El comunicado de Jordi Pujol reconociendo haber tenido dinero oculto en Andorra durante 34 años no es sólo un caso de corrupción, que lo es y grave, sino un terremoto político cuyas consecuencias son todavía difíciles de precisar, pero seguro que serán de gran alcance. Afectarán a la coalición gobernante (CiU), a la consulta y […]
El comunicado de Jordi Pujol reconociendo haber tenido dinero oculto en Andorra durante 34 años no es sólo un caso de corrupción, que lo es y grave, sino un terremoto político cuyas consecuencias son todavía difíciles de precisar, pero seguro que serán de gran alcance. Afectarán a la coalición gobernante (CiU), a la consulta y su desenlace, al mapa político catalán y a la situación política de los próximos meses y, quizá, años.
Desde el fin de la dictadura ningún presidente de gobierno, ni ningún jefe de partido, había sido durante tantos años tan importante para su partido y para su país. La caída de Pujol significa el fin de un mito y de un símbolo para mucha gente. Y se da en un momento de fuerte tensión política entre Catalunya y el Estado, y de creciente desgaste e inestabilidad del sistema de partidos en Catalunya y en el Estado español.
El primer y más grave afectado por la caída de Pujol será su propio partido (CDC) y la coalición que gobierna el país (CiU). Desde hace unos años, especialmente desde la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, CDC estaba mudando de piel, estaba pasando del viejo autonomismo al soberanismo, bajo el pilotaje de Mas y el beneplácito y la tutela de Jordi Pujol. La influencia de éste seguía siendo tan grande, que el proceso se estaba realizando de forma suave y no traumática; y si hubiera sido necesario, quizá incluso se habría podido intentar moderar o parar. Ahora no. Por eso los dirigentes de CDC hablan de refundación: hay que acelerar el cambio de piel, con prisas y sin el bálsamo protector de Pujol; hay que arrancarse la vieja piel a tiras, aunque provoque dolor en los militantes y votantes más tradicionales del partido.
Posiblemente la siguiente afectada por la crisis sea CiU, la coalición con la Unió Democrática de Duran i Lleida. Quizá algo sabía este viejo zorro del terremoto que se avecinaba, porque cinco días antes había abandonado su puesto de secretario general de la coalición, marcando un nuevo distanciamiento en su búsqueda de una «tercera vía».
La refundación de CDC significa básicamente acentuar los rasgos soberanistas y mantener el compromiso de la consulta; las palabras sobre contenido social y regeneración democrática son puro humo que el viento de los hechos concretos dispersará en pocos días. El compromiso con la consulta lo afirmó Mas después de su entrevista con Rajoy. Y lo confirmó el flamante coordinador general de CDC, Josep Rull, en una entrevista a La Vanguardia. El entrevistador le sondeó con la siguiente pregunta: «Después de la reunión [con Rajoy] el president Mas vino a decir que si la consulta no es legal, el 9-N no se pondrían urnas…», Y Rull contestó: «Las urnas se pondrán siempre dentro de la legalidad. Y hago hincapié en el término siempre. Que nadie se equivoque, las urnas siempre estarán. Es nuestro compromiso insoslayable». En el contexto de la entrevista está claro que Rull hablaba de la legalidad catalana y de su defensa frente al Tribunal Constitucional. Aunque al final admitía que si, pese a todo, el 9-N no se puede hacer la consulta, «hay otras alternativas democráticas». En una posterior entrevista en El País, Rull volvió a expresarse en términos semejantes.
Lo anterior significa que, probablemente, la prueba de fuerza alrededor de la consulta se mantendrá hasta el propio 9-N, que no habrá retirada suave, que el Estado se deberá emplear a fondo para evitar la consulta; que se necesitarán una o varias resoluciones judiciales con las correspondientes amenazas. A partir de aquí no está claro si Mas tendrá el valor de poner las urnas pese a todo y que las deba retirar alguna de las fuerzas armadas del Estado; o de llamar a la desobediencia civil pidiendo a la población que vaya a votar al amparo de la legalidad catalana. No parece lo más probable. La opción preferida por Mas parece ser la convocatoria de elecciones, que algunos llaman plebiscitarias.
