El memorial La Barranca, que alberga los cuerpos y las historias de 407 de las 2.000 personas asesinadas durante la represión franquista en La Rioja, acaba de ser declarado Bien de Interés Cultural.
“La bestia fascista imperó en estas tierras y heridas de muerte no pueden cerrar”. La Rioja 1936. Los versos pertenecientes a la canción del grupo riojano Perro Lobo condensan el retrato de la crudeza del genocidio franquista en el territorio y la amargura ante la imposibilidad del olvido por un dolor que continúa abierto. Si hay un lugar cuya relevancia lo ilustra, es, sin duda, el memorial La Barranca, ubicado en la carretera de Entrena a Lardero —a seis kilómetros de Logroño—, donde yacen 407 personas asesinadas.
El pasado 15 de diciembre, el Gobierno de La Rioja aprobó el proyecto de decreto por el que se procede a su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC), en la categoría de sitio histórico, garantizando con ello la preservación de este espacio así como la protección de su entorno y medidas para la investigación y divulgación. Con ello culmina la propuesta realizada en 2018 por el PSOE en el Parlamento de La Rioja, con una proposición no de ley que fue aprobada por unanimidad y presentada por el entonces diputado socialista Félix Caperos.
“La propuesta iba en tres direcciones: la declaración como Bien de Interés Cultural para su protección y potenciación, otorgarle a La Barranca la Medalla de La Rioja, a lo que el Gobierno del Partido Popular se negó, y, por último la realización de un plan de seguridad del memorial para evitar actos antidemocráticos y vandálicos como las pintadas neonazis que se produjeron en dos ocasiones”, explica Caperos. “Aunque lo presentara en el Parlamento, todo el proceso y lo que vino posteriormente fue una labor colectiva para su visibilización, que era el objetivo”, añade.
El proceso legal continuó con la presentación de un informe en la Consejería de Cultura, donde Caperos se encargó de darle un trasfondo político y técnico, el historiador y profesor Carlos Gil Andrés un cariz histórico-literario, y el investigador, cantautor y escritor Jesús Vicente Aguirre se centró en compilar la documentación necesaria de La Barranca. “Lo que se defiende con esta declaración es la existencia de las más de 400 personas asesinadas y de un espacio con el que, más que la dignidad, tratamos de devolverles la vida después de la muerte por la defensa de unos valores”, afirma Aguirre.
El propio Aguirre apunta la diferencia entre la labor del PP como Gobierno respecto a este tema, detallando que no hizo mucho, y la de la diputada popular Begoña Martínez Arregui, a quien reconoce su sensibilidad con La Barranca. La consejera de Presidencia de la anterior legislatura valora, por su parte, de manera positiva el proceso de trabajo: “Hubo mucha sintonía por ambas partes para intentar avanzar en el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica como para elaborar un plan con el que reivindicar el papel de La Barranca durante todos estos años. Era algo que tocaba hacer porque llevaba muchos años encima de la mesa y había que abordarlo para que se conozca parte de nuestra peor historia y que no se vuelva a repetir”.
Con el cambio en el Gobierno autonómico, cuando el PSOE llegó a un acuerdo programático con Izquierda Unida y a un acuerdo de incorporación al Ejecutivo de una consejera de Podemos, la propuesta respecto a La Barranca tomó más impulso y se pidieron nuevos informes para la Comisión de Patrimonio.
En diciembre pasado se confirmó la declaración de La Barranca como BIC. Para Gil Andrés es un paso necesario y de gran valor simbólico, pero ahora toca llenarlo de contenido y dotarlo de sentido. Por su parte, el historiador y fundador de la revista Piedra de Rayo, Carlos Muntión, pese al escepticismo valora la declaración de manera positiva: “He visto bienes por parte de las instituciones para los que no ha habido ningún esfuerzo por mantenerlos en pie. Esta declaración es un reconocimiento al trabajo de décadas de La Barranca, que es una de las fosas mejor documentadas en el Estado”. Paco Marín, cantautor riojano y miembro fundador de la Asociación La Barranca en 2008, coincide con Muntión al entender la proclamación como una forma de recuerdo a quienes les precedieron.
