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¿Tambores de paz en el País Vasco?

Las víctimas del engaño democrático

Fuentes: Diagonal

Impulsado por la clara voluntad de una mayoría de la izquierda abertzale, lo impensable se está materializando: el cinturón de castidad que ha supuesto la lucha armada para el conflicto social y político, parece a punto de romperse. Se abren escenarios políticos inéditos que conviene abordar desde la perspectiva de los de abajo: los relatos […]

Impulsado por la clara voluntad de una mayoría de la izquierda abertzale, lo impensable se está materializando: el cinturón de castidad que ha supuesto la lucha armada para el conflicto social y político, parece a punto de romperse. Se abren escenarios políticos inéditos que conviene abordar desde la perspectiva de los de abajo: los relatos de los hechos son el espacio privilegiado de la pugna.

El Día en Memoria de las Víctimas del Terrorismo, instaurado en la Comunidad Autónoma Vasca para el 10 de noviembre, ha revelado en su primera edición, la vocación de instrumento político con el que nació. Celebrado por las autoridades autonómicas con asistencia de las asociaciones de víctimas, contó también con sonoras ausencias y con la oposición de colectivos de memoria histórica como la coordinadora Lau Haizetara Gogoan. Asimismo, durante la víspera se dio a conocer la próxima edición de un estudio de la Fundación Euskal Memoria que contempla 474 víctimas a manos de las autoridades en el período 1960-2010. De este modo, la celebración del Día en Memoria ha convertido a las víctimas del último medio siglo, ocasionadas por los grupos armados de oposición y a las causadas por las autoridades vigentes, en un macabro ranking en el que el argumento tu quoque -«tú también»- encabeza las reflexiones que surgen desde el campo de la izquierda rupturista.

«Ten moito coidado con esas verdades coma templos, pode que sexan simplezas do mismo tamaño». Más llamativo es el inicio de este cómputo de fallecimientos. El Día en Memoria arranca en 1960 con la muerte de la niña Begoña Urroz el 27 de junio, a causa de las heridas producidas por el estallido de una bomba en la consigna de la estación de Amara de Donostia, consigna en la que la pequeña se encontraba desafortunadamente jugando. Atribuida y reivindicada en su momento por el luso-hispano Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL) en el marco de una sucesión de explosiones en estaciones de tren y vías férreas, la acción comenzaría a ser atribuida a ETA a partir de septiembre de 2000, fecha en la que el economista y político socialista Ernest Lluch adjudicó la autoría de esta acción a la organización vasca, basando su afirmación únicamente en su convencimiento moral. Su muerte en atentado dos meses después finiquitaría el probable debate alrededor de tan arriesgada afirmación. A partir de entonces, comenzó a frecuentarse tímidamente la inclusión de la niña Begoña en algunas de las cronologías de víctimas de ETA adelantándose de 1968 a 1960 la fecha de la primera muerte ocasionada por ésta, en enero de 2010, el diario El País lanza un reportaje sobre la explosión de Donostia centrado en remarcar la autoría de ETA, que precede al homenaje a sus familiares de febrero de 2010 por el Ayuntamiento socialista de Lasarte-Oria. La atribución de esta acción levanta dudas y en algunos diarios se recogen opiniones cualificadas que insisten en la responsabilidad del DRIL. En mayo el Parlamento autonómico instaura el 10 de noviembre como Día en Memoria de unas víctimas que se contabilizan a partir del atentado de Amara de 1960, que el rodillo democrático atribuye sin dudas ya a ETA.

