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Las luces y las sombras de Rafael Alberti

Fuentes: Rebelión

Andrés Trapiello, escriba del PSOE, y Benjamín Prado, una mano de Izquierda Unida, mantienen confrontación por Rafael Alberti. Rafael Alberti engendró mar en la pluma y ola en la tinta. Guardó una bala para María Teresa León y otra para su cabello alado, el resto del cargador para las tropas de ofensiva del General Varela. […]

Andrés Trapiello, escriba del PSOE, y Benjamín Prado, una mano de Izquierda Unida, mantienen confrontación por Rafael Alberti.

Rafael Alberti engendró mar en la pluma y ola en la tinta. Guardó una bala para María Teresa León y otra para su cabello alado, el resto del cargador para las tropas de ofensiva del General Varela.

Incondicional del Marx que iba adaptando el PCE y dirigido del Comité Central de turno, pateó España de libro y verso en mitin y puso pocos pies en el barro, quedándole lejano el carro y el teatro de la Barraca de Lorca. La retaguardia de Madrid, la convirtió en su trinchera, el casco y el fusil, las cartucheras y el poema debajo del brazo enfrente de la guerra, la ignoro. Y por Pozoblanco Miguel Hernández devolvía poesía al peso de la bomba de Franco y como únicas piernas clavadas en el parapeto, la del poeta-soldado de Orihuela. Porque el de Cádiz ordenaba la salida de Goya, el Greco y Velázquez, en peligro de artillería y avión negro.

Rafael Alberti hizo más con su «capital de la gloria» que toda la diplomacia de Azaña, por detener de Manzanares y Casa Campo al ejercito que pretendía poner funeral al pueblo de Madrid.

Exiliado mas allá de las fronteras del océano Atlántico o en la Roma extirpada de Mussolini, Rafael Alberti, aceptó la rendición de la II República a Juan Carlos Borbón y los chicos azules de Adolfo Suarez. Pero quiso morir firmando manifiestos para Julio Anguita y no apareciendo de spot pidiendo el voto a Felipe González o insultando a la URSS como Valentín González «El Campesino» o de intelectual dócil del PTE-UC de Santiago Carrillo.

Su prosa, sus romances son el siglo XX de la palabra penetrada de humildad. Su lírica no es la estrofa de elite de Luis Cernuda, ni el verso clásico del 98 de Juan Ramón Jiménez, ni duelen como los de Pedro Salinas. Alberti no es un Céline español a lo Gerardo Diego o Manuel Machado y mantuvo el mismo carné que Dolores Ibarruri hasta que la vida le cerro de lápida.

En el dominical polanquista, a Miguel Hernández la Fundación de Alfonso Guerra y sus columnistas le situaban en las Juventudes Socialistas, a secas, jugando a lo que hoy entiende el lector y donde sitúa esa organización, rama lozana del PSOE. No clarificando su pertenencia a la Juventudes Socialistas Unificadas de Eugenio Mesón ejecutado del Generalísimo y cautivo del segundo golpe de Estado que padeció el 14 de Abril, por el coronel al servicio del MI6 británico Segismundo Casado y el pusilánime Julián Besteiro.

El PSOE jamás podrá usar a Rafael Alberti como propio, por eso Andrés Trapiello le da pólvora histórica. Porque a pesar de sus sombras nunca decidió asesinar a su partido, ni encabezar operación liquidacionista de los Lertxundi, Curiel, Pérez-Royo, López Garrido. Ferraz destruye a los NO-traidores.

Blog del autor: http://elleteoenverso.blogspot.com/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.