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Los cien días del arte contemporáneo: Sudáfrica se afianza en dOCUMENTA(13) y en Art Basel 43

Fuentes: Rebelión

Documenta, la exposición de arte contemporáneo más lustrosa del mundo, ha regresado puntual a Kassel cinco años después. Durante 100 días, la pequeña ciudad del centro alemán se reinventa para sus visitantes con una variada oferta de propuestas artísticas, donde los mayores representantes del arte actual tienen cita obligada. Su apertura ha llegado cargada de […]

Documenta, la exposición de arte contemporáneo más lustrosa del mundo, ha regresado puntual a Kassel cinco años después. Durante 100 días, la pequeña ciudad del centro alemán se reinventa para sus visitantes con una variada oferta de propuestas artísticas, donde los mayores representantes del arte actual tienen cita obligada. Su apertura ha llegado cargada de suspense a raíz de las críticas al comisario Roger M. Buergella en la última edición (2007), quien fue cuestionado por plantear una Documenta efectista y sin matices, desproporcionada en el gasto, errante en su discurso y en donde la carencia de un soporte teórico convertía el acceso a las obras en superficial y poco contrastado. Sabedora de este lastre, su directora artística actual, Carolyn Christov-Bakargiev, se ha volcado en la organización de eventos paralelos y ha elevado las nuevas tecnologías a protagonistas privilegiados. Con estos apoyos, y sólo una semana después de su inauguración, la presentación de Documenta 13 se ha visto bien arropada por la revolución tecnológica que Internet ha provocado en el acceso y el consumo del arte en los últimos años. Así, para quienes no puedan acercarse a Kassel, la página de Documenta permite visitar obras, asistir a entrevistas, comentarios y charlas con artistas, pensadores y profesionales del medio. Las distancias se vuelven porosas o desaparecen a través de la Web y de la novedosa expansión de la muestra al otro lado de las fronteras europeas. Kabul (Afganistán), Banff (Canadá) y Alejandría/Cairo han sido las ciudades anfitrionas elegidas, con una marcada intención política para ampliar y asegurar la continuidad de Documenta en el siglo XXI.

Las cifras que rodean dOCUMENTA(13) son símbolos útiles para el analista: durante 100 días (del 9 de junio al 16 de septiembre), 100 artistas de talla mundial ofrecen al público obras de la más rabiosa contemporaneidad entre los que se han colado tres insignes convidados africanos: William Kentridge, Zanele Muholi y Kudzanai Chiurai. Su solitario triunvirato plantea, una vez más, la cuestión de la visibilidad de África en el panorama del mercado de arte internacional. El hecho de que todos ellos sean figuras (re)conocidas por el público internacional y residentes en Sudáfrica, deja en evidencia el desconocimiento y falta de interés sobre la producción artística africana contemporánea, la desigualdad del continente al verse confrontado con otras latitudes y, la (c)reciente presencia de Sudáfrica en el panorama global, lo que puede establecer como válida para los espectadores internacionales la ecuación «arte de África = arte de Sudáfrica».

Desde su creación en 1955 y salvo el caso excepcional que supuso la Documenta 8 (1972), organizada en tiempo récord por Harald Szeemann, el lustro prescriptivo con el que cada director artístico dispone para orquestar una propuesta totalmente independiente y personal, es mayor que el par de años de otras bienales. Esta peculiaridad fundacional de Documenta, así como la cuidadosa elección de sus directores, ha tenido como efecto una constante valoración por parte de los especialistas del mundo del arte, los cuales aprecian la seriedad y profundidad analítico-teórica de cada edición, cualidades que han permitido a Documenta mantener su hegemonía y referencialidad. La cara negativa de la moneda reside en la habitual preponderancia de personas y obras provenientes de Europa y América, con Asia afianzándose con vigor en los últimos años, datos que transmiten un mensaje limitador, negativo y falsario de África. Que sólo tres sean los artistas sudafricanos seleccionados, demuestra la estrechez en la búsqueda sobre el terreno de nuevos valores, así como la peligrosa constatación de que ese reducido número, con el astro Kentridge en su centro, sea suficiente para dar cuenta de la creatividad africana. De nuevo, se establece el engañoso paralelismo entre precariedad de las condiciones productivas del continente y la falta de interés hacia sus artistas, considerados en un segundo plano como humildes artesanos. Lugares comunes y erróneos que se empeñó en deconstruir en la Documenta 11 Okwui Enwezor, archiconocido crítico, historiador de arte, escritor, profesor y curador de origen nigeriano, cuya inagotable actividad y producción literaria lo han convertido en la voz más citada sobre arte contemporáneo africano en Occidente. Desde 1998 hasta 2002 sus esfuerzos permitieron que, por primera vez en la historia de la exposición, las obras del continente inundaran la ciudad tudesca, tal y como era de esperar de uno del mayor embajador del arte africano moderno y contemporáneo. Constatar que del énfasis y reconocimiento dado a África en el 2002 poco ha quedado diez años después, no impide rendir homenaje a sus ilustres invitados de este año: William Kentridge, Zanele Muholi y Kudzanai Chiurai, los tres residentes en Sudáfrica y viejos conocidos para los amantes del arte contemporáneo.

