Para evitar que las compañías del petróleo, el carbón y la electricidad inserten furtivamente sus opiniones en los medios, necesitamos que los comentaristas de los blogs sean responsables de lo que dicen
Cuando The Guardian lanzó su campaña Comentar es gratis, fue uno de los acontecimientos más interesantes del periodismo que yo haya presenciado. De repente, todos podían participar. Los columnistas y los grandes escritores dejaron de ser la voz de Dios: inmediatamente se les podía desafiar, corregir, pedir cuentas. Quien tenía algo que decir, podía decirlo; expertos de todos los campos y de todos los ligares del mundo podían utilizarlo.
Las primeras discusiones fueron estimulantes, fascinantes, emocionantes. A mí me forzaron a mejorar mis acciones, a intentar cerrar los huecos de mi pensamiento, a considerar con mayor cuidado los argumentos antes de expresarlos. Parecía como un ejercicio de educación mutua: un seminario freiriano del tipo yo soy demasiado joven para haber tenido experiencia, pero que siempre me pareció que era el camino que había que recorrer.
Sigue habiendo algo de esto en las cadenas de comentarios: siempre que tengo tiempo para leerlos todos, encuentro algunos que me enseñan algo nuevo, me ofrecen historias y vínculos interesantes, o me fuerzan a reconsiderar las cosas que he dicho. Pero, cada vez más, esos comentarios son gemas entre la escoria.
Particularmente en el sitio medioambiental del Guardian, y en menor medida en los demás foros, la discusión considerada se ha ahogado en una marea de incoherencias y vituperios. Varios cientos de comentaristas parecen metidos en una competición para alcanzar los límites exteriores de la estupidez. Comentan con tanta frecuencia y tan a voz en grito que el debate parece haber desaparecido de esos foros, mientras que los otros comentaristas, disgustados, los han abandonado. La cosa ha llegado a tal punto que ya no me molesto en leer más allá de la primera página de comentarios. Simplemente, es demasiado deprimente.
El modelo, por lo que concierne a los problemas medioambientales, es siempre el mismo. Puedes plantear cualquier cuestión que quieras, presentar un dossier con información nueva, desplegar un argumento nuevo, ofrecer una revelación sorprendente. Los comentarios que se producen casi parecen escritos con anterioridad. Menciones o no el tema, un gran número de ellos se concentra en el cambio climático… o más bien en negar su existencia. Otra parte se concentra en atacar el origen y el estilo de vida del autor. Muy pocos se refieren al tema del artículo.
Creo que gran parte de esto es simplemente idiotez: el parloteo infantil de personas que no saben cómo entrar en el debate. Muchos de los negacionistas parecen haber caído en el absurdo producido por los negacionistas profesionales del cambio climático, adoptando su retórica y métodos. Pero no es plausible suponer que esto es todo lo que está sucediendo. Como documenté por extenso en mi libro Heat, y muestran sitios como DeSmogBlog y Exxonsecrets, existe una campaña amplia y bien dotada de fondos por las compañías del petróleo, el carbón y la electricidad destinada a insertar sus opiniones en los medios de comunicación.
Tienen dos modos de operar principales: pagar a personas para que se enmascaren como expertos independientes y pagar a personas para que se enmascaren como miembros del público. Estos falsos «ciudadanos interesados» afirman estar preocupados por una conspiración de los gobiernos y los científicos destinada a subir los impuestos y restringir su libertad con el objetivo de abordar un problema que no existe. Esta táctica se denomina astroturfing. Es una técnica bien ensayada, desplegada también extensamente por la industria tabaquera. Se paga a una compañía de relaciones públicas para crear un falso movimiento de base (astroturf), compuesto por personas que cobran por sus servicios. Forman un lobby contra los intentos del gobierno de regular la industria y tratan de acallar y desacreditar a las personas que llaman la atención hacia los problemas que las corporaciones quieren que el público ignore.
Considerando hasta qué punto han llegado esas compañías para insertarse en publicaciones donde corren el riesgo de quedar al descubierto, es inconcebible que no hagan uso de las cadenas de comentarios del Guardian, donde están protegidos por el anonimato de los comentaristas. Algunos de ellos cobran para extender sus insensateces, pero con el sistema actual no tenemos medio de saber quiénes son.
Hace dos meses leí unos comentarios de una persona que usaba el alias de scunnered52, cuyo tono y contenido me recordaron el material publicado por negacionistas profesionales. Le cité directamente, preguntándole «¿Es correcta mi sospecha? ¿Me podría proporcionar una identidad verificable para asegurarme de que me equivoco? » Repetí mi desafío en otra cadena de comentarios. Usó métodos de distracción y evitación en sus respuestas, pero no respondió a mi pregunta, ni siquiera se refirió a ella, por lo que me quedó la impresión fundamentada de que mi sospecha era correcta.
Entonces, ¿qué podemos hacer para evitar que estas cadenas de comentarios se conviertan en el campo de juego de intereses corporativos ocultos? Mi opinión es que todo el mundo debería tener la libertad de decir lo que quiere. Nunca he pedido, ni lo haré, que se quite un comentario. Creo que no deberían tener moderación, salvo para proteger al Guardian de las ridículas leyes antilibelo. Pero también creo que todos los que comentan deberían ser responsables de lo que dicen: dicho de otro modo, el resto de nosotros deberíamos saber quiénes son. Al ocultarse detrás de pseudónimos, los comentaristas no se ven expuestos al peligro de dañar su reputación diciendo insensateces. Los astroturfers pueden adoptar cualquier número de identidades, publicando quizás con varios nombres en la misma cadena. Nosotros no sabemos si estamos leyendo opiniones o propaganda corporativa. Además, se da aquí una asimetría: ustedes saben quién soy; de hecho, algunas personas de estas cadenas parecen saber sobre mí más que yo mismo. Pero yo no tengo ni idea de con quién estoy discutiendo.
Algunas personas objetan que la verificación de las identidades podría exponer a los comentaristas al riesgo de ser rastreados y atacados. Eso es absurdo. No hago un secreto de mi paradero y en estas páginas atraigo más controversia que casi nadie, pero nunca he sentido que corría un riesgo. Ni siquiera cuando en los primeros meses de la guerra de Irak recibía casi todos los días mensajes de correo electrónico en los que amenazaban con matarme, mutilarme y torturarme. A pesar de todos los enfados del ciberespacio, la gente no se lo toma tan en serio como para llevarlos al mundo real.
¿Qué podemos hacer? Amazon previene que la gente revise sus propios trabajos exigiendo el número de la tarjeta de aquellos que quieren comentar. ¿Es este el camino correcto o hay un modo mejor de hacerlo? ¿Qué opinan?
*(N. del T.) «astroturfers» es el término que denomina a los que cobran de una compañía para, profesionalmente y a tiempo completo, enredar en los foros con las tácticas conocidas (numeroso hipervínculos a páginas que en realidad no son científicas, provocaciones claras, etc.) para que no se hable del tema propuesto en el foro.
Traducido para Globalízate por Víctor García
http://www.globalizate.org/monbiot120709.html
Artículo original:
http://www.guardian.co.uk/environment/georgemonbiot/2009/jul/08/climate-denial-astroturfers-pseudonyms