INTRODUCCIÓN Insurgente.org, y más en concreto mi gran amiga Amira Cheik, han realizado en los últimos meses diversas entrevistas a representantes de la izquierda extraparlamentaria del Estado español. Más en concreto, y en orden de aparición, a Nines Maestro (portavoz de Corriente Roja), Carmelo Suárez (secretario general del PCPE), Francisco Garcá Cediel (militante de Iniciativa […]
INTRODUCCIÓN
Insurgente.org, y más en concreto mi gran amiga Amira Cheik, han realizado en los últimos meses diversas entrevistas a representantes de la izquierda extraparlamentaria del Estado español. Más en concreto, y en orden de aparición, a Nines Maestro (portavoz de Corriente Roja), Carmelo Suárez (secretario general del PCPE), Francisco Garcá Cediel (militante de Iniciativa Comunista) y Raúl Camargo (miembro de la secretaría confederal de Izquierda Anticapitalista).
A todos ellos les ha sido planteada por parte de Insurgente una cuestión clave: la posibilidad de un Frente de Izquierdas que, junto a todo tipo de activistas sociales y miembros a título individual, agrupe a estas y otras fuerzas. Pero, en realidad, la verdadera cuestión sería preguntarse cómo es posible que este Frente de Izquierdas no haya sido creado todavía.
En el cuadro VI de El camarada oscuro, de Alfonso Sastre (tal vez la mejor obra de teatro político que se haya escrito nunca), tiene lugar una curiosa escena. Estamos en octubre de 1934, y acaba de iniciarse la Revolución de Asturias. En Madrid, un comité revolucionario, formado por un miembro de la CNT, otro del PSOE y otro del PCE, se reúne en la clandestinidad.
El representante del PCE concluye su intervención diciendo que están en «momentos que exigen la unidad de todas las organizaciones y partidos de la clase obrera, bajo la guía suprema de la Internacional Comunista: cosa indiscutible». Entonces, el del PSOE contesta: «O sea que vosotros preconizáis una unidad bajo vuestra dirección, no siendo, como sois, más que una exigua minoría, desconocida para la mayor parte de la clase obrera, que reconocen en la UGT y en el PSOE a sus genuinos representantes». Para colmo del esperpento, la representante de la CNT interrumpe diciendo: «¡O sea, que la CNT-FAI es una caca en tu opinión!».
Nuestros personajes llevan un rato discutiendo pero aún no han hablado una palabra sobre la Revolución de Asturias ni sobre qué hacer en Madrid… hasta que, de pronto, la reunión es interrumpida por una redada de la policía.
Pues bien, lo que me gustaría plantear en este artículo es, sencillamente, lo siguiente: no hagamos nosotros lo mismo. No esperemos a que venga la policía. Seamos sensatos, porque la agresión de gobierno y patronal que estamos viviendo es dura. Durísima.
Quiero resaltar, para cerrar esta introducción, que la postura que voy a defender no es la de ninguna organización política, pero que tampoco se trata de una postura individual. Es, de hecho, una postura debatida y consensuada, que comparto con numerosos activistas, no sólo de estas cuatro organizaciones, sino de algunas otras de carácter comunista, anarquista e independentista. Una auténtica corriente subterránea de pensamiento, viva y latente en las bases de todos los colectivos rupturistas que conozco. Veámosla.
EN LA DIRECCIÓN ADECUADA
Comenzaremos, como no podía ser de otro modo, en positivo. Resaltaremos aquellos aspectos que nos han resultado interesantes.
Por ejemplo, cuando Nines Maestro llama la atención acerca del surgimiento, en la revuelta de Grecia, del «PAME, como frente unido de lucha y de independencia de clase, frente a los sindicatos oficiales». También cuando llama la atención acerca de objetivos básicos como «la derogación de la Constitución del 78 y la Monarquía», «la República o las Repúblicas», «el derecho de autodeterminación de los pueblos», «la derogación de la Ley de Amnistía, de la Ley de partidos, de toda la legislación antiterrorista» o «la salida de la OTAN, el desmantelamiento de las bases, el regreso de todas las tropas en el exterior». Asimismo es fundamental la crítica a la «debilidad política agotada» de lo que denominaremos izquierda oficial (IU), ya que «la mezquindad de sus líderes no da para otra cosa, para levantar una izquierda independiente que merezca tal nombre».