“Además de cumplir finalmente con el mandato del Parlamento, lo importante y emocionante es haber dado satisfacción a la Asociación de La Barranca, que ha trabajado de manera discreta durante tanto tiempo para que esto perviva, así como convertir el cementerio y memorial en un Bien de Interés Cultural y resarcir la deuda que teníamos con los derechos humanos”, subraya Concha Andreu, presidenta del Gobierno de La Rioja. Andreu destaca la necesaria coordinación con los ayuntamientos, citando el caso del de Lardero, que el pasado mes de mayo aprobó también por unanimidad una moción de IU-UP para apoyar la declaración presentada en el Parlamento. Lardero dispone por primera vez de llaves del memorial que la asociación ha facilitado como agradecimiento por los terrenos cedidos para la ampliación el aparcamiento.
La historia de La Barranca
Isidoro, José y Paulino son los tíos y el abuelo del padre de Andreu. Los tres están enterrados en La Barranca. Allí está “un trozo de la casa”, de la historia de su familia, relata emocionada. A ellos y a miles de nombres les cortaron la vida. Existe una amplia bibliografía que documenta la represión franquista en La Rioja, una tierra donde prácticamente no hubo guerra ya que triunfó el golpe desde el principio, pero donde se ejerció una brutal represión para quienes no eran adeptos al régimen.
Entre las publicaciones más relevantes se encuentran Las Sacas, de Patricio Escobal, la obra decana que retrata en primera persona cómo se sacaba a los detenidos de las improvisadas cárceles para asesinarles en las cunetas por la noche; Holocausto en La Rioja, de Enrique Pradas, donde aparece una primera lista de las personas asesinadas; La represión en La Rioja durante la Guerra Civil, de Antonio Hernández, que tuvo una gran repercusión entre las familias de los represaliados; Lejos del frente, de Carlos Gil Andrés, que se centra en seis localidades de Rioja Alta para realizar un ejercicio de microhistoria con detalle; y, la más icónica, Aquí nunca pasó nada, de Jesús Vicente Aguirre, un exhaustivo trabajo de años que recopila y analiza pueblo por pueblo la identidad del total de las personas asesinadas en La Rioja entre julio y diciembre de 1936. Según sus últimas cifras actualizadas a partir de obras como la adenda realizada en Aquí nunca pasó nada 2 y Al fin de la batalla y muerto el combatiente, así como la obtención de datos posteriores, el total de asesinados asciende a 2.003 hombres y mujeres.
A pesar de no proceder de una familia represaliada, a Aguirre conocer La Barranca cuando tenía 18 años le cambia la vida en lo social, lo profesional y en lo personal. Saber quiénes fueron cada una de las personas asesinadas por la represión franquista en La Rioja se convirtió para este historiador en un compromiso. En ese momento no lo sabía, pero ya se había vinculado con esa historia universal que es Aquí nunca pasó nada, cuyo título plasma el contraste de la imposición del silencio y el horror que hay detrás de ello.
La historia de La Barranca es la de un lugar de memoria construido durante ocho décadas. Gil Andrés considera que esos 80 años de historia se pueden dividir en cuatro capas: la fosa común de 1936, un lugar de peregrinaje y memoria durante 40 años durante el franquismo, la creación de un cementerio civil en la transición a la democracia y la revitalización del espacio a través de su establecimiento como memorial con la incorporación de elementos y actos.
