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Crítica del revisionismo histórico del nacional-secesionismo

Las máscaras de Òmnium Cultural

Fuentes: Rebelión

El ‘procés’ ha sido antes que nada la construcción de un relato e imaginario colectivo de la causa secesionista deformando el pasado, apropiándose de acciones colectivas y de personas, subvirtiendo el significado de los conceptos y de las cosas y, a la postre, privatizando las instituciones y los sentimientos nacionales
Andreu Mayayo (2020)

Mi compañera está… que no está en ella. Un día de felicidad, de joie de vivre, viene gritando este lunes 4 de enero desde primera hora de la mañana, desde que ha leído un artículo del historiador Andreu Mayayo publicado en El periódico [1]. ¡Vaya regalo de Reyes!, repite y una otra vez, mientras llama, escribe y lee emocionada a amigas y compañeras.

Se comprende. Llevaba meses, años incluso, entre la desesperación… y la desesperación. No entendía (yo tampoco, la verdad sea dicha) cómo era posible que intelectuales supuestamente críticos (algunos de ellos, ‘grandes historiadores’), filósofas de moda, excuadros del PSUC, políticos (supuestamente) revolucionarios de fuerzas no menos (supuestamente) revolucionarias y muchos colectivos que incorporan la etiqueta de izquierdas a su definición política, hubieran lavado la cara a una institución tan conservadora como Òmnium Cultural presentándola como una ‘organización democrática de izquierdas partidaria de la emancipación social’ (o algo así). Cómo era posible, decía y repetía, que tanta gente se hubiera creído al pie de la letra los cuentos contados por los últimos presidentes y presidentes de la organización y sus intelectuales orgánicos. ¿No conocían la historia de OC? ¿No sabían de sus orígenes? ¿No conocían sus promotores y mecenas? ¿No sabían de sus finalidades? ¡Cómo alguien podía tragarse su destacado papel en la lucha antifranquista!

Pero he aquí, me susurra dulcemente mi compañera, que Andreu Mayayo ha puesto los puntos sobre las íes y ha recordado aquel dicho tan del gusto de Antonio Gramsci, de Paco Fernández Buey y de ella misma: la verdad es siempre revolucionaria… o cuanto menos sensata, necesaria y razonable, matizo yo que soy menos cañera.

Como nadie creo que pueda acusar a Mayayo de historiador desinformado, de ñordo, de anticatalán o de agente del centralismo españolista, me baso en su artículo para recordar lo que nunca deberíamos haber olvidado:

Todo empezó (tal vez no todo), sostiene Mayayo, el 13 de octubre de 2008 en el acto de homenaje a Xirinacs en el Palau de la Música Catalana. Los independentistas, afirma, “hicieron una apropiación indebida de las manifestaciones unitarias de febrero de 1976 por la amnistía, las libertades y el Estatut d’Autonomia [Nosotras dos, ambas militantes del MCC, estuvimos en ellas]”. El tridente programático de la Asamblea de Cataluña “con el cancerbero estratégico (el cuarto punto) de la unidad con las fuerzas democráticas del resto de España”. Remarco: en unidad con las fuerzas democráticas del resto de España, no del resto del Estado español, y con objetivos compartidos. Mayayo recuerda que él mismo lo denunció hace años (‘Épica independentista’ [2]) “con la complicidad de Carles Pastor, recibiendo la primera perdigonada pública de los ‘procesistas avant la lettre’”.

Semanas atrás, prosigue, Marc Andreu “tiraba de las orejas, con razón, al diputado Vidal Aragonés [de la CUP] por convertir a Francesc Layret en un protoindependentista”. También, según parece, se intentó hacerlo con ‘el Noi del Sucre’, con el dirigente anarcosindicalista Salvador Seguí.

