Más o menos disimuladas según la coyuntura, «las redadas racistas se han convertido en una constante en Madrid», afirma Juan Méndez, miembro del Grupo de Migración y Convivencia de la Asamblea Popular de Lavapiés. En este barrio madrileño, de tradición humilde y popular, no existe un grave problema de convivencia pero, según el activista, «instituciones, […]
Más o menos disimuladas según la coyuntura, «las redadas racistas se han convertido en una constante en Madrid», afirma Juan Méndez, miembro del Grupo de Migración y Convivencia de la Asamblea Popular de Lavapiés. En este barrio madrileño, de tradición humilde y popular, no existe un grave problema de convivencia pero, según el activista, «instituciones, medios de comunicación y ciertas asociaciones potencian el racismo». Desde una perspectiva anticapitalista y horizontal, la Asamblea Popular de Lavapiés denuncia que las redadas contra los «sin papeles» en el barrio provocan «el miedo continuo entre estas personas y contribuye a su criminalización como colectivo».
-¿Cómo describirías, a grandes rasgos, el barrio de Lavapiés?
Lavapiés es un barrio del centro de Madrid con una tradición popular y humilde. Desde siempre ha estado habitado por personas de pocos medios económicos, generalmente inmigrantes. Hasta mediados de siglo XX estos eran españoles. A partir de los años 90, a estos se les han unido migrantes no nacionales de pocos recursos económicos. El tamaño medio de una vivienda en Lavapiés es de 60 m2 con un 50% de ellas entre 30 y 50 m2 y sólo un 12% mayor de 90 m2. Un 70% de ellas construidas antes de 1920. Abundan las infraviviendas y la densidad de población es muy alta (486,7 hab/ha). Según datos oficiales un tercio de habitantes de Lavapiés son extranjeros. De ellos, el mayor porcentaje es de ecuatorianos, hasta llegar a 88 nacionalidades distintas. No hay que olvidar, sin embargo, que estos son datos que no recogen a la multitud de personas «sin papeles» que están en España en situación irregular. Aquí hay que destacar la comunidad subsahariana o bangladesí. Muchas de estas personas, por sus características vitales (pisos patera, paro, venta ambulante, exclusión social…) realizan parte de su vida en la calle, contribuyendo a su visibilidad.
-¿Qué perfiles de población conviven en la barriada?
Siguiendo un estudio de Mayte Gómez (2006), podemos dividir el barrio en 4 grandes grupos de población. Esto es una forma de caricaturizar las cosas, que no son tan extremas, pero ayuda a hacerse una idea muy clara sobre el barrio. El primero sería el de los antiguos pobladores: inmigrantes nacionales y descendientes de estos. Muchas veces han pasado gran parte de su vida en Lavapiés, lo sienten como suyo y se horrorizan con los cambios que éste ha sufrido los últimos años. El segundo es el de los que vienen atraídos por el aire «multicultural y bohemio» del lugar. En general, solteros o parejas jóvenes sin hijos, con un nivel económico más alto y que han traído bares de moda, galerías de exposición y tiendas de ropa ‘cool’. El tercer grupo sería el de quienes plantean un modelo alternativo de vida, activistas contra el sistema capitalista y donde podemos encontrar movimientos de okupación, colectivos de migrantes, feministas, LGBT… Lavapiés tiene una gran tradición en este tipo de activismo. El último grupo es el de los migrantes, llegados al barrio atraídos por su situación central, los compatriotas ya establecidos en él y los bajos precios de las viviendas.
-En cuanto a la población migrante, ¿Cómo desarrollan la vida cotidiana en el barrio? ¿Cuáles son sus principales problemas?
Aunque podemos encontrar migrantes en todos las clases sociales, muchas de estas personas coinciden en ocupar estratos bajos en la sociedad, a menudo sin poder regularizar su situación, lo que las hace vulnerables a trabajos basura, pisos patera y abusos institucionales. Centrándonos en la población «sin papeles» podemos hablar de las redadas racistas. Estás redadas ocasionan un miedo continuo en muchas de las personas que viven en el barrio y contribuyen a criminalizarlas como colectivo. Por no hablar de las consecuencias: detención en comisaría y malos tratos por parte de la policía, indefensión judicial, ordenes de expulsión, internamientos en el CIE…
-¿Cómo es la convivencia cotidiana entre la población autóctona y la inmigrante? ¿Habéis detectado brotes de racismo en Lavapiés?
Aunque no podemos hablar de grandes problemas de convivencia, existe claramente un problema de racismo en el barrio, potenciado por las instituciones, los medios de comunicación de masas y ciertas asociaciones del barrio de ideología cercana al fascismo. Por ejemplo, entre los habitantes más antiguos de Lavapiés pueden llegar a darse muchas actitudes racistas y xenófobas. Paradójicamente, la mayoría coinciden, por un lado, en que todo está mejor que hace veinte años, cuando drogadicción y delincuencia eran mucho más altas que en la actualidad. Pero a la vez comentan que el barrio cada vez se deteriora más y les causa más inseguridad, acusando de estas sensaciones sobre todo a los migrantes no nacionales que han venido los últimos años. Por otro lado, los habitantes más «cool» del barrio, aunque se muestran partidarios de la inmigración y en contra de las malas condiciones de vida de estas personas, no tienen, en general, una voluntad clara de cambio, siendo la heterogeneidad étnica de Lavapiés un decorado de fondo y de definición personal más que un motivo de lucha y denuncia.
