La crisis en la central -a unos 220 km al norte de Tokio- pone de manifiesto lo que todos sabemos: «la enormidad de la tarea de contener y controlar el agua radiactiva y eventualmente desmontar la planta». Un proceso que se espera, se hecho así se ha anunciado, que dure décadas. Sin mayor precisión. Y con potenciales accidentes como es razomable pensar. Este mism 2013, Tepco «sufrió un corte de energía para enfriar las barras de combustible de uranio gastado» después de que una rata acortara el cableado en la planta. ¡No se comportan! ¡Las ratas no entienden la racionalidad atómico-nuclear!
En el último incidente conocido del que hemos tenido información, como seguramente se recuerda, «las zonas de contención alrededor de 12 de los 23 grupos de tanques se derramaron». Una de ellas contenía estroncio 90 de hasta 710 becquereles/litro. ¡71 veces mayor que el nivel considerado por la corporación como seguro!
Ha habido otros. TEPCO ha sido muy criticada después de que en agosto se descubriera que unas 300 toneladas de agua muy radiactiva «se habían filtrado de unos tanques de almacenamiento construidos de forma apresurada». Es decir, mal, por probable disminución de costes, o por urgencias no planificadas.
En septiembre, el Gobierno nipón reforzó su apoyo de Tepco: comprometiendo una fuerte inversión pública «para ayudarla a contener el agua contaminada en Fukushima». ¿Pero no era un negocio privado este de la indistria nuclear?
A pesar de lo señalado, Tepco espera conseguir el permiso de reiniciar la única planta viable que le queda, la de Kashiwazaki Kariwa, la mayor central nuclear del mundo. ¿Por qué? Para reducir los elevados niveles de combustible y mejorar sus maltrechas finanzas.
¿Este es el panorama estabilizado al que hacía referencia el lobby nuclear? ¿Esta situación es motivo de confianza de la ciudadana crítica del mundo? ¿Esta es la apuesta razonable que defiende el hiper-racionalista catedrático de física atómica, don Manuel Lozano?
Notas:
[1] http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/10/21/vidayartes/1382383024_685559.html.
[2] El plan incorpora dos compañías chinas: China General Nuclear Power y de Group and China National Nuclear Power. Mantendrán entre el 30% y el 35% del capital la compañía que construya y explote los reactores. El resto estará en manos de dos grupos públicos franceses: Areva (10%) y EDF (en torno al 55%).
[3] Reino Unido tiene 9 centrales y 16 reactores en funcionamiento. Ocho de estas centrales, controladas por EDF, generan el 19% de la electricidad que consumen los británicos (lejos del 26% alcanzado en 1997, un 25% menos). Casi todas tendrán que cerrarse en 2023 o antes: «una, en 2014; dos en 2018; dos en 2019; cuatro en 2023 y una en 2035»).
[4] http://es.reuters.com/article/idESMAE99K01H20131021?sp=true.
[5] El estroncio 90 es un subproducto de la fisión del uranio y el plutonio en reactores así como en armas nucleares. Para más información, Eduard Rodríguez Farré y SLA, Ciencia en el ágora, El Viejo Topo, Mataró (Barcelona), 2012.
Salvador López Arnal es miembro del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra), director Jordi Mir Garcia (entre sus fundadores: Francisco Fernández Buey).
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