Desde 1998 permanecen presos en cárceles de Estados Unidos cinco cubanos por luchar contra el terrorismo, paradójicamente, en un país que se adjudica «la lucha contra el terrorismo» en el mundo. «El gobierno que los encarcela nunca pudo presentar prueba alguna de que fuesen culpables de los principales cargos formulados contra ellos», denunció durante el […]
Desde 1998 permanecen presos en cárceles de Estados Unidos cinco cubanos por luchar contra el terrorismo, paradójicamente, en un país que se adjudica «la lucha contra el terrorismo» en el mundo.
«El gobierno que los encarcela nunca pudo presentar prueba alguna de que fuesen culpables de los principales cargos formulados contra ellos», denunció durante el III encuentro juvenil internacional de solidaridad con los cinco, Ricardo Alarcón de Quesada, Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba.
La causa de los cinco sintetiza en buena parte la historia de hostilidad de grupos terroristas, algunos liderados por Posada Carriles desde Miami y respaldados por Estados Unidos, contra el proceso revolucionario del pueblo cubano, que triunfó hace más de medio siglo.
«Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René son cinco inocentes que sufren trece años de injusta y cruel prisión», expresó Alarcón, y agregó que han pasado buena parte de su juventud bajo un régimen carcelario especialmente duro para ellos, lejos de su tierra, de sus familias, de sus amigos, y sometidos frecuentemente a largos períodos de confinamiento solitario.
Los cinco continúan presos a pesar de los argumentos a su favor de reconocidos juristas y diferentes tribunales. Más de 600 intelectuales y artistas de todo el mundo apoyan la causa de los cinco, como Oscar Niemeyer, Harry Belafonte, Atilio Borón, Ernesto Cardenal, Danny Glover, Manu Chao, Ignacio Ramonet, Howard Zinn, Noam Chomsky, entre otros.
La misión de los cinco, antes de ser capturados, era monitorear las actividades de grupos y organizaciones en Estados Unidos, responsables de actividades terroristas contra Cuba.
Fueron acusados por el gobierno de Estados Unidos de conspiración para cometer espionaje, a pesar de que nunca los acusó de espionaje real. El juicio duró más de seis meses, convirtiéndose en el más largo de Estados Unidos hasta el momento.
Más de 119 volúmenes de testimonios y 20 mil páginas de documentos fueron compilados, incluyendo el testimonio de tres generales retirados del ejército y un almirante retirado, quienes coincidieron en que no existía evidencia de espionaje.
También lo reconoció por escrito la Fiscalía, en un documento oficial del 25 de mayo de 2001, en el que admitió su fracaso respecto a la peor acusación contra Gerardo Hernández Nordelo, que padece una condena de dos cadenas perpetuas más 15 años.
«Este escrito tiene ya diez años, pero, sigue siendo ignorado», reclamó Ricardo Alarcón, así como se olvida un documento ratificado el dos de septiembre de 2008 por el pleno de la Corte de Apelaciones de Atlanta.
Esta corte afirmó, por unanimidad, y varias veces, que en este caso no existía evidencia alguna de nada que hubiese afectado la seguridad nacional de Estados Unidos, es decir, que no había nada de espionaje, y en consecuencia declaró nulas dos sentencias relacionadas con ese tema.
«Desde entonces han transcurrido tres años y a muchos se les obliga todavía a creer que los Cinco fueron acusados de espionaje, desconociendo por completo la determinación unánime del tribunal», advirtió el político y filósofo cubano.
Además de este documento, por el que el Gobierno admitió que era imposible probar su culpabilidad, la defensa de Gerardo se fundamente en dos argumentos decisivos que demuestran la naturaleza profundamente injusta de este caso y el éxito de Washington en ocultarlo.
Alarcón indicó que la farsa judicial seguida contra los Cinco en Miami giró alrededor de una infame calumnia respecto al incidente del 24 de febrero de 1996, cuando fueron derribadas en aguas cubanas dos avionetas de un grupo terrorista que durante años realizó numerosas provocaciones sobre el territorio cubano.
