Todos los veranos los medios de información nos inundan con una muy buena noticia a celebrar muchísimo. Se trata del vertiginoso crecimiento del megaturismo en el mundo, potenciado por los insaciables intereses del neoliberalismo global y sus poderosas megacorporaciones globales globales.
España presume de ser una de las primeras potencias del turismo a escala mundial, puesto que cada verano nos visitan nada menos que 80 millones de turistas. Y nos inducen a celebrarlo con gran jolgorio cada verano. Una vez mas estamos ante el inicio de este mes de julio de 2024, en el que ya empieza a producirse este espectacular y sin sentido jolgorio.
¿Pero realmente esto es algo como para celebrar? ¿o se trata de una alegre y patética gran tragedia? Esto lo podemos averiguar si analizamos quién es el que sale ganando con este monstruoso megaturismo y quiénes son los que pierden con él. Los que ganan sólo son unos poquísimos empresarios del dañino y suicida megaturismo y los que pierden son tres amplias víctimas: a) El sector social, sobre todo el de las bases trabajadoras. b) La calidad de vida, que es agredida y degradada por el megaturismo, también es agredido el vecindario autóctono. c) El medio ambiente (la biosfera).
Pese a todo, por estas fechas con gran frecuencia te suelen preguntar ¿a qué Chimbanbas irás este verano? Así que para sentirte feliz tienes que contestar que vas a ir a un sitio muy lejano.
a) El sector de bases trabajadoras
Son víctimas sociales. Por una parte, las bases trabajadoras que caen en la más profunda precariedad laboral, por otra los vecinos autóctonos de cada barrio, que ven que su sobrevivencia en el barrio se hace cada vez más insostenible debido a la invasión del megaturismo.
En las bases trabajadoras, a causa de los acumulativos intereses de las megacorporaciones, se encuentran:
– En primer lugar, los trabajadores que fueron expulsados en masa de las megaciorporaciones mediante expedientes de regulación de empleo (ERES),dado que la empresa ya no los necesitaba por que le resultaba más rentable sustituirlos por los robots, la tecnología electrónica (tecnología-e), el tecno-colonialismo (T. C.), la inteligencia artificial (I. A.) etc.
Por todos estos motivos se está dando el caso de que las megacorporaciones “ya no necesitan a las personas ni para la producción, ni para la reproducción” [1]. De ahí que el matrimonio y la familia estén hoy muy en declive.
– En segundo lugar, convertidos en unos parados con la urgente necesidad de sobrevivir, muchos de ellos montan un pequeño bar o restaurante. Pero resulta que al tener que ser ellos los únicos responsables del negocio, porque sus precarias reservas económicas (derivadas de una pequeña indemnización por el despido) no dan para otra cosa, en realidad en lo que se convierten no es en un emprendedor autónomo, en un empresario boyante, sino más bien en un esclavo de sí mismo, que tiene que trabajar sin descanso para no tener que cerrar su pequeño negocio, ya que resulta muy difícil intentar competir con las megacorporaciones del megaturismo, las cuales en muchos casos son precisamente las que le expulsaron al paro.
Pero aún es peor, si cabe, el otro recurso (de quien se queda en el paro) de buscarse la salida a base de ponerse a trabajar como asalariado en una megacorporación del megaturismo. Pues lo más probable es que sólo encuentre trabajo precario sumiso y temporal de a lo sumo sólo tres meses de duración. Con suerte podrá hacerse con un contrato de trabajador fijo discontinuo de unos pocos meses al año.
b) la calidad de vida, que es degradada por el megaturismo. Agresión al vecindario autóctono
Otras víctimas de estos 80 millones de turistas, como ya he mencionado ,son los vecinos autóctonos de cada barrio.
Resulta que la calidad de vida es constantemente degradada por los insaciables intereses del neoliberalismo global y del megaturismo, pues con sus poderosas megacorporaciones, no dejan de usar la muy degradante ley de oferta y la demanda. Esta ley nos dice que “a menos demanda que oferta de un determinado producto o servicio, el que oferta se ve obligado a ofrecer más calidad y mantener los precios bajos para atraer al demandante (en este caso hay poco volumen de negocio). A más demanda que oferta, el que oferta puede permitirse bajar la calidad y subir los precios”. Así que, en el caso de un megaturismo de 80 millones de turistas, esta ley origina la aceleración desorbitada de beneficios y el crecimiento económico oligárquico global ilimitado, es decir un enorme volumen de negocio, pero que se consigue a costa de una bajada acelerada de la calidad de vida de casi toda la población.
En efecto, los alimentos dejaron de provenir de la elaboración artesana, y sana, y comenzaron a ser comida basura, para grandes masas de consumidores proporcionada por la agroindustria que utiliza los macrocultivos constituidos por enormes latifundios de monocultivos tratados con técnicas químicas de agrotóxicos, que no solo son nocivos para la salud de los humanos, sino también para la de los suelos, pues los fertilizantes químicos (casi siempre derivados del petróleo), a largo plazo matan a los suelos vivos ocasionando desertificación química. Otra degradación alimentaria es usar alimentos congelados o con contenidos en hormonas o multitud de edulcorantes, espesantes, colorantes, etc., registrados todos con una letra E seguida de un número de tres cifras. O también esas comidas basura precocinadas o enlatadas. Y según la ley mencionada, toda esta basura se obtiene con incesante y acelerado aumento de precios.
Pero lo que tal vez hayan notado más los vecinos de los barrios sea la agresión que supone la invasión de 80 millones de ávidos turistas consumistas. Además, en este ámbito también es aplicable la ley de la oferta y la demanda, por lo que la masiva invasión ha originado una continua subida de precios en la vivienda, tanto en régimen de compra como en alquiler. Esto y la carestía de vida ha puesto al vecino autóctono del barrio en la tesitura de tener que abandonarlo.
