Cuando a principios de este curso planificábamos el trabajo del Secretariado de Pastoral Obrera en nuestra diócesis, surgía con preocupación la necesidad de hacer visible a la sociedad y a la Iglesia la realidad de precariedad que viven amplios sectores del mundo obrero en nuestro entorno más cercano. ¿Mundo obrero? Tal vez esté aquí la […]
Cuando a principios de este curso planificábamos el trabajo del Secretariado de Pastoral Obrera en nuestra diócesis, surgía con preocupación la necesidad de hacer visible a la sociedad y a la Iglesia la realidad de precariedad que viven amplios sectores del mundo obrero en nuestro entorno más cercano. ¿Mundo obrero? Tal vez esté aquí la primera dificultad. A muchas personas les resulta difícil comprender a qué nos referimos cuando hablamos de mundo obrero, de clase obrera. Parecen palabras sacadas de los libros de historia. Pero hoy ¿sigue teniendo sentido hablar de mundo obrero? Es verdad que la realidad del mundo laboral ha cambiado mucho. De ahí la necesidad de mostrar esta nueva realidad del mundo del trabajo. Ahí está parte de nuestra labor. Ayudar a hacer presente esa vida, a través de medios sencillos. Contar historias. Reflejar en una hoja informativa, un comunicado, unos materiales de reflexión, en una reunión de grupo…, la vida y la experiencia de personas concretas.
Que podamos hablar de lo que se vive en los ambientes de trabajo, de paro, en nuestros barrios, en nuestras familias… Tal vez así reconozcamos que todo lo relacionado con el empleo está determinando gran parte de nuestra vida. Si nos fijamos en la Comunidad Autónoma Vasca, las grandes empresas siderometalúrgicas, emblemáticas en otro tiempo, han dado paso a otra realidad laboral. El Sector Servicios, como ocurre en la mayor parte de los países desarrollados, se ha convertido en el principal motor de nuestra economía. En Bizkaia en el año 2000 este sector movió en torno a 1,5 Billones de las antiguas pesetas. Y dentro de este sector, es innegable la importancia del comercio, y más concretamente de las Grandes Superficies Comerciales. Como dato, de los 296.400 empleados del sector servicios, 106.500 lo son de estos establecimientos comerciales. Un ámbito que vivió un aumento de 46 puntos en su actividad económica entre el año 2001 y 2002 en Bizkaia. (Fuente: EUSTAT).
A modo de ejemplo, hemos seleccionado 4 grupos empresariales y las cifras por ellos declaradas a nivel estatal en el año 2002. (Fuentes: CNMV y páginas web corporativas)
– Carrefour – Dia: 47.000 empleados/as, 143 millones de euros.
– Eroski: 29.000 empleados/as, 89,3 millones de euros.
– Alcampo – Sabeco: 14.000 empleados/as, 47,5 millones de euros.
– El Corte Inglés: 72.000 empleados/as, 534 millones de euros.
¿Qué hay detrás de estas grandes cifras? Al acercarnos a sus informes nos llamaba especialmente la atención el eufemismo con el que se trata la cuestión laboral. En ellos se difumina la palabra trabajador o trabajadora y se emplean expresiones como «colaboradores», «fuerza humana». Y cuando buceamos un poco más, aparece como una constante el control de los gastos y su expresión más típica: reducción de gastos laborales. ¿Cómo se consigue esto? Muy sencillo, a través de la precarización y la subcontratación fundamentalmente. Precarización y subcontratación que tienen nombres y rostros concretos, en su mayor parte mujeres jóvenes. Esas chicas que nos atienden con su mejor sonrisa cuando vamos a comprar, o que nos ofrecen cualquier producto o servicio a la entrada del Hipermercado, ¡esas mismas! Este es el nuevo rostro de los sectores más débiles del mundo obrero. Vamos a acercarnos a la experiencia concreta de una joven trabajadora en una gran superficie de Bizkaia. La intención es bien sencilla: cada vez que vayamos a un centro comercial, ser conscientes de las condiciones laborales que se están viviendo ahí. «La situación de la gente trabajadora en los grandes almacenes es bastante precaria. Normalmente en estas empresas, más de la mitad del personal es eventual, eso sí, salvo en los puestos de responsabilidad. La pauta que se sigue en la contratación de eventuales es hacerlo de cara a fechas concretas, incluso dándose casos de contrataciones a través de ETT para fines de semana (campaña de Navidad, rebajas, vacaciones,…).
