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Sales y soles

Los chicos de oro

Fuentes: Gara

«Lo que más me gusta de los niños es el proceso de producción», reconoce el escritor Zarko Petan. Razón no le falta. Pocas cosas hay en el mundo, por no decir ninguna, tan gratificantes, tan sabrosas, como hacer el amor, comerse los unos a los otros. Si no fuera por que de esos polvos nacen […]

«Lo que más me gusta de los niños es el proceso de producción», reconoce el escritor Zarko Petan. Razón no le falta. Pocas cosas hay en el mundo, por no decir ninguna, tan gratificantes, tan sabrosas, como hacer el amor, comerse los unos a los otros. Si no fuera por que de esos polvos nacen luego estos renacuajos, estos incipientes consumidores, aparearse estaría seguro prohibido. Demasiado bueno, bonito y barato para ser real, para ser legal.

Reproducirse nunca había costado tanto. Un primer hijo, a 18 años, sale por un mínimo de 98.000 euros -en una escuela pública, sin problemas de salud y poco caprichoso- y un máximo de 310.000 -en colegio privado y con lo último en ropa y tecnología-. En el año 2000, eran entre 78.000 y 192.000 euros. En seis años, los salarios han crecido un 15% mientras que el gasto por retoño, entre un 10% y un 56%. El Euniñor, el Índice de Críos por Consumo, está disparado y los expertos estiman que continuará subiendo. Miles de cabezas de familia penden de sus hijos.

La Confederación Española de Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios revela en su último estudio, «Lo que cuesta un hijo», la inversión necesaria para poder tener, y mantener, descendencia. La encuesta distingue diversos tramos de edad (de 0 a 1 años, de 1 a 3, de 3 a 6, de 6 a 12, de 12 a 15 y de 15 a 18) y recoge las siete partidas básicas de los gastos de una familia: alimentación, higiene, ropa y calzado, educación, ocio y juguetes, sanidad y «extras». Según este informe, la crianza de un hijo supone una media de 7.000 euros cada año.

Nacer, crecer y gastar, todo es empezar. Los pañales de un bebé salen por 1.200 euros de media, el doble que en el año 2.000. La ropa, de 1 a 3 tres años, ha pasado de 421 euros por temporada a los 800 actuales. La paga de un adolescente, 80 euros mensuales de media, era hace seis años de 8.000 pesetas. Las recargas de móvil de un chaval de dieciséis años salen por unos 720 euros anuales. El precio de la enseñanza privada (matrícula, uniforme, transporte, comedor…) triplica el de la pública…

El informe «Lo que cuesta un hijo» advierte de que entre los 15 y 18 años nos enfrentamos a una etapa «muy cara». El desembolso puede llegar a alcanzar los 21.000 euros anuales de media «si no se corta el consumismo y la afición a las marcas de los hijos». Ya no vale cualquier trapo, cualquier cacharro. Los jóvenes florecen, maduran, atrapados en el «imperio de las marcas».

Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales. Es la ley. Los límites los marcan las tarjetas de crédito, nuestro nuevo documento de identidad. Tanto tienes, tanto eres. Hace poco, en una viñeta de Forges, dos jóvenes charlaban sobre sus planes: -¿Vas a veranear con tus padres?, preguntaba uno. -Depende de lo que me paguen, respondía el otro. Cría cuervos y te sacarán los euros.

Aún no está todo perdido. La escritora Ana María Shua muestra en una de sus historias, «El que no tuvo infancia», una revolucionaria alternativa a tanta inversión desaprovechada. «Este hombre nunca fue niño, decía la gente. Y tenían razón. Producto de un embarazo prolongado, nació a los veinticinco años, en un parto trabajoso y fatal». ¿Quién sabe? La ciencia avanza que es una barbaridad. En el futuro, por recortes en el presupuesto, a los recién nacidos igual los tenemos que dar a luz con 18 años recién cumplidos. ¿Quién sabe?