Carmelo Suárez, por su parte, habla de un aspecto que siempre es importante recordar, y es que, dada la disminución de la demanda interna, «lo que queda como elemento fundamental es el expolio y el saqueo de la periferia del sistema», cuyo subdesarrollo «es consecuencia del desarrollo de otros». Aclara que su partido se diferencia del reformismo, porque éste «no plantea el objetivo del socialismo, ni la crítica al carácter imperialista del proyecto de la UE», añadiendo que con reformismo se refiere a «la línea política que está defendiendo el partido de la Izquierda Europea», el cual clama «por una Europa de carácter más social», bajo la ilusa premisa de que «ese proyecto imperialista puede adoptar una visión más social». Declara también con valentía que su partido «es solidario con la FARC y con cualquier destacamento revolucionario (…) que utilice la táctica de lucha que considere más adecuadas a sus condiciones particulares de opresión y dominación».
Garcá Cediel hablar de plantear «una visión actualizada del marxismo, recogiendo todas las experiencias que existen y, en cierta medida, combinándolas». Incide, al igual que Carmelo Suárez, en que «no debemos olvidar que esto ocurre en Europa Occidental, un 15% de la población del planeta. Ese bienestar relativo que hubo antaño en las clases trabajadoras de Europa Occidental se basaba en la explotación del 85% de la población mundial. (…) El sistema capitalista ha establecido determinados sectores del planeta donde hay una cierta riqueza relativa, simplemente por el flujo de capitales, que se basa en la sobreexplotación del Tercer Mundo. (…) Como internacionalistas, no podemos ser libres rodeados de esclavos. No puedes ser feliz si existe la miseria en la mayoría del planeta». Habla también de que la «Transición española» «ha llevado a los sindicatos a la integración. No han sido representativos de amplios sectores de la clase trabajadora, por ejemplo los jóvenes. (…) Los sindicatos mayoritarios están integrados en el sistema y tienen intereses que no tienen por qué coincidir globalmente con la mayoría de los intereses de la clase». De hecho, han procedido «a desmovilizar históricamente a los trabajadores», porque «venimos de dos derrotas: la guerra y la transición», exceptuando «Euskal Herria, donde la transición no cuajó». Recuerda que «el PSOE y el PP son dos caras de la misma moneda», como lo fue, durante la Restauración, «la alternancia entre Cánovas y Sagasta. No existe ninguna diferencia sustancial de política económica».
Por último, Raúl Camargo habla de que el marxismo «debe incorporar las contradicciones que han aparecido en los últimos 40 ó 50 años, como la contradicción ecológica o de género», recordando que «desde una perspectiva de género, hay muchos trabajos que no están pagados. El trabajo en casa, las labores de cuidado de las mujeres…» Incide también en «demostrar a la gente que hay partidos que no están formados por profesionales. Somos gente normal, que estamos en las luchas». Recuerda, como no podía ser de otro modo, que, por culpa de la Ley de Partidos, en Euskal Herria «el Parlamento está falseado, y el presidente [de la CAV] que hay ahora mismo no lo sería si Batasuna se hubiera presentado a las elecciones». Y añade que «no se va a poder hablar nunca de un Estado español verdaderamente democrático si no se permite a los pueblos reclamar ser naciones independientes, libremente y mediante una consulta popular».
Leyendo ideas tan interesantes, la conclusión necesaria es que estas fuerzas, si se unieran en torno a una breve serie de objetivos básicos comunes; si ninguna de ellas tratara de imponerle al resto su matiz programático, podrían conformar un proyecto de extraordinario interés para innumerables personas que, a día de hoy, carecen de referente político. Personas que se hallan entre la izquierda oficial integrada en el régimen, por un lado, y la sopa de letras en ebullición y en eterna disputa, por el otro.
PASOS EN FALSO
Hablaré a continuación de aquellos aspectos que no me han gustado. Quiero aclarar que ello no supone la menor traba para la construcción del Frente de Izquierdas. Creo en el debate humilde y sincero, en el cual nadie debe sentirse ofendido por la controversia. No me siento «el único poseedor de la verdad» y creo que sólo podemos debatir siendo, al mismo tiempo, francos y respetuosos. Me referiré básicamente, además, a aquellos aspectos que -creo- impiden la conformación de un Frente, porque entrañan una contradicción irresoluble con algunas de las fuerzas llamadas a constituirlo.