Su origen se remonta al año 1936. Ante la saturación en el cementerio de Logroño por los cientos de asesinatos, era necesario encontrar un lugar donde matar y enterrar sin trasladar los cadáveres al cementerio municipal, como venía haciendo la Cruz Roja con los que recogía en el huerto de Las Bolas, las carreteras, caminos cercanos o la propia tapia del cementerio. La Barranca, ubicada en la dehesa de Barrigüelo, era un lugar próximo a la ciudad y despoblado con un barranco porque las aguas del sitio formaban una fosa natural en el terreno, por lo que el emplazamiento era idóneo para amontonar los cuerpos. Los camiones eran la señal. Provenientes sobre todo de las cárceles habilitadas en la Escuela Industrial o en el cine-frontón Beti Jai de Logroño, transportaban a quienes iban a ser asesinados en las primeras horas de la madrugada. 407 personas en cuatro meses, de septiembre a diciembre de 1936.
A partir de 1939, con el ejemplo iniciado por las ‘mujeres de negro’ —las viudas de esas 407 personas asesinadas que durante cuatro décadas custodiaron las fosas—, cada año familiares y allegados acudirían el día 1 de noviembre para honrar la memoria de quienes faltaban, depositando flores en un acto de unión por el dolor compartido y silenciado.
La génesis para darle forma y entidad a La Barranca se produce en los años 70. En 1977, dos años después de muerto el dictador, una comisión de familiares solicita el permiso, concedido por el Gobierno Civil, para adecentar el lugar y realizar un homenaje. En marzo de 1978, la Comisión de Gobierno de la Diputación Provincial acepta la cesión de los terrenos de la finca de La Barranca por parte de Cerámica Sampedro, dueños de la propiedad. Comienzan las obras de construcción y habilitación de un cementerio y el 1 de mayo de 1979 se inaugura el primer memorial de España para asesinados por el franquismo. Su entrada está presidida por el monumento del escultor riojano-chileno Alejandro Rubio Dalmati, en el que una frase señala el objetivo del espacio: preservar la verdad, la memoria y la dignidad de las víctimas frente el olvido. “Este horror ya fue. Hoy no queremos ni odio ni venganza, pero sí dejar testimonio para que esas locuras no se repitan”, reza la frase que acompaña la escultura.
Las mujeres de negro
Es imposible entender La Barranca sin las ‘mujeres de negro’. Ellas fueron las mujeres, las madres, las hijas y las hermanas de aquellos hombres asesinados. Son quienes mantuvieron la memoria desde el fin de la guerra, cuando más difícil era hablar. Cada año desde el 1 de noviembre de 1939.
Ricardo Blanco, presidente de la Asociación La Barranca, recuerda
1940, cuando con cuatro años, visitó el lugar por primera vez. Hoy,
explica a las visitas de los centros educativos que la hermosura de los
rosales es tal porque están abonados con la sangre de los familiares y
regados con las lágrimas de las mujeres de negro. A ellas las recuerda
como “las heroínas de La Barranca”. Relata cómo las fosas estaban
valladas con alambre de espino y dos guardias civiles custodiaban el
lugar. Les dijeron que no podían pasar y contestaron: “¿Cómo no vamos a
entrar si ya estamos dentro?”. Les dijeron que ahí no podían estar y ‘la
Rici’, con los brazos en jarras, contestó: “Rechorra, tengo aquí a mi
marido. Si usted tuviera a su padre, ¿no estaría aquí?”. Los guardias
callaron. A partir del año siguiente, en 1940, más gente se sumo al
homenaje.
El fotógrafo riojano Roberto Astorgano ha cubierto la crisis de las personas refugiadas en Europa, la vida de las Patronas de México o la de los niños talibés de Senegal. Actualmente se encuentra rodando un documental sobre las mujeres de negro: “Es una cosa que me emociona porque es muy personal. Nace de una fotografía que tenía mi abuela de su padre. Cuando le preguntaba, se echaba a llorar porque era algo de lo que no se hablaba. A través de mi tía y de mi padre supe que mi bisabuelo es uno de los asesinados de La Barranca y que mi bisabuela era una de las mujeres de negro. Historias como ésta se han silenciado por miedo o por dolor”.
