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Las mujeres tunecinas exigen preservar su independencia

Fuentes: El Triangle/La Marea

La céntrica avenida Habib Burguiba siempre está repleta de gente. Si la muy jacobina Túnez se condensa en Túnez, esta arteria principal resume las esencias de la capital. El 14 de enero de hace dos años, la avenida Burguiba -apenas hay 300 metros entre la Medina y la plaza de la Revolución- reunía a la […]

La céntrica avenida Habib Burguiba siempre está repleta de gente. Si la muy jacobina Túnez se condensa en Túnez, esta arteria principal resume las esencias de la capital. El 14 de enero de hace dos años, la avenida Burguiba -apenas hay 300 metros entre la Medina y la plaza de la Revolución- reunía a la multitud espontánea y rebelde que derribaría la dictadura.

Hoy, el paseo central peatonal está rodeado de alambre de espino que conjura cualquier concentración amenazante, pero las terrazas de los cafés, que se alternan con los hoteles principales, están llenas a rebosar. Un par de mesas del Café Universo son ocupadas por un grupo de jóvenes con camisetas del Che y empaque alternativo. Amina Tyler está entre ellos. Se ha cortado y teñido el pelo desde que apareció no hace ni dos meses en la red mostrando los pechos desnudos con la inscripción: «Mi cuerpo es mío y no representa el honor de nadie».

Un par de semanas antes, aun en el Lycée, había descubierto la asociación feminista Femen -«Nuestro Dios es la mujer», es su lema- y decidió convertirse en una más. Lo que pasó después ya es bastante conocido. Su abogada Bochra Belhadj, feminista, miembro del partido Nidaa Tunis y expresidenta de la Asociación Tunecina de Mujeres Demócratas, lo resume: «Los exabruptos de algunos predicadores radicales, el escándalo hipócrita de la sociedad conservadora bienpensante… Es una buena chica… Me parece que muchas informaciones publicadas en Europa no tenían demasiado fundamento…».

La página web de Femen convirtió a Amina en un símbolo de la libertad contra el Islam. Los pechos caligráficos -«Amina free»- de militantes de Femen de todo el mundo mostraban su solidaridad con una Amina secuestrada, internada en un psiquiátrico, golpeada y repudiada por su familia. Pero no todo era exactamente así. «Hoy he visto a mi tía. Y con mi padre hablo cada día. También lo he visto esta semana…», comenta Amina. «No estoy arrepentida. Nadie me ha obligado a hacer lo que hice y estoy orgullosa de convertirme en un símbolo de la mujer tunecina. Es mi lucha». En su muñeca, un tatuaje en francés: «Mujer Nudismo Libertad».

«Claro que me ha afectado todo esto»

Pero la mirada de Amina es lejana, amortiguada. «Claro que me ha afectado todo esto, pero más por los comentarios y amenazas aparecidas en Internet que por nada más». Cuando se le pregunta sobre las acciones de Femen en Francia en su nombre baja los ojos. Tres miembros de Femen quemaron una bandera del Islam frente a la Gran Mezquita de París. «No estoy de acuerdo con eso. ¿Cómo puedo estar de acuerdo con esto?». Después de todo, sus sueños son como los de cualquier chica de 18 años. «Cuando termine mis estudios aquí me gustaría marcharme a Francia y estudiar periodismo».

Cuando Amina define su acción, sin embargo, pone sobre la mesa un interrogante que se cierne sobre el movimiento feminista tradicional. «Lo que ha pasado también es un conflicto generacional. Entiendo que haya gente de otra generación, laica o religiosa, que no entienda estas maneras de protestar. Pero los jóvenes no lo vemos así. Por eso milito en Femen». Una concepción que coincide con la filosofía de Femen. «Nuestras chicas deben ser deportistas para poder afrontar pruebas difíciles, y bonitas para poder utilizar su cuerpo con sabiduría. En resumen, Femen encarna la imagen de la ‘nueva mujer’: bonita, activa y totalmente libre», se lee en el libro Femen, escrito por una de las fundadoras ucranianas. Una afirmación que ofende a las feministas clásicas, definidas por la mediática Inna Txevchenko como «mujeres viejas y enfermas que ya no funcionan, arrinconadas en el mundo de las conferencias y los libros».

Mujer, Islam y modernidad

El seno provocador de Amina también ha servido para calentar un debate abierto en Túnez desde la victoria de los islamistas de Ennahda en octubre de 2011: la condición de la mujer. Mujer, Islam y modernidad. Pero para hablar de la mujer tunecina es necesario referirse a un acontecimiento que ha modelado la construcción del Túnez moderno y que ha instalado sus mujeres en un protegido e inmejorable ámbito legal, a mucha distancia de la situación que viven el resto de mujeres magrebíes y a años luz de las mujeres del Golfo. Y, por qué no, de ciertos países europeos.

El Código del estatuto personal de la mujer fue instituido en 1956, cuatro meses después de la independencia del país, por Habib Burguiba, el megalómano padre de la patria tunecina. La abolición de la poligamia, la creación de un procedimiento judicial para regular el divorcio, el matrimonio consentido, la eliminación del repudio, el derecho a voto, la planificación familiar, el acceso a la educación de la mujer… ofrecían a la mujer tunecina una relativa igualdad con respecto al hombre, impensable en el resto de países musulmanes. También hay que recordar que el sufragio femenino en Suiza se instauró en 1971, la Ley de divorcio en España data de 1981, o que el Código de la familia marroquí ha sido aprobado en 2006, 50 años después del tunecino.

[Artículo publicado en El Triangle]