Raúl Camargo declara lo siguiente: «También formamos parte de la IV Internacional, organización fundada en 1938 y que, pensamos , mantiene el hilo rojo de la historia desde la Revolución de Octubre hasta el momento». Considero que esto es insultante para otras tradiciones políticas que no sean el trotskismo (o incluso para otros trotskistas que no sean del Secretariado Unificado). ¿Sólo ellos mantienen el hilo rojo? ¿La mayoría de los comunistas del planeta no lo hacen? Es más, todas las revoluciones socialistas triunfantes en el mundo desde entonces (China, Cuba, Vietnam, etc.), que no se basaban ni en la IV ni en el trotskismo (y que de hecho lo contradecían, al ubicar como sujeto revolucionario central al campesinado), ¿no mantuvieron el hilo rojo de la historia, pero ellos sí?
También es cuestionable la siguiente idea de Camargo: «pensamos que el cambio de Espacio Alternativo a Izquierda Anticapitalista ha supuesto un acontecimiento para la izquierda del estado». No nos engañemos. Por desgracia, la izquierda del Estado está últimamente escasa de acontecimientos; se han producido pocos pero, si de algo podemos estar seguros, es de que el cambio de nombre de una pequeña organización no es uno de ellos. Debemos ser (él, yo, nosotros… todos) más modestos, porque la realidad es que somos muy pocos.
Pasando a la entrevista a Carmelo Suárez, leemos un interesante programa de mínimos, que este dirigente propone para el hipotético Frente de Izquierdas. Sin embargo, es sorprendente no encontrar una sola alusión al Derecho de Autodeterminación Nacional. Tanto Nines Maestro, como Raúl Camargo, como Garcá Cediel se refieren a la importancia de este derecho en el contexto plurinacional del Estado español, y particularmente como única solución posible al conflicto vasco. Sin embargo, el líder del PCPE elimina de su programa este punto. Desde nuestra perspectiva, es un craso error.
CONTRASTES
El primer contraste que llama la atención al leer esta entrevista es el siguiente. Nines Maestro propone » la socialización y expropiación de la banca y las grandes empresas estratégicas». Carmelo Suárez, por su parte, pone como primer punto de su programa la «nacionalización de la banca». Sin embargo, Raúl Camargo habla de «la necesidad de tener una banca pública». No se trata de una casualidad, porque figura en todos los documentos de su organización al respecto. ¿La idea es crear una banca pública, que conviva (y compita) con la privada? Eso es completamente imposible. Pero Izquierda Anticapitalista se ha cuidado, por ahora, de referirse a la nacionalización o expropiación de la banca privada.
Además, mientras Garcá Cediel habla, con una claridad que es de agradecer y sin tapujos, de «socialismo entendido como la propiedad colectiva de los medios de producción por parte de la clase trabajadora y las clases populares», Camargo nos ofrece un tibio «socialismo democrático desde abajo, que reparta los bienes, las riquezas y los trabajos», es decir, términos que firmaría un socialdemócrata como Olof Palme. La cuestión es, ¿repartir la riqueza? ¿No hay que repartir, ante todo, los medios de producción, que, al menos para el marxismo, son la clave?
Más contrastes. Garcá Cediel, muy acertadamente a mi entender, subraya que hay que plantear «una salida de izquierdas a la crisis, no en el terreno electoral» y que no hay que hacer «un plantemiento cupular electoral, sino desde la creación de tejido social, en el seno del pueblo». Camargo, por contra, parece priorizar excesivamente el asunto de las elecciones, afirmando que hay que defender las ideas en la calle «y en las urnas», porque «una izquierda radical que aspire a tener influencia de masas tiene también que utilizar esas vías para llegar a gente que no está en los movimientos sociales», ya que en las campañas electorales los ciudadanos «suelen estar más atentos a lo que se comenta en el terreno público».
Lamentablemente, encontramos un non sequitur. Si el objetivo es que la gente se movilice y participe en esos movimientos sociales, comprendiendo que la democracia no es votar cada 4 años, ¿por qué no hacer, por ejemplo, campañas por la abstención activa y política? ¿Por qué no emplear esas campañas, aprovechando la supuesta mayor atención pública del periodo electoral, para denunciar la falacia electoral e invitar a la gente a participar en los movimientos sociales?
No descartamos la participación electoral (véase el caso de la Revolución Bolivariana); simplemente creemos que existen determinadas condiciones previas que deben darse, como la generación de un movimiento popular potente, al cual poder servir de altavoz en dichos procesos electorales. El Frente de Izquierdas podría ser una opción, pero presentarse una organización sola, para alcanzar un número de votos testimonial o subir de 15.000 a 17.000 votos, no nos parece razonable.