Se ha convertido a las víctimas en un macabro ranking en el que el argumento tu quoque encabeza las reflexiones de la izquierda rupturista

«Aprovietar o vento… e non esquecer o rumbo». Las brumas del tiempo han borrado la identidad del DRIL, un grupo armado surgido en el exilio americano y que consiguió agrupar a decenas de militantes lusos y españoles en la tarea de derribar a las dos dictaduras fascistas asentadas por entonces en la Península. De fuerte presencia galega, el DRIL surgía del optimismo ante el triunfo de la guerrilla cubana de 1959, en cuya instrucción habían participado algunos combatientes ibéricos exiliados. De la ruptura de una primera Unión de Combatientes Españoles (UCE) extendida en el área caribeña, que había recogido las buenas palabras del Gobierno republicano en el exilio y la hostilidad explícita del Partido Comunista, y su posterior fusión con el exilio portugués, especialmente en Venezuela, vendría el origen del DRIL, que contaría con algunos núcleos en Francia y Bélgica.

El 18 de febrero de 1960 estallaban distintas cargas en Madrid; dependencias municipales y en la sede de Falange, otras dos eran desactivadas, y a resultas de las deflagraciones moriría poco después el militante del DRIL José Ramón Pérez Jurado, lo que aceleraría las detenciones del núcleo en Madrid. En consejo de guerra sumarísimo, Antonio Abad Donoso sería fusilado el 8 de marzo, mientras que un tercero recibiría la condena de 30 años de prisión. Meses después de estos hechos, una nueva campaña de explosiones -estaciones Norte de Barcelona, Norte de Madrid, Norte y Amara de Donostia y tren correo Madrid-Barcelona- tenía lugar entre los días 26 y 27 de junio. Las autoridades franquistas hablarían siempre de grupos subversivos llegados del exterior, mientras que el DRIL reivindicaba en rueda de prensa la autoría de los hechos y lamentaba la muerte de la pequeña. En enero de 1961 tuvo lugar el secuestro, en aguas internacionales, del crucero Santa María con destino Lisboa- Vigo, que terminaría gracias a la mediación del presidente de la República de Brasil con la vuelta como refugiados políticos de los guerrilleros del DRIL, éxito que impactaría notablemente en los nuevos grupos disidentes en el interior, y remarcaría el valor de la lucha armada y del creciente poder de los media.

Fue un exponente de la transición entre la vieja oposición al régimen franquista vencida en la guerra y las nuevas generaciones políticas

«Ter seguridade mais saber dubidar». El DRIL fue un grupo atípico, como lo son sus ‘mandamientos’, 47 aforismos, algunos de los cuales encabezan algunos párrafos. Efectivamente compuesto por combatientes ibéricos, fue un exponente de la Transición entre la vieja oposición al régimen franquista, surgida de las fuerzas vencidas en la guerra y las nuevas generaciones políticas influidas por el clima antiimperialista y el optimismo revolucionario de los triunfos del foquismo. Su intervención armada en 1960 irrumpe en un régimen autoritario que se ubicaba ya en el paradigma del capitalismo norteamericano, y que comenzaba el gran cambio económico y social con sus parabienes políticos. En paralelo, los nuevos grupos políticos surgidos en el interior al calor de las nuevas condiciones sociales y en ruptura con las viejas organizaciones de preguerra (FLP, ETA), llevarían a cabo sus propias evoluciones durante toda aquella década que encaminarían a algunos de estos durante la siguiente preferentemente hacia la lucha armada.

Tiene el trasfondo de afianzar una imagen perversa de la organización vasca basada en unos orígenes crueles

Adjudicar la desgraciada muerte de la niña Begoña a la ETA de 1960 tiene el obvio trasfondo de negar este común origen de los nuevos grupos del interior y la negación de toda evolución, afianzar una imagen perversa de la organización vasca basada en unos orígenes políticos objetivamente crueles. Pero la maniobra gubernamental nos devuelve también nítidamente la imagen de la democracia española como mera continuación del segundo Franquismo, aquel que comenzó en la década de los ’60 bajo el apadrinamiento del Fondo Monetario Internacional. Así la postrera y mentirosa recuperación de Begoña Urroz desentierra al fantasma del fusilado Abad Donoso y éste, a su vez, nos interpela sobre la naturaleza del actual régimen y del binomio capitalismo-democracia.

Jtxo Estebaranz. Historiador militante.

Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Las-victimas-del-engano.html