La mujer campesina juega un papel central en los procesos de colonización y organización en nuestra región. Desafortunadamente, ese papel se invisibiliza y frecuentemente es desestimulado por las taras que hemos heredado del régimen político y social en el que vivimos. El machismo predominante en el Magdalena Medio, por ejemplo, es más que un deplorable […]
La mujer campesina juega un papel central en los procesos de colonización y organización en nuestra región. Desafortunadamente, ese papel se invisibiliza y frecuentemente es desestimulado por las taras que hemos heredado del régimen político y social en el que vivimos. El machismo predominante en el Magdalena Medio, por ejemplo, es más que un deplorable comportamiento sexual y representa la dominación del hombre sobre la mujer en la sociedad de clases impuesta por el capitalismo. El machismo es también una serie de normas morales y comportamientos adoptados desde la religión que ponen en situación de vulnerabilidad e inferioridad a la mujer. El Estado, la empresa y el modelo de familia capitalista son los espacios donde se lleva a cabo la doble explotación, de clase y de género, sobre las mujeres. La opresión sobre la mujer no es una cuestión solamente de «falta de oportunidades» o de la inexistencia de una «perspectiva de género» al interior de la sociedad o las organizaciones. La opresión de la mujer es una cuestión económica y tiene el mismo carácter de clase que se da en la relación entre explotadores y explotados. En los últimos años se habla de teorías feministas, estudios de género y políticas de género. Estas teorías, estudios y políticas son importantes porque evidencian cada vez más la desigualdad entre mujeres y hombres. Sin embargo, al centrar la opresión de la mujer en la desigualdad de género, se restringe la lucha de las mujeres a la exigibilidad de reformas y más oportunidades dentro del sistema capitalista, soslayando el problema de clase y el modo de producción capitalista, causante estructural de esta opresión. Liberándonos como clase de trabajadores explotados estaremos dando un paso enorme en el camino de la emancipación de la mujer y de la igualdad entre hombres y mujeres. En nuestras veredas, el papel de la mujer sigue siendo el de las labores domésticas y la crianza de los hijos. Las niñas no van a la escuela porque no hay. Las niñas se convierten prematuramente en madres. Las madres son en ocasiones abandonadas por los hombres. No hay jardines infantiles para los niños. Los hombres ejercen violencia sobre las mujeres, reproduciendo la violencia familiar sobre los hijos. Algunas mujeres no participan políticamente en la organización porque sus esposos no se lo permiten. Aunque la responsabilidad de esta situación es la marginalidad en la que el Estado colombiano mantiene a la región y al campo, es necesario introducir políticas autónomas que permitan empezar a superar esta situación. La resistencia campesina debe escolarizar a los niños y niñas, alfabetizar, formar políticamente a los jóvenes, debe erradicar el maltrato sobre las mujeres y los niños, debe garantizar la participación política de la mujer en sus estructuras organizativas. De esta manera, comenzaremos a ser más igualitarios, mientras se dan las condiciones para el cambio definitivo. En la ACVC hay conciencia sobre el papel protagónico que debe jugar la mujer y se ha empezado la labor: Existen comités de mujeres en algunas veredas (ha pasado que el organizador del comité sea un hombre, eso refleja el reto que tenemos). Se realizó en abril del 2005 el Primer encuentro de mujeres campesinas del Sur de Bolívar, en la vereda La Fría, del municipio de San Pablo. En marzo del 2006 se llevo a cabo en Barrancabermeja el primer encuentro del proceso mujeres del Magdalena Medio, al que asistieron cerca de mil mujeres de la región. En junio del 2006 se dio inicio a la escuela de formación integral del proceso de mujeres de la ACVC, en la vereda Alto Cañabraval, de San Pablo. En junio también culminaron los talleres de capacitación a mujeres campesinas en el Sur de Bolívar, cuyas temáticas fueron: elaboración de jabones, tejidos y principios básicos de peluquería. En octubre del 2006 se realizó la escuela de líderes de la Zona de Desarrollo Integral del Sur de Bolívar, donde participaron diez integrantes del proceso de mujeres campesinas. Además, se han ejecutado, con financiamiento de la cooperación internacional, proyectos de fortalecimiento del proceso de mujeres alrededor de actividades productivas, como huertas integrales y recría de especies menores. Muchas veces nos han preguntado: ¿dónde están las mujeres de la ACVC? Algunos nos han dicho destructivamente que somos una organización «de machos». De manera autocrítica, hay que decir que en diez años deberíamos tener más mujeres dirigentes, asumiendo el ser las líderes de sus comunidades. Pero decir que no hay mujeres en la ACVC sería un error y un no reconocimiento a esas mujeres que a diario resisten y luchan junto a los hombres por la justicia social y el desarrollo de esta región. Hay quién ha ofrendado su vida por esta lucha, como Nelcy Gabriela Cuesta, y hay quienes dentro y fuera de la ACVC han hecho un incuantificable aporte a la dignidad de este proceso. Hay mujeres, hay esperanza.