Preguntado por lo que está grabando, responde que le están marcando todas las historias y que de cada historia se puede hacer una película porque todas emocionan. Destaca una por la forma de ser tan dulce de la persona entrevistada mientras cuenta una historia tan trágica. Ella es Jacqueline, una mujer del pueblo de Cenicero cuya madre asesinada es una de las pocas mujeres de las que se tiene constancia que esté en La Barranca. Su padre estuvo en la cárcel y ella se crió junto a sus tíos. Su recuerdo más duro es dormir con su padre en prisión y ver a su madre encarcelada antes de que se la llevasen a fusilar.
El ejemplo de las mujeres de negro se ha convertido en un icono de lucha. “Su valentía para pedir respeto, así como la dignidad de las viudas, las madres y las hermanas por mantener vivo ese recuerdo son algo fundamental”, señala Martínez Arregui. “Las mujeres de negro son la clave absoluta de La Barranca”, argumenta Marín con la mirada emocionada. Marín compuso una canción en su recuerdo. Ese fandango representa un “homenaje de mi amor, admiración y respeto. Sacaron adelante a sus familias, tiraron de azadón en el campo, las multaron, las embargaron, las humillaron… Fueron el germen de todo lo que ha venido después y el paradigma del feminismo combatiente y militante”.
Las últimas cartas
Escríbeme a la tierra. Las cartas de los que van a morir, la última obra de Jesús Vicente Aguirre, es un texto duro que recopila más de 170 cartas que escribieron esos encarcelados que iban a ser fusilados. Ante esos testimonios por escrito, esas vidas segadas, “nos convertimos en una especie de cirujanos que tienen que lidiar con la dureza de las emociones, pero que saben que deben hacerlo”, explica el autor evocando lo que ha supuesto afrontar el libro.
Existen
dos tipos de cartas. Las de quienes pensaban que iban a ser liberados,
que no les iban a matar. Se centran en lo cotidiano como emplazar a sus
hijos e hijas y a sus familiares a vender majuelos o recoger las
patatas. Explican que están bien y la esperanza que tienen en que les
saquen porque no han hecho nada (sic). Poco después, serían asesinados.
También están las de quienes asumían lo que iba a ocurrir. “Cuida de
nuestros hijos”, “no me olvidéis” son algunas de las trágicas
despedidas.
El miedo impidió que muchas familias hablaran de lo sucedido hasta muchos años después. “Tenía catorce cartas de mi abuelo. Las encontré cuando era adolescente y te provoca un torrente de preguntas que desestabiliza tus esquemas. Te cuestionas cómo pudo ser que ocurriera algo como las sacas en el cine-frontón Beti Jai, en la Prisión Provincial o en la Escuela de Oficios; cómo cada noche entre septiembre y diciembre de 1936 llegaba el camión entre las once de la noche y las dos de la madrugada para cargar a los que iban a ser asesinados”, comenta Caperos, que escribe el epílogo del libro y cuyo abuelo está enterrado en La Barranca.
Paula Ruiz es la bisnieta de Cándido Lasanta Pascual, obrero agrícola afiliado a la CNT. Cándido nació en Villamediana de Iregua, uno de los municipios riojanos más golpeados por la represión, y fue asesinado a los 19 años. Tres meses después del fusilamiento, su novia Carmen daba a luz a Cándida, la hija de ambos, que nació en febrero de 1937. “Las cartas siempre han estado en mi familia. Mi padre las trajo a casa y las ordenó. Me acuerdo que, cuando era pequeña, cada vez que se hablaba de ello se veía un ambiente especial, tenso, triste y emotivo a la vez. Quienes más hablaban de ello era mi abuelo, mi padre y sus hermanas, pero mi bisabuela evitaba hacerlo porque no le gustaba recordar todo lo que pasó”, afirma Ruiz.