¿POR QUÉ NO SE CALLAN… Y SE UNEN?
Existe otra contradicción flagrante que se deriva de la lectura de las entrevistas, cuando
Garcá Cediel nos explica que Inicitativa Comunista surge de una escisión de Corriente Roja. Entre los motivos principales de esa escisión, afirma, estuvieron las «discrepancias respecto a la defensa de la Revolución Cubana, del proceso bolivariano de Venezuela y de los movimientos emergentes en América Latina». Sin embargo, Nines Maestro, portavoz de Corriente Roja, afirma en su entrevista la importancia de la defensa de Cuba, país que «condensa la dignidad de los pueblos que luchan contra el imperialismo», para referirse posteriormente a «Venezuela, Bolivia y Ecuador», países que «están planteando el hacer frente al imperialismo de EE.UU.».
Esto da que pensar, porque, si Nines Maestro expresa la postura, no de uno u otro individuo o sector de su organización, sino del conjunto de Corriente Roja, consideramos que Iniciativa Comunista cometió un error escindiéndose, salvo que la historiografía esté confundida y la máxima de Julio César fuera «divídete y vencerás».
Si es evidente que Iniciativa Comunista y Corriente Roja deberían ser una sola organización, más evidente todavía es que En Lucha e Izquierda Anticapitalista también. ¿Por qué no se unen, si dicen exactamente lo mismo? Como es sabido, En Lucha hizo una sensata propuesta de integración en Izquierda Anticapitalista (La integración de En Lucha en Izquierda Anticapitalista, uno de los primeros pasos del necesario reagrupamiento, 26/6/2010), pero ésta última le propinó un estruendoso e incomprensible portazo en la cara (Sobre la petición de ingreso de En Lucha en Izquierda Anticapitalista, 17/7/2010), al más puro estilo del célebre «¿Frente Judaico Popular? ¡Vete a la mierda! Somos del Frente Popular de Judea» de los Monty Python.
En efecto, Izquierda Anticapitalista parece apostar por su autodesarrollo. En la entrevista, ante la pregunta efectuada por Amira Cheick en relación al Frente de Izquierdas, Raúl Camargo declara que la unidad sería deseable, pero que no es posible porque «por ahora este proceso no está maduro». A continuación, empieza a criticar a otras organizaciones, afirmando que «con Corriente Roja ha habido una fuerte diferencia en el movimiento de la sanidad pública, que ha acabado poniendo una barrera a lo que podía haber sido un movimiento contra los planes de Esperanza Aguirre», ya que este movimiento «podía haber aglutinado a sectores críticos del PSOE», pero «CR no entiende bien cómo conjugar la radicalidad con la unidad».
¿Un movimiento contra Esperanza Aguirre, en alianza con sectores del PSOE? Si no me equivoco, el PSOE votó a favor de la Ley 15/97, que dio inicio al proceso de privatización de la sanidad. De este hecho se desprenden dos cosas: a) que esos no eran «los planes de Esperanza Aguirre», sino «de Esperanza Aguirre y el PSOE», y b) que era necesario denunciar al PSOE como copartícipe de esa Ley y, sólo entonces, unirse a quien todavía quisiera protestar. A menos que se quiera reforzar al PSOE y engañar al pueblo trabajador, o convocar con lemas como los que, en el movimiento estudiantil, emplea El Militante: «contra Bolonia y la derecha«(aludiendo ridículamente al PP, aunque quien gobierne e imponga Bolonia sea… el PSOE). Izquierda Anticapitalista debería tener cuidado para no acabar cayendo en los mismos errores de la organización de la que acaba de salir: Izquierda Unida, que, por cierto, a fuerza de «moderar en discurso», pasó de 21 diputados con Anguita a 1 con Llamazares (y, encima, él).
Una cosa está clara. Como bien dice Garcá Cediel en su entrevista, «consideramos que la configuración de una organización revolucionaria que sea capaz de transformar el Estado español no se basa en el autodesarrollo de ninguna de las organizaciones ya existentes, sino en la confluencia y la convergencia de distintas organizaciones en un proyecto común».
¿POR QUÉ NO SE UNEN, PARA HABLAR CON MÁS VOZ?
