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La actualización de un modelo caciquil de poder

Lobbies a la española

Fuentes: Diagonal

Hacer ganar dinero a unos pocos a cuenta de los intereses de la mayoría. Ése es el objetivo de los grupos de presión, adaptados a la idiosincrasia local.

Las influencias han encontrado una forma de sistematizarse. La inspiración, americana. Las formas, ibéricas de siempre. Es el lobby a la española, que trabaja a toda máquina en sus ocupaciones habituales: hacer ganar dinero a unos pocos a cuenta de los intereses de todos.

Los lobbies españoles no son sino la actualización de una forma caciquil de poder que consistía en tener contactos y hacer pasillos, algo tan ibérico. Los lobbies se enquistan en casi todos los sectores en los que una regulación puede dar pie a un suculento negocio. Por supuesto que los vemos en las grandes infraestructuras hidrológicas. Pero también están en la energía eólica, detrás del urbanismo, hasta agazapados en los bosques. España es un país bastante más boscoso de lo que parece, si a los datos oficiales nos atenemos. Hay dos grandes entes que controlan fundamentalmente los bosques españoles.

Los públicos, que no son los mayoritarios, se gestionan básicamente por medio de una ciclópea empresa semiestatal llamada Tragsa. En ella, según se detalla en Conspiraciones tóxicas, hay consejeros de curioso pluriempleo. Esta multinacional -porque invierte parte de sus pingües beneficios fuera de España- gestiona la mayor parte de la inversión pública en el mantenimiento y mejora de los bosques españoles. Para gran disgusto de otro gigante, ADEFO. Ésta es la patronal del bosque. Que la hay. La mayor parte de la superficie forestal española tiene dueño particular. Los dueños de bosques se agrupan en torno a ADEFO, lo que es legítimo, práctico y loable. Su web, para quien tenga la curiosidad de acercarse, asegura beatíficas intenciones. Lo bueno es ver quién está en la junta directiva de esta patronal del bosque, el ‘lobbing’ de los bosques. Un vistazo al Registro Mercantil cruzando nombres y nos encontraremos a constructoras como ACS o FCC, empresas químicas… Sorprendente.

Ahora hay en juego un curioso negocio a cuenta de los bosques, al que se ha puesto la etiqueta de ‘bio’. Están los ‘biocombustibles’ -que, si combustionan ya serán menos ‘bio’- y luego la ‘biomasa’, que no es sino usar la tala de los bosques para producir energía. Los biólogos ponen en duda la rentabilidad ‘bio’ de esta práctica, porque la madera de las cortas es sedimento que no se queda en el bosque, fundamental para regenerar su capa fértil y evitar la erosión, la verdadera pesadilla para nuestro medio ambiente en su lucha contra la desertización. Además no se limita la emisión de CO2, porque no deja de ser combustible a quemar. Por ahí queda el no menor fleco de los cupos de quema ‘bio’ que las cementeras y otras eléctricas tienen que practicar anualmente para cumplir con la ley. ¿A que ahora sorprende menos que las constructoras y las químicas estén por el bosque merodeando? Ni qué decir tiene que todo este asunto de la biomasa es principal en el orden de preocupaciones de la beatífica ADEFO.

La democracia, sólo 30 años por aquí, no ha frenado la eficacia de tener una buena influencia. La atomización del poder a los municipios ha hecho de los pequeños ayuntamientos cercanos a las ciudades un caladero excepcional para los nuevos lobbies que se trabajan el rentable sector urbanístico. En Madrid se ha visto cómo un director general de Urbanismo, Enrique Porto, alegremente aprobaba los planes urbanísticos en los que había trabajado su estudio privado. Y tuvo que dimitir. Pero nadie ha aclarado bien la habilidad de otro insigne arquitecto, Leopoldo Arnáiz, cuyo estudio ha realizado decenas de planes urbanísticos en las cercanías de Madrid, en los lugares por donde luego pasan fastuosas autovías. Y no muy lejos de los escenarios del grotesco ‘tamayazo’ que llevó al poder a Aguirre en 2003. Sí, decididamente, el lobbing pinta feroz.