Este tipo de empleos suele ser por tandas. Por ejemplo, en el lineal de cajas en vísperas de una campaña fuerte se puede contratar a veinte personas; además, los contratos varían, a algunas personas les hacen ir sólo los fines de semana, a otras días por la tarde,… Normalmente suelen trabajar una media de 24 horas semanales pudiendo ser ampliadas en cualquier momento si es necesario. Una vez terminada la campaña no renuevan contratos a excepción de unas cuantas que se pueden quedar para cubrir vacaciones o bajas. Una persona eventual en la zona de cajas puede llegar a acumular un año de trabajo, pero como los contratos son para periodos muy concretos para acumularlo pueden pasar dos años o más al estar siendo constantemente contratadas y despedidas.
Cada año en una empresa de este tipo suelen hacer fija a una persona o dos, normalmente es gente que ha entrado con recomendación. De todas maneras, la situación del personal fijo no es mucho mejor: jornadas partidas, cada semana se tiene un horario diferente, se trabajan más o menos horas,… Otro problema es el de las nóminas, ya que ahora han sido centralizadas y lo que se hace desde el centro de trabajo es mandar al departamento de nóminas un cálculo teórico de las horas que vas a trabajar. Esto supone que si por un casual trabajas más, las regularizaciones se hacen al mes siguiente, por lo cual es prácticamente imposible saber si cobras bien o mal. Esta es la situación de trabajadores en un centro comercial de la cadena Carrefour (pero es extrapolable al resto de cadenas). Sin embargo, en este tipo de centros existe otro gran volumen de trabajadores que están contratados por medio de empresas de Merchandaising o por las propias compañías distribuidoras que les contratan por horas en la mayoría de las ocasiones y con contratos hasta fin de obra, para reponer sus productos en un centro en concreto. Estos trabajadores se encuentran en una situación mucho más precaria que la gente contratada por la propia cadena, ya que realizando el mismo trabajo, los trabajadores externos cobran mucho menos.
Además, como trabajadores externos no pueden disponer de ninguno de los espacios dispuestos por la empresa para los trabajadores. Así, no pueden acudir a la sala de relax donde poder comer, en la mayoría de las ocasiones no disponen de vestuarios y cuando existen es en circunstancias muy precarias (p.e.: el cuarto de la escobas). De la misma manera, no pueden acudir al médico de la empresa, ni utilizar los baños habilitados para los trabajadores. Puede resultar gracioso, pero tras cuatro horas de trabajo, imagínate que para tomar y comer algo te metes en pleno sábado y en hora punta en el único bar que hay en el centro o que para refrescarte y lavarte tras tu jornada laboral tienes que hacerlo en los baños que utilizan los clientes. En este tipo de empresa existen dos tipos de trabajadores. Por una parte los de la propia empresa, que tienen una situación sumamente precaria, los cuáles, aunque parezca imposible tras años de lucha obrera, son los trabajadores de primer nivel. Por otra los externos, que padecen una situación de mayor precariedad que son fácilmente identificables en los centros de trabajo, ya que no llevan uniforme, pero sí una tarjeta para fichar y un peto bien llamativo que les identifica claramente».
Desde el Secretariado Diocesano hemos dado a conocer esta experiencia a través de una hoja informativa que difundimos junto con el Comunicad del 1º de mayo. Queremos continuar en esta línea. Ofrecer a través de un medio sencillo, experiencias de vida, situaciones en las que descubrimos como la persona del trabajador, de la trabajadora sigue siendo reducida a mero instrumento. Visualizar, en definitiva, ese nuevo rostro que hoy tiene el mundo obrero.