Pero veamos la disponibilidad para la unidad del resto de organizaciones entrevistadas. Nines Maestro, al ser preguntada por el Frente de Izquierdas, declara «Creo que es indispensable, las cosas van por ahí. Corriente Roja está discutiéndolo», añadiendo que «es imprescindible que haya un proceso de debate y de acuerdos sobre mínimos políticos». Con ello se refiere a una resolución política de su organización («La búsqueda de la unidad, una constante en CR», 23/5/2010) que supone, en efecto, un rayo de sensatez. Aunque Carmelo Suárez y Garcá Cediel, en sus respectivas entrevistas, no son, por desgracia, tan tajantes en esta cuestión, lo cierto en que, en el terreno de la práctica, sus organizaciones han tenido buena disposición para la unidad.
Por ejemplo, el PCPE y CR han elaborado documentos conjuntos, sellando una unidad de acción hacia el derribo de la monarquía y la conquista de la República Popular (además, sus relaciones son buenas y, en la actualidad, avanzan por el buen camino para constituir un Frente). Otro ejemplo de ello sería el de las últimas elecciones europeas, cuando dos de estas cuatro organizaciones (CR e IC) confluyeron en una candidatura (Iniciativa Internacionalista) encabezada por Alfonso Sastre, mientras que las otras dos (PCPE e IA) se presentaron, cada una de ellas, por separado. Iniciativa Internacionalista obtuvo 180.000 votos, mientras que las otras dos candidaturas obtuvieron 15.000 votos cada una. (No faltará quien plantee la inteligente refutación de que la mayoría de los votos de Iniciativa Internacionalista provenían del País Vasco, como si los vascos fueran perros sin derecho a votar o sus votos valieran menos que el resto por algún motivo, lo que, bien pensado, se asemeja bastante a lo que piensa el juez Garzón). Aunque sólo fuera por esa lección de las últimas elecciones europeas de 2009, deberíamos unirnos.
No obstante, perviven siempre, en todas las organizaciones, determinadas excusas oficiales para no conformar este frente. Una de ellas es el célebre «son los otros los que no quieren unirse». Otra, expresada en estas entrevistas por Garcá Cediel y Raúl Camargo, es la idea de que el Frente debe «surgir espontáneamente de abajo, de las luchas», y no de una decisión «de la cúpula en un despacho». Sin embargo, la experiencia nos demuestra que las organizaciones pueden convivir en un movimiento social durante años, sin por ello llegar a unificarse jamás (y enfrentándose más, de hecho). En mi opinión, aquí se están confundiendo, y creo que en algunos casos a posta, dos cosas muy diferentes. Obviamente, ninguna organización debe integrarse en un Frente sin que sus bases voten esa decisión, conforme a la más escrupulosa democracia interna (aunque no sería la primera vez que más de un dirigente se la saltara). Pero de ahí no se deduce que un dirigente, aunque sea simplemente en su calidad de militante de base como cualquier otro, haga propuestas que posteriormente pueden ser votadas por la militancia en su conjunto. La verdadera cuestión es: ¿cómo es posible que, en una situación tan tremendamente grave, las organizaciones de la izquierda extraparlamentaria, exceptuando quizá a En Lucha, no hayan efectuado apenas movimientos en pro de la sensatez y de la unidad? ¿Es que no se dan cuenta de lo que podría ser realizar reuniones conjuntas, grandes, como no hemos visto en nuestra vida, donde poder planificar acciones serias y contundentes contra el sistema? ¿Es que sueñan con las siglas, en lugar de soñar con el objetivo?
UN CAMINO ENTRE MUCHOS OTROS
En 1978, se fundó una coalición política radical que haría historia. Esta coalición fue posible gracias a la unidad de cuatro pequeños partidos comunistas, maoístas y socialistas radicales, apoyados por otros dos (uno de ellos trotskista), por el sindicalismo alternativo y por personajes del mundo de la cultura. Durante dos décadas, e incluso ahora, en la actualidad, la coalición consechó todo tipo de éxitos en los terrenos de la movilización social, popular, electoral y sindical y del activismo anticapitalista. Participó destacadamente en campañas que lograron que su pueblo rechazara, en sendos referéndum, la Constitución del 78 y la permanencia en la OTAN. Esta Unidad Popular, como la de Allende, surgió de un largo proceso de debate, en el que ninguna de las organizaciones involucradas fue capaz de imponer sus matices programáticos a las demás, acabando por disolverse en la Unidad. Sólo así fue posible. Para encontrarla, no hay que irse ningún país exótico ni mirar muy lejos, sino simplemente traducir «Unidad Popular» al euskara: Herri Batasuna.