Las cartas estaban guardadas en un baúl de la casa familiar. Posteriormente, una amiga historiadora les ayudó a ordenarlas cronológicamente y a archivarlas. “Hasta que no las empecé a leer yo, muy pocas cartas habían sido leídas porque era algo muy difícil de afrontar. Son muy duras, me echaba a llorar cuando las leía al imaginar la situación de un joven de 19 años, que es tu bisabuelo, mandando recuerdos a su familia y que a los días es fusilado. A quienes les haya pasado, lo saben. Esto es un duelo que se pasa de generación en generación”.
A su bisabuela la raparon y le dieron aceite de ricino para que se defecara encima. Algo que se realizaba con el objetivo de que se sintiera en el pueblo el señalamiento y el peso de los vencidos. Ruiz se muestra orgullosa al recordar a su bisabuela y a todas esas mujeres: “La Barranca se la debemos a ellas. Toda la gente que vamos ahora es por ellas, porque en los primeros años, que eran tan críticos, fueron las que iban y recordaban. El esfuerzo de las mujeres de negro y el valor de La Barranca son algo incalculable”.
El mapa de los presos
Durante la guerra civil hubo dos tipos de cárceles en Logroño: para presos políticos —como fueron el cine-frontón Beti Jai, la Escuela Industrial, el cine Avenida o la Cárcel Provincial— y para prisioneros de guerra del bando republicano —como fue el campo de concentración habilitado en la plaza de toros de La Manzanera—. La plaza guardaba en su interior un secreto fundamental para la memoria de la ciudad: un gran mapa de España pintado en la pared en 1937 por los presos republicanos. En todos los campos de concentración que construyeron los fascistas, aproximadamente 260 en el conjunto del Estado, había un mapa de España con los avances militares del bando golpista como propaganda y para desmoralizar a los prisioneros.
La Manzanera se destruyó en el 2002 para construir viviendas. Carlos Muntión, que conocía el valor de aquel mapa mural, cuenta, con orgullo y con rabia, ya que casi acaba en una escombrera, todo el proceso de su recuperación. Dividido en trozos debido a sus dimensiones, Muntión logra hacerse con él después de que la empresa encargada de la demolición le diese un día para hacerlo. Contrata un camión con grúa para poder salvarlo, como le comunicó a la directora del Archivo Histórico Provincial. En el momento en el que el mapa ya estaba embalado en cuatro palés y el camión se lo iba a llevar a un almacén, varios funcionarios del Ayuntamiento y personal de la Policía aparecieron en el lugar y exigieron que devolviese el mapa. Hasta 2015 no vuelve a saber de él. Entonces conoce que estaba en los almacenes municipales. En julio de 2015, tras la aprobación de las mociones en el Ayuntamiento de PSOE y Cambia Logroño y de las conversaciones mantenidas entre la asociación y el gobierno municipal del PP, se aprueba la cesión del mapa para ser colocado en La Barranca.
Rescatado el mapa, se instala en La Barranca con los fondos de la asociación. Es una pieza histórica que permite hablar de los prisioneros que acababan en los campos de concentración franquista. Además, no se conserva ningún otro mapa de presos republicanos por lo que constituye una pieza didáctica y pedagógica clave.
El Observatorio de Derechos Humanos del Gobierno de La Rioja, gestionado por Podemos, ha anunciado que este año se creará en Logroño el Centro de Interpretación de la Memoria Democrática. Ya se están desarrollando los proyectos previos de arquitectura y museografía. Desde La Barranca se sienten desconectados del proyecto. Marín, a pesar de la buena voluntad, aboga porque sea una extensión en La Barranca y no algo aparte en Logroño. Aguirre señala dificultades en el trabajo con la Consejería de Igualdad, Participación y Agenda 2030 pero prefiere no extenderse en ellas porque valora que lo importante es seguir avanzando.