El omnipresente William Kentridge (Johannesburgo, 1954), convocado en 1997 y 2002, asiste a Documenta por tercera vez, mientras que la irreverente fotógrafa Zanele Muholi, y el activista de Zimbabwe Kudzanai Chiurai, hacen su primera aparición.

El artista más famoso, caro y famoso de Sudáfrica, William Kentridge, trae su último proyecto: «The Refusal of Time». Para esta obra contó con la colaboración de Peter L. Galison, historiador, director y profesor de historia de la Ciencia y Física en Harvard. Reflexionando sobre las divisiones arbitrarias sistematizadas para medir el mundo actual, Kentridge se plantea la pregunta crucial: «¿qué es el tiempo?», lo que le obliga a ahondar en cuestiones de naturaleza física, tecnológica y filosófica que se oponen a la estandarización y dinamitan las certidumbres y obteniendo, como resultado, respuestas inesperadas. Para esta instalación de dimensiones épicas, Kentridge ha elegido un espacio en la estación de trenes para, según sus propias palabras, «construir una ópera para la palabra hablada», siguiendo sus anteriores investigaciones sobre la hibridación y diálogo entre la imagen, la palabra y su recepción crítica por el espectador. Cinco proyectores y ocho altavoces esculturales rodean de imágenes y voces al espectador provocándole intelectual y sensorialmente.

Zanele Muholi (Durban, 1972) llega a dOCUMENTA(13) con una serie de fotografías de su proyecto «Faces and Phases», consiguiendo que las lesbianas negras y los transexuales africanos sean acogidos en Kassel. Su obra se ha podido ver en numerosas bienales y museos, como el MOMA de San Francisco el año pasado, donde formó parte de la exposición colectiva «World view of five contemporary photographers in face of our time». Es, también, una vieja conocida española, al haber ganado el premio a la mejor fotógrafa por Casa África. Sin embargo, el honor de ser parte de dOCUMENTA se ha visto empañado por el robo que, el pasado 20 de abril, sufrió en su apartamento en Ciudad del Cabo y en el que se llevaron 20 hard drives, ordenadores y cámaras con cinco años de trabajo documentando la vida de las lesbianas y transexuales de Sudáfrica, Zimbabwe, Uganda y Malawi. Este duro golpe la ha llevado a afirmar que «cambiaría dOCUMENTA por recuperar el trabajo sustraído», sin evitar las polémicas que la suelen rodear por unas obras con claras implicaciones políticas. Entre lo robado se encontraba la filmación del que iba a ser un nuevo documental sobre funerales de lesbianas asesinadas…

El joven Kudzanai Chiurai nació en Zimbabwe en 1981, pero su arte crítico y su honestidad brutal le forzaron al exilio en Johannesburgo, donde reside en la actualidad. Su rúbrica es la denuncia a través del arte de situaciones de injusticia social y racial en África, tal y como se pudo ver en el MOMA de Nueva York hace algunos meses dentro de la colectiva «Impressions from South Africa. 1965 to Now». En esta muestra, Chiurai realizaba una de las críticas más feroces a las actitudes xenófobas de los sudafricanos ante sus vecinos del norte y otros inmigrantes, aspecto que ha desarrollado en esta ocasión a través de la acción paralela «The unofficial dOCUMENTA(13)», en Johannesgurgo, para los que no puedan asistir a Kassel… En fechas recientes y fruto de una visita reveladora al curandero Credo Mutwa, Chiurai se ha embarcado en un viaje espiritual que le ha llevado a investigar la relación entre los seres humanos y la naturaleza así como los problemas a la hora de lograr un equilibrio entre ambos. El conflicto como elemento innato de la sociedad y del arte contemporáneo africano es analizado desde diversos ángulos en sus instalaciones en Kassel, sin evitar el análisis de la validez y del uso de la fuerza para lograr la paz…

Para completar la presencia de África en dOCUMENTA(13), en el ciclo de conferencias The Artists’ Congresses: A Congress que acaba de finalizar, una de las mesas redondas ha llevado por título Past Potential Futures: The Voices of the Artist in the Transition from Colonial to Post-Colonial. Entre sus ponentes  encontramos figuras tan relevantes como el director, profesor en NYU y especialista en cine africano Manthia Diawara. Sin dudar sobre su pertinencia se ha de constatar que estamos, de nuevo, anclados en esa fijación postcolonial sobre el continente que fsimplifica y congela el arte africano en una secuencia (a)histórica en la que el futuro y el presente resultan menospreciados.

