El ser humano no deja de dar sentido al género del absurdo, y eso trasladado a la política si cabe más. Al referirme a política me refiero a ese devenir de los partidos políticos y sus entresijos la cual vive atrapada en una angustia permanente, donde la esencia del existencialismo la invade, y como ejemplo paradigmático el affaire “Sumar”, en donde parece que poco importa la deliberación intelectual, ni siquiera el pragmatismo de lo que podría restar (contradicción presente). Escenificación de una apariencia donde todo esfuerzo se orienta al combate con el objetivo de vencer desde la ortodoxia inapelable de los números. Cuanto más mejor, porque seremos más y por lo tanto vosotros menos. Como digo, primera escenificación que se dio y que me sugiere… ¿qué estructuras programáticas, infraestructuras organizativas… en definitiva en la praxis se diferencia con Podemos? En este caso, consideraría más una respuesta acomodada a la genealogía del poder de nuestro querido Foucault que al devenir del absurdo o ¿podríamos conjugar ambas?
Y que me viene a recordar a Maquiavelo, sobre todo cuando relaciona tan meridianamente la política como el arte de conquistar el poder. Así cuando se llegan a oír afirmaciones como: “Yo no quiero ser tutelada por nadie” (en referencia a Podemos), se escenifica que de los sujetos que se habla en el Príncipe, los que gobiernan y los que necesitan ser gobernados, ha optado y se ha optado por gobernar sin mucho más que añadir ni que aclarar de quien… puede fallar en su elección de los medios, y será ineficaz, pero nunca falla en su elección de los fines: “Ser la primera mujer presidenta”.
Otra de las cuestiones que me reclama es la cuestión de la escucha, uno que desde hace tiempo viene elogiando y defendiendo la escucha, confirma y afirma que… somos lo que hablamos y Yolanda dice todo de sí misma al escucharla: “Yo estoy aquí no por primarias, sino por el dedo de Pablo Iglesias”. Pero no lo dice como elogio, sino como arma arrojadiza contra la propuesta de Podemos para realizar primarias. Cabría preguntarse, ante dicha afirmación ¿quién tenía la última palabra sobre esa decisión? ¿por qué asumió una decisión que no compartía? De no haberla asumido… ¿dispondría, ahora de la misma dimensión política, social y mediática? Pero lo que más me vendría a ocupar… ¿cuál fue su voluntad (intención) cuando aceptó dicha designación?
Y hablando de la escucha… Esslin acuñó el término de teatro del absurdo allá por el 1962, en concreto tras el estreno de la obra de Ionesco “La cantante calva” obra de diálogos inconexos en la que los mismos se fragmentan tanto que en la última escena llegan a ser sílabas sueltas carentes de sentido. Paralelismo que en el caso que nos ocupa puede ser esencial, ya que por tratarse como insignias de identidad grupal (los de verdad) terminan siendo postura determinante y diferencial con los otros que tiende a fetichizarse, quedando así fuera de toda posible crítica. Y que conduce sin remisión a la creación de frases con el fin de recalcar la novedad y el carácter distintivo de la nueva opción. La condición, un desplazamiento meridiano hacia el reconocimiento de la diferencia grupal, en definitiva, fraseología como única función de distanciamiento.
Y que trae a colación una de las últimas obras que escribió Shakespeare, Coriolano, donde un general romano consigue grandes triunfos, pero su orgullo hace que finalmente sea desterrado por orden de los tribunos de Roma por querer imponer su voluntad. Y cuando pierde su influencia marcha a casa de los mayores enemigos de Roma y se pone a la cabeza para liderar la caída de Roma. Y… “La traición (política) decía Maquiavelo es el único acto de los hombres que no se justifica”.
Sin la menor duda todo parece demasiado trillado, presencia cercana, que en la obra “shakespeareana” Coriolano, potencia a una población mil veces traicionada y olvida. Un pueblo abyecto que se compone de masa, plebe, despreciada, usada y dirigida por una líder que nada pueden ofrecerles más que sus intrigas. ¿Hemos aprendido algo?
Pero si de algo me recuerda el affaire “Sumar” es a la ya clásica alegoría brasileña, no sin ciertos tintes de absurdez, del pescador y el empresario, donde un joven empresario al ver la destreza en el pescar de un pescador y el poco tiempo que le dedicaba, le animó a dedicar más tiempo, cambiar de estilo para de esa manera conseguir más dinero… ante la pregunta del pescador de… ¿más dinero para qué? el empresario le fue contando las posibilidades de desarrollo de un innegable negocio que le daría más y más dinero, a lo que el pescador le volvió a insistir… y cuando sea el más rico y llegue a ser el rey de los pescados… ¿Qué? -Pues entonces podrás disfrutar de una vida tranquila y sosegada sin nada más que hacer que perder el tiempo. A lo que el pescador le respondió… Y ¿qué crees que hago ahora?
José Turpín Saorín es antropólogo.
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