Se levantan con el alba y se van a descansar, muchas veces, cuando ya hace rato todos duermen en casa. Son las que, posiblemente, asumen los trabajos más duros, pegadas a la tierra y las fincas, atendiendo surcos o animales, pendientes además de sus familias. Pocas veces, sin embargo, se les reconoce todo lo que […]
Se levantan con el alba y se van a descansar, muchas veces, cuando ya hace rato todos duermen en casa. Son las que, posiblemente, asumen los trabajos más duros, pegadas a la tierra y las fincas, atendiendo surcos o animales, pendientes además de sus familias. Pocas veces, sin embargo, se les reconoce todo lo que hacen.
Las voces de muchas de ellas, repartidas por los extensos campos de Cuba, acaban de ser recogidas en un volumen presentado la pasada semana en La Habana, durante el IX Feria Internacional de Libro, días de maratónicas jornadas de presentaciones, ventas e intercambios sobre los más variados temas, que cada febrero acoge la capital cubana.
En 50 voces y rostros de líderes campesinas cubanas, igual cantidad de mujeres dejan el anonimato para contar sus logros y pesares, y dar fe de una historia transformadora: la que han hecho, con su aporte productivo, a la vida del campo y la que, a la vez, las ha cambiado para siempre.
«Desde que me gradué de ingeniera, trabajé vinculada a una cooperativa. Nunca pensé en el alcance que tenía lo que había hecho, hasta que leí en este libro la historia de mi vida», confesó Débora La O Calaña, durante la presentación del volumen de testimonios, publicado por la editorial Caminos, del Centro Memorail Martin Luther King, fruto del trabajo conjunto de Oxfam y la Asociación Cubana de Agricultores Pequeños (ANAP).
La O, una de las 50 entrevistadas, aseguró que «cada una de las historias de este libro ha ido marcando un punto de partida».
En su caso particular, la actual dirigente de ANAP a nivel nacional reconoció que, muchos años atrás, cuando le dieron la tarea de dirigir esa organización, en un municipio de la provincia La Habana, lo primero que se propuso fue «demostrarles a todos que podía hacerlo bien».
Entonces era una precursora: sin siquiera proponérselo ni tener una idea clara al respecto, se convertía en la primera cubana que asumía un puesto de dirección, a ese nivel, en la organización campesina. «En ese momento se abría paso la mujer dirigente en la base», resume ahora.
Pero si algo demuestran los relatos y testimonios de 50 voces y rostros de líderes campesinas cubanas es, precisamente, que este no es un camino concluido ni tampoco fácil.
«En cuanto terminé el servicio social, me vinculé al trabajo de una CPA (cooperativa de producción agropecuaria). Allí no creían en mí: era muy jovencita, tenía 24 años. Me decían ‘la ingenierita'», se puede leer sobre los inicios de Debora de La O, en el relato titulado «Una ingenierita con los pies en la tierra».
Esas y otras barreras siguen en pie. «Pueden dictarse leyes y decretos, que eso solamente no logra transformar la conciencia social ni produce los cambios necesarios», asegura a SEMlac Juan Carlos Loyola, coordinador del proyecto «Implementación de la estrategia de género de la ANAP en las cinco provincias orientales».
Esa experiencia abarca 10 cooperativas en las provincias de Guantánamo, Santiago de Cuba, Granma, Holguín y Las Tunas, donde se desempeñan la mayoría de las entrevistadas y se han llevado a cabo numerosos talleres y acciones de sensibilización a favor de la equidad de género.
Muchas mujeres se han ido sumando a las cooperativas, agrega Loyola a SEMlac, pero todavía el potencial es enorme, sobre todo entre aquellas que «no son reconocidas ni bajo el propio techo de su casa, ya sea por desconocimiento o por una cultura machista histórica, aprendida», sostiene.
Surgida en 1961, la ANAP reúne al sector cooperativo y de pequeños agricultores y cuenta con más de 4.000 cooperativas, con más de un millón 900.000 hectáreas. A finales de 2008, esa organización sumaba 333.776 asociados, de los cuales 39.552 eran mujeres, cerca del 12 por ciento de participación femenina.
En opinión de la psicóloga Yohanka Valdés, una de las autoras del libro, «para lograr un cambio se necesita la sensibilidad de todas las partes», hombres y mujeres.
«Nosotras somos otras después de esta experiencia», agregó la otra autora del libro, Yuliet Cruz, también psicóloga, al referirse al contacto directo que pudieron entablar las jóvenes citadinas con las líderes campesinas, durante el proceso de recogida de testimonios.
Según su apreciación, lo más difícil fue seleccionar solo 50 entrevistadas de un grupo de más de 70 con las que hablaron e intercambiaron durante el proceso de realización del proyecto editorial.
«La realidad fue mucho más rica porque nos descubrió otros liderazgos que no habíamos visibilizado», sostuvo. «Algunas de esas mujeres son las esposas de hombres que ostentan, por ejemplo, el título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, y aunque ellas también son heroínas, no se hablaba ni se sabía de ellas», comentó Cruz.
A juicio de Valdés, quien se considera «una mujer comprometida con dar voz a otras mujeres», conocer a estas campesinas las enfrentó a sus propios liderazgos de mujeres cubanas. «Se fue derrumbando la idea de un liderazgo único: cada historia tiene su sello propio y es una visión particular de cómo se siente y se vive el ser campesina en la Cuba de hoy».
Para Beat Schmid, coordinador de Oxfam en Cuba, se trata, sobre todo, de un fruto en el empeño conjunto de esa organización y la ANAP en favor de la justicia entre hombres y mujeres, un camino que continuarán, dijo, para la consolidación de un sistema social más justo.
«Este libro cuenta la historia más reciente de Cuba escrita a través del lente de la mujer campesina» y es también, recalcó, «un homenaje a esas mujeres y una contribución a ese reconocimiento que no siempre tienen».