La Editorial Piedra de Rayo está elaborando una investigación y documentación de las fosas exhumadas e intervenidas en La Rioja. Muntión indica que se están centrando en dos grandes capítulos: del año 1978 a 1980 y, después de que se parara ese proceso de manera brusca, del 2006 en adelante, después de que se retomara tras una exhumación en Priaranza del Bierzo (León). En el siglo XXI se han hecho seis intervenciones de exhumaciones en La Rioja en las que han aparecido personas riojanas: Viguera, Altable, Fuenmayor, La Pedraja, Montenegro de Cameros y Cobertelada.
En 2019 un trabajo de la Universidad de La Rioja localizó 664 elementos franquistas (calles, escudos, inscripciones, monumentos o placas)
en 27 municipios de la región. En la actualidad la cifra ha descendido
ligeramente: 611 vestigios en 22 municipios. “A pesar de la dependencia,
en algunos casos, de los ayuntamientos y del respeto a su autonomía,
debemos trabajar con ellos con mayor diligencia para suprimir los
vestigios franquistas con la partida económica adecuada, de la mano de
los conocedores y de la participación de la ciudadanía”, recalca Andreu
con autocrítica.
La pervivencia de la memoria
La Barranca representa los besos y abrazos robados de quienes pensaban diferente y a su vez los lazos de afecto y la solidaridad tras el horror. Astorgano reivindica la necesidad de la reparación: “Hay gente a la que estoy entrevistando que todavía tiene miedo de hablar de ello. Han pasado 80 años y sigue habiendo miedo. Se habla de reabrir heridas cuando nunca se han cerrado. Un entrevistado me llega a decir que se sienten víctimas de segunda. Si hago el documental, es para que se conozca, no se olvide, no se vuelva a repetir y que se reconozca a las víctimas”.
A pesar de la barbarie ocurrida y de la existencia del memorial, Ruiz explica que “hay mucha gente en Logroño a la que le hablas de La Barranca y no sabe dónde está ni qué es lo que ha pasado. Por lo tanto, queda mucho por hacer. Lo que ha llevado a cabo la asociación es algo maravilloso pero aún hay un sector grande de la población riojana completamente desconectado de esto porque en España hay un vacío tremendo de educación sobre esto”.
El Gobierno de La Rioja considera necesario que en los centros educativos se enseñe Memoria Histórica y han tomado la decisión de incorporar una unidad que formará parte del currículum escolar. “Estoy muy orgullosa. Es algo que se debe explicar. Me gustaría terminar la legislatura dejando satisfechos a los miembros de La Barranca, así como al profesorado de institutos y universidad. Ellos y ellas, más que nadie, tienen claras las prioridades y haremos legalmente todo lo que esté en nuestra mano”. Muntión coincide en la importancia de la educación: “El valor de La Barranca es el mantenimiento de la memoria y haber conseguido hacer de ese espacio terrible un lugar de encuentro y recuerdo de colectivos, familiares y personas, que es mejorable en divulgación pedagógica, que es donde se debe poner el esfuerzo para prevenir que esto pueda volver a ocurrir”. Desde la asociación se pretende potenciar la investigación y la documentación y por eso se han convocado por primera vez ayudas a la investigación sobre la memoria democrática.
Gil Andrés aboga por encontrar campos de consenso sobre la Memoria Histórica en torno a valores como la Unión Europea y la democracia, reivindicando La Barranca como lugar de memoria, “no solo por el eco del pasado, sino por su valor y sentido para el presente y el mañana cuya línea une el camino de las mujeres de negro”. Para Marín, “el principal valor que mantiene La Barranca es seguir sin olvidar. Es una especie de llama que continúa y con la que se tiene que concienciar a las nuevas generaciones. Soy comunista, pero con quien quiera hacer un mundo mejor, sumamos”. Blanco apela a no olvidar esa Barranca original cuando era tierra y hierba. Aguirre, echando la vista atrás, siente orgullo del trabajo propio y del colectivo. Tal y como dejó escrito: “La Barranca no es solamente Lardero, ni Logroño, ni La Rioja. La Barranca es el mundo entero”.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/memoria-historica/407-barranca-devolver-dignidad-arrebato-vida