*Ocupan en Lausana y Ginebra sedes de multinacionales
*La Cargill en la mira
Manifestación en agosto de 2019 en Berna (Suiza), en defensa de la Amazonía. Foto Sergio Ferrari.
A la calma suiza de mediados de febrero le sonó su despertador social. El lunes 17, centenares de militantes del movimiento Rebelión contra la Extinción (Extinction Rebellion según su sigla en inglés) realizaron en una misma mañana, cuatro protestas contra trasnacionales dedicadas al comercio de productos básicos y petróleo en Suiza francesa. Concluyeron con una advertencia en la sede de Nestlé, en Vevey.
En la mira de los militantes ambientalistas, las sedes de las empresas de alimento Cargill, así como, las comercializadoras de petróleo Vitol, Mercuria e Ifchor. El objetivo de las ocupaciones: denunciar la responsabilidad de esas transnacionales en el cambio climático.
La Cargill, desde Ginebra -en tanto filial de la casa madre norteamericana radicada en Minnesota y fundada en 1865- se dedica a operar en el comercio de granos y oleaginosas. La trasnacional con 160.000 empleados en 70 países es uno de los pesos pesados en el sector de la alimentación a nivel mundial. Opera con servicios agrícolas, granos y semillas, algodón, aceite de palma y alimentos para animales. Así como en los sectores de la carne, aceite, huevos, endulzantes, harinas, almidones, cacao y chocolate, por citar algunos renglones.
XR (Extinction Rebellion) había ya anticipado hace algunas semanas la realización de una acción de desobediencia civil contra el sector privado. El tercer lunes de febrero, realizó acciones simultáneas en Ginebra y Lausana, buscando acaparar la atención mediática sobre la responsabilidad de empresas cuyo accionar – según los manifestantes- contribuye significativamente a las emisiones de gas de efecto invernadero.
Los militantes acusaron de “ecocidio” a dichas empresas, denunciando los métodos indiscriminados de extracción de materias primas, así como de deforestación masiva para implementar cultivos intensivos. “Estas empresas destruyen el planeta. Y Suiza es uno de los principales centros rotatorios del comercio de materias primas”, enfatizó una de las portavoces del movimiento en declaraciones al cotidiano helvético Le Courrier.
Desobediencia civil
XR se ha convertido desde su lanzamiento a fines del 2018 en Londres, en uno de los movimientos sociales más activos a nivel internacional, con grupos nacionales implantados en muchos de los países europeos. Argumenta su acción directa en la gravedad de la crisis del planeta y la necesidad de una movilización resistente para cuestionar la inoperancia del poder político en relación a la degradación ambiental.
Dentro de los principios y valores de la que se define como “red no violenta” y de desobediencia civil, admiten una visión de cambio global, apostando a movilizar al 3.5% de la población mundial para conseguirlo. Defiende a una “cultura regenerativa”, desafiando autocríticamente el comportamiento individual con respecto al clima y aceptando la necesidad de salir de “nuestras zonas de confort para el cambio”. A nivel metodológico y organizativo se oponen a las jerarquías de poder; y defienden la autonomía y descentralización, creando colectivamente las estructuras necesarias para desafiar al poder.
En Suiza, particularmente activa en la región de habla francesa, desde el año pasado XR ha promovido diversas protestas locales o regionales, como el repetido bloqueo de puentes y calles centrales de la ciudad de Lausana, o la entrada del aeropuerto internacional de Ginebra-Cointrin, en noviembre último. En junio, un grupo reducido de militantes de Rebelión contra la Extinción se encadenó frente a la puerta central del Parlamento Nacional, en Berna.
Nueva «lógica» jurídica… y política
El 13 de enero pasado, un tribunal reunido en la ciudad de Renens (en la periferia de Lausana) declaró no culpables a doce activistas ambientales que en noviembre del 2019 habían realizado una acción de protesta en la sucursal del banco Credit Suisse, en la capital del Cantón de Vaud.
Improvisaron en el hall de dicha entidad un partido de tenis con el objetivo de denunciar la relación de sponsor que mantiene dicho banco con el famoso tenista Roger Federer. Los activistas responsabilizaron a dicha entidad por su acción antiecológica al promover ciertos rubros financieros e inversiones especulativas.
En vista de una «innegable» emergencia climática, la sentencia anunciada por el Tribunal, consideró que los jóvenes activistas habían llevado a cabo una operación «necesaria y proporcionada». Reconociendo que el cambio climático representa un “real peligro”. Los jueces subrayaron el carácter no violento de la protesta, la no existencia de daños colaterales y el tiempo corto de la misma.
Esta decisión jurídica creó un precedente importante en el derecho suizo. Priorizar la emergencia climática por sobre los argumentos de respeto a la propiedad privada, esgrimida por la justicia tradicional, cambia un sacrosanto paradigma interpretativo.
Por otra parte, en las recientes elecciones del 9 de febrero pasado para renovar uno de los siete puestos del Gobierno del Cantón de Vaud, una joven militante ambientalista elegida por sorteo por su colectivo asociativo, obtuvo el 23 % de los sufragios, que, aunque no le alcanzó para ganar, representó todo un récord para una candidata contestaria, ambientalista y sin partido político.