-¿Cuándo se forma el Grupo de Migración y Convivencia de Lavapiés y cuáles son sus orígenes?
El Grupo de Migración y Convivencia es un grupo de trabajo de la Asamblea de Lavapiés, formado en junio de 2011, en el momento en que se produce el traslado desde la Acampada en la Puerta del Sol hacia las Asambleas de Barrio. El 15M no ha calado entre las y los migrantes, sobre todo «sin papeles». La participación de estos es mayor a medida que ya tenían una tradición militante anterior o mantienen lazos más fuertes o duraderos con la sociedad española. Entendemos el 15M como un movimiento político, en el sentido que busca una resistencia contra el poder establecido a través de un discurso que si bien se desvincula de los partidos políticos y la democracia representativa, sí refleja un afán de cambio de las estructuras socio-económicas imperantes y las injusticias propias del sistema liberal capitalista. Esta presencia de la política y de lucha contra el poder, está presente en la fundación del grupo y contribuye a crear un colectivo de personas afines justo en el momento en que el 15M se aleja de la emocionalidad inicial para transformarla en trabajo, al calor de la idea de que sí se pueden cambiar las cosas e intentando además formular sus propias estructuras y sistemas de decisión. Este componente en parte nos distingue de otras asociaciones más centradas en la propia discriminación o la mejora de condiciones de la población migrante. También es importante destacar el hecho de que gran parte del grupo está formado por personas migrantes sin papeles.
-¿Qué principios ideológicos inspiran al grupo y cómo definirías el método de trabajo?
La actividad del grupo ha estado marcada por diversos aspectos: la solidaridad y la lucha contra la ideología liberal, el capitalismo y los abusos institucionales. Se trata de un grupo horizontal y asambleario que toma sus decisiones por consenso. También ha sido importante en la trayectoria del grupo el intento de empoderar a las personas, migrantes o no y hacerlas participar en sus propias luchas, que son las de todos y todas y tomar sus propias decisiones al respecto. Además del proceso asambleario, el Grupo de Migración ha encarado su trabajo de manera política, distanciándose de comportamientos asistencialistas y «oenegeistas». La lucha contra las redadas, los CIE y las políticas racistas van más allá de las situaciones momentáneas. Tienen la función de, a través de la solidaridad y el apoyo mutuo, con el ejemplo de la generosidad y el compromiso, crear un proyecto político que permita el cambio real del sistema y la ideología dominantes
-¿Cuáles son ejes del trabajo del Grupo? ¿Qué destacarías como principales logros?
Parte de nuestro trabajo ha consistido en la lucha contra las redadas racistas, que se han convertido en una constante en Madrid. Otras labores del grupo han consistido en la denuncia de los CIE, donde son internadas aquellas personas sobre las que se ha decretado una orden de expulsión, muy polémicos desde hace años por las denuncias de las condiciones en que se tienen a los reclusos, además de varias muertes poco claras en su interior. También se han realizado labores de difusión y concienciación contra el racismo institucional y policial. Se han organizado varias manifestaciones, talleres, exposiciones, charlas y proyección de documentales. Además, siguiendo ejemplo de otros colectivos como ASPM, desde el grupo también se ha creado un archivo de «sin papeles» para demostrar el arraigo y dificultar la expulsión de estas personas en caso de su detención. También se ayuda a quienes están en un proceso de obtención de papeles. Otras actividades recientes nos llevan a la formación de grupos de acompañamiento para las personas que tras la reforma sanitaria se han quedado sin derecho a la atención, y la defensa de manteros y demás vendedores ambulantes. Por último, el grupo tiene un protocolo de acompañamiento a los juzgados para aquellas personas que necesitan acudir a estos, por detenciones en redadas racistas, venta ambulante o resistencia ante una identificación irregular por parte de la policía.
-Decías que las redadas se han convertido en una constante en Madrid. Nos centramos en Lavapiés. ¿Cuándo comenzaron, en qué consistieron?
Las redadas racistas son realizadas por la policía nacional en la calle o estaciones de transporte público y son ilegales e inmorales, ya que presuponen que una persona por su color de piel o procedencia es un delincuente en potencia. Hace algunos años eran mucho más descaradas, con dispositivos policiales enormes. Ahora la presión contra este tipo de redadas hace que sean más disimuladas. Pero no han desaparecido, son constantes, habituales, una auténtica plaga y claro ejemplo del racismo institucional y estructural que nos toca vivir. Es muy habitual en las estaciones de metro y Renfe ver a un par de «secretas» acechando en las escaleras mecánicas o a la salida de los vagones. En las calles del barrio a veces la realizan «secretas», otros las hacen sin bajarse del coche patrulla. A menudo se enmascaran como operaciones contra el menudeo de droga o entre otras actuaciones policiales. Un ejemplo que observamos hace un tiempo: un par de nacionales levantaron a un borracho tirado en la plaza de Lavapiés. Mientras uno de ellos se aseguraba de que este estaba bien, el otro se dirigió a todos las personas con pinta de extranjeros en la plaza para pedirles documentación.