Mayayo admite que “ÒC está en su derecho en avalar una ley de amnistía de parte e iniciar una recogida de firmas como un complemento electoral en favor de las candidaturas independentistas”, pero, señala con mucha razón, “que nada de esto tiene que ver con la amnistía que cimentó la lucha antifranquista”. El vicepresidente de OC Marcel Mauri, comenta Mayayo, “declara sin tapujos que, entonces como ahora, la amnistía suscita el máximo consenso cifrándolo en el 80% de la población catalana”. Pero si nos atenemos a las votaciones en el Parlament disuelto, observa Mayayo con razón, “la propuesta de ley de amnistía apenas sobrepasa la mitad de los diputados”. En estos momentos, en su opinión, “la vía de la excarceración de los políticos presos [no presos políticos] que puede aunar un mayor consenso, político y social, es el indulto, no la amnistía”.

El independentismo, nos recuerda Mayayo, presiona con una ley de amnistía que llegará al Congreso el 15 de marzo. Y añade (negro sobre blanco): “Òmnium está en su derecho en avalar una ley de amnistía de parte, como hizo el Caudillo en 1939 para los suyos, e iniciar una recogida de firmas como un complemento electoral en favor de las candidaturas independentistas, pero nada de esto tiene que ver con la amnistía que cimentó la lucha antifranquista”. La cursiva es mía. Para la oposición democrática y, más concretamente, para los que más sufrieron la represión de la dictadura y aún estaban vivos, “la amnistía era la premisa de la reconciliación nacional, que desterrara la división entre vencedores y vencidos instaurada, mantenida y propagada por el franquismo hasta el último aliento del Generalísimo”. La amnistía, sostiene Mayayo, fue la llave de la democracia. Fue la primera ley que se aprobó en las Cortes Generales, con la abstención por cierto de los franquistas de Fraga Iribarne y López Rodó. Nada que ver con la amnistía de la que hablan las fuerzas nacional-secesionistas.

En la cultura antifranquista, recuerda Mayayo con razón, “no había luchas compartidas sino luchas comunes como la de la lengua catalana y la recuperación del autogobierno, en las qué destacó Comisiones Obreras a pesar de su ilegalización por parte del Tribunal Supremo en 1967”. Era el mismo año en que “OC volvía a funcionar con toda normalidad mostrando una escasa empatía por la luchas sociales, sindicales y políticas de la época”. Esas luchas no estaban en sus cercanías. Eran otro mundo, eran otras las clases en lucha,

Cuesta entender, afirma finalmente Mayayo, el punto es importante para denunciar el permanente y diseñado revisionismo histórico del nacional-secesionismo, la ausencia de OC “en la solicitud de permiso de la manifestación proamnistía de febrero de 1976, avalada por una larguísima relación de entidades de todo tipo”. Supongamos, aunque no admitamos, que la convocatoria de manifestaciones no fuera pertinente en una entidad como Òmnium. Pero entonces, pregunta Mayayo con toda pertinenciaia, “¿cómo explicar que fuera uno de los convocantes de la manifestación de apoyo de Jordi Pujol el día de su segunda investidura?”. Recordemos el día: fue el momento en que el molt ex honorable, el capo de la gran famigilia, gritó una frase que pasará a la historia universal de la infamia y el cinismo: “a partir de ahora, cuando alguien hable de ética, de moral y juego limpio, hablaremos nosotros”. ¡De ética y juego limpio!

¿Entienden la alegría de mi compañera? ¿La comparten? Seguro que sí. Lo dicho y sabido: la verdad es lo opuesto de la falsedad y de la manipulación y OC es lo que es y ha sido, no otra cosa: una fuerza conservadora, molt de casa nostra, que en absoluto destacó en la lucha antifranquista. Su reino no fue de ese mundo.

Notas

1) https://www.elperiodico.com/es/opinion/20210103/omnium-compartidas-luchas-andreu-mayayo-11428646, https://politica.e-noticies.es/deconstruyendo-el-relato-indepe-133989.html

2) https://www.elperiodico.com/es/politica/20081017/articulo-andreu-mayayo-historiador-epica-240045