Y paralelamente a la invasión del megaturismo en cada barrio (o en muchos barrios), apareció el fenómeno denominado gentrificación que consiste en la llegada de muchos foráneos a determinados barrios (paisanos de otros barrios o extranjeros) que han sido destinados, por las megacorporaciones del megaturismo, para desarrollar una macrohostelería, tanto de restaurantes, hoteles, bares y terrazas como de alquileres turísticos, que pueden ser por meses, por semanas e incluso solo días, y de pisos o sólo habitaciones. La gentrificación ha traído desnaturalización de barrios que eran populares con su propia idiosincrasia histórica fraguada durante siglos, algunos tenían buena carga de riqueza multicultural debido a la existencia en ellos de personas de muy diversas procedencias y continentes. La llegada masiva de estos originadores de la gentrificación puso en marcha una vez más la ley de la oferta y la demanda originando un motivo más para las subidas de los precios de las viviendas. En cuanto a gentrificación y megaturismo un ejemplo muy señalado fue el de Barcelona.
El ejemplo emblemático de Barcelona.
Los 8 millones de turistas al año que invaden Barcelona, (la décima parte de los que vienen a España) generan 20 millones de euros al día. Es la cuarta ciudad más visitada de Europa, sólo detrás de Paris, Londres y Roma. Ello trajo una invasión de comida basura (transgénicos, alimentos de agricultura química, congelados, etc.), lo que destrozó la tradicional y excelente gastronomía catalana, artesanal, de aproximación, ecológica, etc. Además, a causa de la invasión turística muchos vecinos se vieron forzados a abandonar sus barrios.
En el caso de Valencia el megaturismo trajo una multitudinaria proliferación de restaurantes de comida rápida basura (a la americana, que es lo que se lleva y lo juvenil) de hamburguesas, pizzas estándar, etc., y que están convirtiendo a la espléndida paella valenciana en una especie en peligro de extinción. Y en la mayoría de los casos, las paellas de hoy son bastante peores que las de antes de la globalización. La globalización se está dejando notar.
Otra degradación insoportable de Barcelona es que no paran de llagar al puerto inmensos cruceros transatlánticos, auténticas ciudades de rascacielos flotantes, que en cuanto atracan arrojan rápidamente más de 30.000 ávidos turistas consumistas que lo inundan todo. Con esta tamaña invasión, los propios turistas no pueden disfrutar de su intento de visita, máxime cuando sólo cuentan con un tiempo limitado de permanencia. Pero al sistema lo único que importa son las altas rentabilidades y el crecimiento, no atender bien a los clientes, aunque continuamente presuman de ello. Una de las mayores atracciones de Barcelona resulta ser La Sagrada Familia de Gaudí, que es nada menos que el monumento más visitado de España, que atrae a más de 3,5 millones de turistas al año. Por otra parte, es importante el Parque Güell, en el cual, en vista de que el número de visitantes de este parque es de 25.000 al día, han decidido terminar con la entrada libre y solo se puede entrar si se paga un ticket de elevado precio. Una vez más la dichosa ley de la oferta y la demanda. La conclusión de todo esto es que Barcelona se está convirtiendo en una ciudad insoportable e insostenible.
c) El medio ambiente (la biosfera)
Esos 80 millones de turistas que cada año vienen a España, suponen una invasión de individuos que vienen a cagarse en el territorio español, y lo digo en sentido simbólico de destrozo, aunque también por su contaminación que nos inunda. Y no solo la de sus excrementos, que si se supieran utilizar como antaño se utilizaban todo tipo de ellos para abonado orgánico (guano, polliniza, gallinaza, palomino de palomar, estiércol de oveja, diferentes tipos de compost, etc.) podrían ser un rico aporte natural. Pero esta preciosa materia orgánica (M. O.) de los 80 millones de turistas no se sabe utilizar, ni se utiliza como podría ser como un rico abono natural (mejor que el toxico abono químico), sino que por el contrario rápidamente la convierten en una sustancia de lo más tóxica y contaminante.
Y lo peor no es solo esto, lo peor es que vienen a destruir nuestros ecosistemas, nuestras ciudades históricas que las convierten en engañosos parques temáticos artificiales del momento. Para las megacorporaciones globales del megaturismo, sólo cuentan la rentabilidad y el crecimiento económico oligárquico global ilimitado, y para lograrlo, si hay que destruir el planeta se destruye, si ello nos asegura un gran volumen de negocio, algo que es sagrado para el capitalismo. En esta “democracia” sí que se defienden los valores de Occidente, es decir los valores en bolsa, que son los únicos que existen en este sistema del crecimiento económico oligárquico global ilimitado, lo demás son mentiras y engaños continuos.
Además, estos millones de turistas, debido a sus constantes desplazamientos (muchas veces muy remotos), generan gases de efecto invernadero (GEI) como dióxido de carbono (CO2), óxido nitroso (N2O) y metano (CH4) que son potentes contaminantes atmosféricos.
En fin,que estemegaturismo está originando un acelerado cabio climático, calentamiento global, agotamiento de recursos no renovables, gran disminución de agua dulce y desertificación.
Nota:
[1] EL ROTO
Julio García Camarero es doctor en Geografía por la Universidad de Valencia, ingeniero técnico forestal por la Universidad Politécnica de Madrid, exfuncionario del Departamento de Ecología del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias y miembro fundador de la primera asociación ecologista de Valencia, AVIAT
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.