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Las obreras de antaño

Fuentes: Nuestra Lucha

La presencia femenina en el mundo fabril no coincide con los orígenes del proceso industrial en la Argentina, el cual se remonta aproximadamente hacia la década de 1870. La segunda etapa industrializadora- iniciada después de la crisis del ’90 y con un fuerte embión en los inicios del siglo XX- abre el camino a la […]

La presencia femenina en el mundo fabril no coincide con los orígenes del proceso industrial en la Argentina, el cual se remonta aproximadamente hacia la década de 1870. La segunda etapa industrializadora- iniciada después de la crisis del ’90 y con un fuerte embión en los inicios del siglo XX- abre el camino a la aparición de la gran fábrica junto con la existencia de pequeños talleres. No obstante, este período marca el punto de partida de una leve inserción de las mujeres en el ámbito laboral formal, el sindical y el de las luchas sociales; suscitándose un tibio clima de reivindicaciones por parte de las mismas en los principales centros urbanos e industriales del país; aunque el fuerte de su presencia se encuentra concentrado en aquellas tareas tradicionales, propias de las décadas anteriores. Así, mientras un ajustado fragmento se proletariza con su ingreso a las fábricas y talleres, el grueso de las mujeres se autosustentan mediante el trabajo a domicilio o a destajo -ya sea unipersonal o familiar-, oficios artesanales, servicio doméstico y comercio ambulante. Por lo tanto, es reducido el número de obreras industriales. Aunque en las estructuras mentales de la época, se configura una visión de ingreso numeroso y creciente a lo largo del período acompañado con un sobredimensionamiento de ese papel.

El cambio de las zonas rurales o suburbanas al apretado conventillo citadino, representa una compleja transformación en la que se redefinen los roles de las mujeres dentro de la estructura familiar, en las alternativas laborales así como en la sociedad en general. En el mundo de los sectores pobres no se puede parcelar su intervención pública- trabajo asalariado- de la privada – tareas hogareñas y familiares- ya que ambas constituyen una sola unidad en el complejo proceso de la doble jornada.

Desde las voces de las vanguardias obreras masculinas, convocan a las mujeres a abstenerse de ingresar al mercado laboral formal, excepto en caso de extrema miseria. El trabajo fabril aparece como una sombra atentatoria contra su responsabilidad familiar, su esencia reproductora y los peligros físicos y morales que acarrea.

HUELGA DE OBRERAS CAMISERAS Y ANEXOS

1904 representa un año de movilización permanente de las obreras en sus lugares de trabajo por el logro de aumentos de salarios, pagos por horas extras, mejoras en las condiciones laborales, descanso dominical y reducción de las extensas jornadas de doce a catorece horas.

Dicho año marca el hito del mayor porcentaje de conflictos laborales femeninos durante la primer década del siglo XX- orientados por las corrientes anarquistas-. Se registran alrededor de veinticuatro medidas de fuerza con huelgas, boicots, sabotaje y apoyo a la resistencia de sus cónyuges y compañeros de lucha.

Alpargateras, costureras, modistas, chalequeras, pantaloneras, cigarreras, tabaqueras, obreras aparadoras, zapateras, tejedoras, fosforeras, planchadoras son algunas de las protagonistas, en su doble condición de mujeres y de trabajadoras.

La Sociedad de Resistencia de «Obreras Camiseras y Anexos» se constituye en Buenos Aires, hacia 1904. A mitad de ese año, entran en conflicto por demandas específicas, tales como: Ocho horas de jornada; aumento para obreras que trabajan en talleres y en la casa; trabajar los días de fiesta hasta las once de la mañana; el pago será los sábados ; seguir el ejemplo de la lucha de las compañeras modistas, pantaloneras y chalequeras. Mientras elevan su petitorio por condiciones laborales dignas, publican un manifiesto de agitación y contestación en el diario anarquista La Protesta 15-9-1904), a saber:

«Reflexionad sobre nuestras míseras condiciones laborales: constituímos uno de los gremios más esclavizados y más humanamente explotados. La particularidad de los trabajos a destajo o por pieza, tan miserablemente retribuidos nos obligan a trabajar como bestias, más de doce horas diarias. Estamos decididamente resueltas a no aceptar convenio alguno con los patrones, entre tanto no accedan ellos a nuestra justísima demanda. Queridas compañeras: nosotras que trabajamos sin horarios, agobiadas contínuamente sobre la máquina que va consumiendo los pulmones. Que tenemos jornales que tentarían de risa sino despertaran tanta indignación que ahoga esta risa de dolor en nuestra propia garganta. Pensad que no se trata de un pedazo más de pan en nuestros hogares, sino que significa un trazo de vida conquistada».

Os saluda un grupo de camiseras

¡Viva la emancipación femenina!

¡Viva la huelga general!

¡Viva la anarquía!»

«La Protesta» denuncia la detención de veinticinco mujeres que buscan adhesiones de las compañeras que aún no se han plegado al movimiento huelguístico. Mientras que en los pequeños talleres, capataces y empleadores piden represión policial para evitar que las «sublevadas» no arenguen con sus proclamas a las que aún permanecen en sus puestos de trabajo. La ausencia de un recorrido total por parte de la prensa obrera del momento, impidió rastrear el trayecto y el final de ese movimiento huelguístico.

* Asambleísta