Pero si hay elecciones, se llamen como se llamen, parece difícil que las gane CiU (si todavía existe) o CDC. Hace tiempo que las encuestas vienen señalando la posibilidad de que ERC sea el partido más votado. La caída de Pujol refuerza esta posibilidad. El campo del soberanismo al cual se está mudando CDC, hace ya tiempo que está ocupado por ERC y tendría lógica que los electores prefirieran el original a la copia, sobre todo si no está desgastado por las políticas de austeridad ni por el escándalo de Pujol.
Sin que sirva como cita de autoridad, sino como mera ilustración del ambiente que se vive en algunos sectores de CiU, puede servir la entrevista que el periódico digital VilaWeb hizo a la exconsellera de Educació, Carme-Laura Gil. Su perspectiva es la de un gobierno de ERC sin mayoría absoluta, en la que una CDC disminuida tendría todavía un lugar importante, pero en el que Artur Mas ya no desempañaría ningún papel: «Y no porque no se lo merezca, pero cuando nos haya llevado al punto de partida donde debemos estar, tengo entendido que se irá. Y después será Junqueras quien continuará…».
Si un gobierno de ERC llegara a hacerse realidad sería un cambio substancial del mapa político catalán, que en los últimos 34 años ha estado hegemonizado por CiU y cuya alternancia ha estado asegurada por el PSC. Pero ERC no es sólo un partido independentista, sino también un partido menos consolidado que CDC, más inestable, más impredecible. Este solo dato desestabilizaría la situación política catalana, por más que el cambio que pueda esperarse de ERC sea fundamentalmente en el terreno político y sólo muy limitadamente, en el mejor de los casos, en el terreno social.
Pero es que, además, la alternativa tradicional, el PSC, está en plena crisis y no parece que la dirección de Miquel Iceta vaya a resolverla. Principalmente por dos razones. Porque insiste en un federalismo que no reconoce el derecho a decidir y, al menos en los próximos meses, parece difícil ser una alternativa de gobierno en Catalunya sin aceptar este derecho. Pero, además, porque incluso este tipo de federalismo necesitaría una reforma constitucional que el PSC no tiene la capacidad de impulsar, ni siquiera si el PSOE ganara unas futuras elecciones, porque seguiría siendo necesaria la colaboración del PP para que prosperara; cosa que está excluida.
Es difícil imaginar el desenlace de la situación de inestabilidad y crisis del mapa político tradicional que se está generando en Catalunya. Pero sí se puede constatar que se abre una oportunidad excepcional para construir una alternativa unitaria de izquierdas que tenga un peso determinante en la situación, por la sencilla razón que es necesaria, no existe y mucha gente es consciente de ello. El «no nos representan» ha calado profundamente, también ha aumentado mucho la conciencia de que no basta la lucha en el barrio, la empresa, la escuela, el hospital, etc. y que es necesaria una alternativa política; que ésta debe defender el derecho de Catalunya a decidir, pero en todos los terrenos, a decidir sobre todo, en primer lugar en la determinación de las necesidades de la población que deben ser atendidas de forma prioritaria; y que las decisiones hay que tomarlas de forma participativa y realmente democrática. El éxito de Podemos en las pasadas elecciones europeas fue uno de los exponentes de que es necesaria una alternativa diferente. Ahora hay que profundizar en la brecha abierta. En Catalunya mucha gente está trabajando por la construcción de alternativas (Guanyem, Trobada Popular Municipalista, Parlament Ciutadà, Procés Constituent, Podem, etc.). Para que culminen en una alternativa a nivel de país que pueda ser determinante, se va abriendo camino la idea de que se necesita un programa de mínimos capaz de iniciar la ruptura; que es necesario incorporar a un gran número de personas activas en movimientos y entidades, a fin de asegurar el arraigo en la realidad social; que es necesario también hacer un llamamiento a todos los partidos que pueden ser favorables al cambio; y desarrollar formas participativas y democráticas, que aseguren el protagonismo de la gente y que eviten que las decisiones sean tomadas sólo por una cúpula. Estamos solo en los inicios y los primeros pasos son prometedores. Pero, por muy favorable que sea la situación, el éxito va a depender de la lucidez, la imaginación, el talante unitario, la amplitud de miras y la generosidad de todos las personas implicadas. La diferencia es que ahora es posible y está en nuestras manos.