-¿Se han reforzado estos procedimientos con la actual delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes? ¿En qué consiste el «Plan de Convivencia y Seguridad» de Lavapiés y qué interpretación hacéis del mismo?
La llegada de Cifuentes coincidió con mucha presión en el barrio contra estas redadas. La policía llevaba meses negando su existencia y criminalizando a quienes las denunciaban diciendo que defendían a narcotraficantes. Lo primero que hizo la delegada fue admitir que estas redadas existían, pero diciendo que eran cosa del anterior gobierno y que con ella se acabarían (táctica habitual y que se repite regularmente) El cinismo de esta mujer se demuestra en que a la vez que admitía la existencia de estas redadas mantenía la criminalización de los colectivos que las habían denunciado y lo incrementaba. Tras reunirse únicamente con policía y asociaciones de ideología parecida a la suya concluyeron convenientemente que el problema de Lavapiés no eran las redadas racistas, sino unos «tipos específicos de delincuencia» (okupas!!, 15M!!) que impedían hacer a la policía su trabajo y que para evitar que el barrio se convirtiera en un gueto, era necesario un plan con más policía. El plan en sí es más extenso y toca más temas, aunque para resumir relaciona seguridad y migración en un discurso racista que se mantiene ya desde hace mucho tiempo y que busca el alineamiento de la población trabajadora.
-¿Se trata de un barrio tomado por la policía? ¿Es equiparable a lo que ocurre en otras barriadas madrileñas?
El índice de delincuencia en Lavapiés es sensiblemente inferior al del resto del distrito centro de Madrid. Sin embargo tiene fama de ser un lugar peligroso, degradado, atemorizante, lleno de ocupas, inmigrantes y antisistemas. Gran parte de este sentimiento de inseguridad viene originado por la xenofobia de parte de la población y de la ya mencionada relación entre migración y delincuencia que se fomenta desde las instituciones. También por el pasado del barrio, ya que hace años podemos hablar de un barrio más degradado que en la actualidad. Todo esto es la excusa perfecta para las redadas racistas y la enorme presencia policial en el barrio. Tenemos «lecheras» en las plazas muchas tardes. El plan de seguridad incrementa el número de operativos y secretas destinados al barrio. La cantidad de coches patrulla es exagerada. Vivimos en un barrio totalmente tomado por la policía. Últimamente, cada manifestación que termina en el centro de Madrid es excusa para que la UIP venga a realizar cargas por nuestras calles, arrasando con lo que «pilla». No hay que olvidar que Lavapiés tiene muchos ejemplos de colectivos de activistas contra el sistema que plantean otras formas de organizarse y esto molesta al poder. Además vivimos un proceso (o intento) de «gentrificación» desde hace ya tiempo. Esta presión policial viene muy bien a la administración, interesada en las posibilidades en cuanto a especulación urbanística de un barrio situado en pleno centro de Madrid
-Por último, ¿Qué tratamiento hacen los medios de comunicación convencionales del barrio de Lavapiés?
Los periódicos de masas son empresas al servicio de intereses privados y del capital. No percibimos entre unos y otros nada distinto en el trato que dan al barrio, más allá de lo que interese políticamente en ese momento a los que están detrás. Generalmente se mueven entre el tópico del Lavapiés degradado y el de la multiculturalidad, las fiestas con comidas étnicas y las percusiones africanas en librerías posmodernas y alternativas. El primer tópico trae policía al barrio. El segundo nos acerca a una ideología de la individualidad y la falta del compromiso político, un espacio en el que se convive «juntos, pero separados». Ambos traen permisividad con el sistema estatal opresor, que se ceba especialmente en la población migrante, y con las condiciones de vida que este origina. Cuando parte del barrio se ha echado a la calle a decir a la policía que no los quería en sus calles, lo único que han buscado ha sido el morbo, dándole un tratamiento superficial sin preocuparse para nada de los verdaderos y graves motivos por los que la gente hacía lo que hacía.
¿Puedes citar algún ejemplo?
Un ejemplo del tratamiento de los medios de comunicación es el de J.J. Barroso, periodista de El País. Hace unos meses, unos policías detuvieron a un chico senegalés a la puerta de su casa confundiéndole con un mantero al que venían persiguiendo. Empezaron a golpearle y varios compatriota suyos, hartos de estos habituales abusos policiales, se enfrentaros a ellos. Uno de los chicos iba armado con una zapatilla. La desproporcionada respuesta de los policías fue efectuar varios disparos al aire en una calle muy estrecha. La noticia publicada en El País (copiada de la nota policial, como hace habitualmente Barroso) hablaba de que los agentes habían hecho los disparos al ser amenazados por un grupo de personas del 15M que les agredieron. A las pocas horas se emitía por diferentes vías un vídeo que mostraba la realidad y obligaba a El País a rectificar la noticia. Barroso ha recibido recientemente un premio de la policía por difundir la labor policial.
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