Nosotros, aquí y ahora, tenemos muchas conclusiones que extraer de ese proceso de unidad. En primer lugar, que no tiene sentido dividirse por matices, en ocasiones motivadas por un pasado irrecuperable (por ejemplo, la infumable disputa entre Trotsky y Stalin) y en otras por un futuro para el que, por desgracia, todavía queda demasiado (¿república federal o confederal? ¿nacionalización total o mercado con intercambio de equivalentes? o incluso ¿Estatismo o anarquía?). ¿Para qué discutir todo eso? Desgraciadamente, estamos lejos de tener que tomar decisiones así. Tampoco podemos modificar el pasado (o regresar a él, para comprobar qué historiador tenía más razón).
Debemos unirnos en torno a una breve serie de principios comunes que, en el presente, todos compartimos (República o repúblicas, autodeterminación, socialismo, feminismo, ecologismo…) y en torno a una serie de objetivos básicos para enfrentar la crisis (una campaña sostenida, que no concluya, sino que se inicie, en la Huela General del 29 de septiembre), contando con el motor movilizador del sindicalismo alternativo, nacionalista (LAB en Euskal Herria, CIG en Galicia, SAT en Andalucía…) o estatal (CGT, Co.Bas, CNT…).
Unirnos en un Frente que luche en la calle, algo en lo que se pueda creer. Un Frente que incluya a los libertarios, a los autónomos, al movimiento okupa, a los anarcosindicalistas. Un Frente básico de resistencia, de lucha, que enuncie sus principios y sus objetivos de un modo abierto, incluyente, abarcador. Que trate de estar, si no unido, al menos sí coordinado con las fuerzas independentistas.
Que ofrezca una alternativa a la militancia honesta que aún queda en las bases de IU/PCE/CC OO ya que, sin contar con ellos, hablaríamos de un proyecto poco ambicioso. Pero dejando muy claro que no creemos en ninguna «refundación de la izquierda» liderada por Llamazares, Meyer, Frutos, Valderas o Cayo Lara (el cual, desgraciadamente, en las entrevistas de El País y Público, se ha mostrado como más de lo mismo).
CONCLUSIÓN
Ésta es mi propuesta, que trato de hacer desde la honestidad; pero puede haber muchas otras. Dolores Ibarruri se equivocaba: no hay un único camino. Los caminos hacia el Frente de Izquierdas son inescrutables.
Habrá que romper muchas murallas, desechar muchos prejuicios. Diluir muchas líneas, comprendiendo que, a pesar de su brillo, sólo eran fuegos de artificio. Autodeclararnos enemigos de la autoproclamación. Habrá que tener una gran goma, para hacer borrón y cuenta nueva. ¿Quién se apunta?
Habrá que renunciar a nuestro propio sectarismo, sin esperar a que lo haga el otro. Pero atarse al mástil de los principios para resistir a los cantos de sirena de los falsos críticos, entendiendo, sin embargo, que esos principios unen a miles, porque son sencillamente la dignidad, la decencia y la cordura de no aceptar la legitimidad de este régimen.
La verdadera brecha, la única por la que vale la pena dividirse, es inconfundible para todo aquel que mire la realidad con ojos sinceros. Y es la que nos separa de ellos, de los dirigentes de la izquierda oficial, los que se han integrado, los que aceptan que tenemos «Estado de derecho» y «sindicatos mayoritarios» y «política de la cordura».
La brecha está abierta y no la abrimos nosotros; pero elegimos poner el pie a este lado, para sellar nuestra alianza y resistir a su podrido mundo que odiamos. Esa es nuestra cordura.
No aceptamos que esto sea un «Estado de derecho» ni que esto sean «sindicatos» ni que esto sea «democracia».
Conocemos a Zapatero y Rajoy, a Toxo y Llamazares. Y conocemos también a nuestros compañeros.
Los que perdimos todas las batallas y volvimos a levantarnos tras cada derrota.
Los que no pensamos que el sucesor de Rosa Luxemburgo sea Oskar Lafontaine, sino Ulrike Meinhof.
Los que no homenajeamos a Garzón, sino a Eva Forest.
Los que no celebramos el 6 de diciembre, sino que nos manifestamos contra la Constitución.
Conocemos a nuestros amigos y a nuestros enemigos. Y no pensamos volver a equivocarnos.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.