Acercarse a la feria de arte contemporáneo Art Basel 43 en marcha estos días (14 al 17 de junio) nos permite llegar a una conclusión doble muy similar a la que nos produce Kassel: la presencia de Sudáfrica va en ascenso, mientras el resto del continente se ve sumido en un profundo silencio. En una feria que reúne a casi 300 galerías y más de 2500 artistas exhibiéndose gloriosos y que ha arrancado con fuerza, motivada por la incerteza del valor de las divisas y la apuesta de los inversores en arte como valor garantizado, tan sólo un manojo de galerías y artistas han conseguido infiltrarse. La Goodman Gallery de Johannesburgo y Stevenson de Ciudad del Cabo, junto a la ampliación libanesa de la alemana Sfeir-Semler, son las únicas galerías de África con espacio propio. En sendos catálogos de marcada preponderancia nacional, las dos empresas de venta privada de arte más potentes de Sudáfrica se reparten a sus creadores más famosos. Goodman Gallery expone obras de la egipcia Ghada Amer, la marroquí Mounir Fatmi, los sudafricanos Siemon Allen, Carla Busuttil, Candice Breitz, Hasan & Husain Essop, David Goldblatt, Moshekwa Langa, Mikhael Subotzky, y, por supuesto, de William Kentridge y Kudzanai Chiurai, presentes en cualquier evento de contemporaneidad artística que se precie. Por su parte, Stevenson despliega obras de los sudafricanos Zander Blom, Ernest Mancoba y del nigeriano residente en los EE.UU. Odili Donald Odita.

Quizás temiendo reconocer que África va más allá de su país más austral a través de obras que reelaboran y cuestionan el legado del colonialismo en África y su diáspora, la galería Marlborough londinense trae a Suiza a la mozambiqueña Isabel Ferreira y su «Maison Tropicale», mientras que las galerías Guerra (Lisboa), Nordenhake (Berlín) y Pace (Nueva York) siguen su estela con obras semejantes firmadas por occidentales. Estamos aludiendo, respectivamente, a los colages de fotografías de Filipa César (Porto) sobre la memoria construida a dos manos por los colonos lusos y los nativos en Guinea-Bissau; a las esculturas de la eslovena Marjetica Potrč (Ljubljana) cuestionándose los problemas urbanos relacionados con la emigración sudafricana y, finalmente, a las composiciones «Black Dadá» de Adam Pendleton, en las que el artista debate sobre la naturaleza radical del arte y sus implicaciones políticas a través de los diversos niveles del lenguaje. Como guinda, la galería británica Stephen Friedman convoca, una vez más, a su compatriota de origen nigeriano Yinka Shonibare, quien vuelve a su idea de la obra de arte contemporánea como nuevo fetiche de nuestra época, ligada al consumo de masa y a la cultura pop.

Para finalizar este rápido recorrido suizo, la galería francesa In Situ Fabienne Leclerc merece un alto al desplegar las pelucas del beninés Meschac Gaba (1961, Cotonou), quien creó en 2010 un «Museo de la vida activa» en su ciudad natal y capital económica de Benín. Cotonou, una urbe que carece de un museo de arte contemporáneo, fue el lugar elegido por Meschac Gaba para organizar procesiones de cabelleras en las que actores o modelos lucían icónicas pelucas y bubús blancos o «djellabas». Este «Museo de la vida activa» arriba a Basel a través de los tocados originales, invitando al espectador a reflexionar sobre la globalización, el consumismo, la necesidad mutua de los países periféricos y el llamado «centro» mundial, así como las dinámicas entre el arte, la cultura y la moda. De nuevo la evidencia de la capacidad fagocitadota de la Institución Arte: su trabajo está lejos de suponer un riesgo para los compradores, pues ha sido expuesto, entre otros, en The Museum of Contemporary African Art, en la Documenta XI, en la Bienal de Venecia (2003), la de Sidney y Sao Paulo (2006) y en la ya referencial Africa Remix, (2004-2005).

Tras este repaso a dOCUMENTA(13) y Art Basel 43 vemos cómo, salvo el caso excepcional de Sudáfrica, África ha sido relegada al olvido. Que plataformas de difusión tan potentes silencien a un continente que vibra de creatividad sin ser capaz de rentabilizarla económicamente, es de una injusticia dolorosa. África es, sin duda, un valor en alza, pero todavía no ha alcanzado el status de seguridad futura deseable para los inversores. Sin embargo, hay motivos para la esperanza: las grandísimas posibilidades que abre Documenta para quien expone en ella nos permiten vaticinar un brillante futuro a Muholi y Chiurai, tal y como le sucedió a Kentridge cuando fue llamado por primera vez a Kassel, saliendo reforzado en el mercado internacional. Una vez dOCUMENTA(13) cierre sus puertas el de 16 de septiembre asistiremos a esta revalorización de sus artistas tras una segura respuesta positiva del público. Dicho queda: permaneceremos atentos a las ideas originales de hombre y mujeres africanos en un momento de crisis mundial en la que la solidaridad y la comprensión entre los individuos y los pueblos es más necesaria que nunca. Mientras tanto, hitos ejemplares como la dOCUMENTA del 2002 y las acciones de estos artistas sudafricanos permiten augurar mejores tiempos para el arte africano…

Blog de la autora: http://africaencine.com/2012/06/15/los-cien-dias-del-arte-contemporaneo-sudafrica-se-afianza-en-documenta13-y-en-art-basel-43/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.