Gerardo no tuvo absolutamente nada que ver con ese incidente y el propio gobierno reconoció en este documento que no podía sostener su falsa acusación. Pero, además, el gobierno de Estados Unidos tenía que probar que el hecho sucedió en el espacio internacional para tener jurisdicción sobre él.
Los radares cubanos mostraban que ocurrió en Cuba, mientras los radares norteamericanos daban informaciones contradictorias o confusas. Con ese motivo la misión de la Organización de Aviación Civil Internacional que investigó el incidente solicitó a Washington que entregase las imágenes tomadas por los satélites de Estados Unidos.
«Washington se negó a suministrarlas hace quince años, se negó a hacerlo cuando lo pidió la defensa de Gerardo y se sigue negando ahora», exclamó Ricardo Alarcón.
El otro argumento surgió en 2006, cuando se descubrió que el gobierno norteamericano entregó cuantiosos recursos del presupuesto federal para pagar a los llamados «periodistas» que desataron una feroz campaña contra los Cinco y que amenazaron a los miembros del jurado ante las reiteradas protestas, entonces, de la Jueza.
Pese a los numerosos esfuerzos del Comité Nacional por la Libertad de los Cinco y otros solidarios norteamericanos, «hasta ahora Washington se resiste a revelar todo lo que esconde sobre su conspiración con los medios locales de Miami, para condenar a nuestros compañeros, dijo Alarcón.
Añadió que son pruebas irrefutables y suficientes para convencer a cualquiera de la total inocencia de Gerardo y sus hermanos, son más que suficientes para que el Presidente Obama ordene su liberación inmediata e incondicional. Por eso los medios controlados por Washington impiden a la gente conocerlas.
«Preguntémonos valientemente si lo que hemos hecho es suficiente siquiera para horadar el muro de silencio», cuestionó Alarcón a casi 200 jóvenes de varios países que participaron del Encuentro Juvenil Internacional de Solidaridad con los cinco, que sesionó del 11 al 13 de junio en Cuba.
«Ellos no eran criminales. Eran héroes. Estaban revelándole al gobierno de Estados Unidos crímenes cometidos desde territorio de EE.UU.; crímenes que el gobierno de EE.UU. tolera y en teoría debería castigar», argumenta el pensador estadounidense Noam Chomsky.
Mientras, Amnistía Internacional, en octubre de 2010, señaló que «si el proceso legal de apelación no proporcionara resarcimiento oportuno, y dada la extensión de las penas de cárcel impuestas y el tiempo ya cumplido por los condenados, Amnistía Internacional apoyaría los llamamientos para que las autoridades ejecutivas estadounidenses revisen el caso a través del procedimiento de indulto y otros medios apropiados».
Llamado a los medios de comunicación
Ricardo Alarcón enfatizó que sobre los cinco cae un castigo adicional que «a todo debería avergonzarnos». Es el castigo del silencio. El caso de los cinco no existe para las grandes corporaciones que controlan los medios de información.
«Esos medios han levantado una muralla que rodea el caso y hace prácticamente imposible conocer la verdad que ellos encarnan», subrayó el también miembro del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.
Alarcón advirtió que no basta con denunciar ese muro de silencio. Limitarse a eso sólo puede contentar a quienes vean esta lucha simplemente como un acto rutinario que suele cumplirse con la repetición de consignas.
«De lo que se trata es de derribar ese muro de silencio. Nada más y nada menos. Y esa tarea sólo pueden realizarla los jóvenes. Porque es una lucha que requiere energía y creatividad, que debe despojarse de superficialidad y esquematismo, que exige amor y compromiso», urgió Alarcón.
Invitó a insistir directamente sobre las grandes corporaciones mediáticas denunciando constantemente su cómplice censura y aprovechando los escasos resquicios que ofrecen incluyendo, por ejemplo, la publicación de anuncios pagados.
Alarcón aprovechó para instar a reclamar igualmente a todos los medios alternativos que, en general, no dan a este tema una atención prioritaria. «Y, por supuesto, tenemos que exigirles a nuestras publicaciones, las revolucionarias o progresistas, que cumplan no sólo con su deber de solidaridad, sino que hagan un periodismo auténtico y creador, capaz de vencer la modorra burocrática y, sobre todo, que se salga de los moldes de la dictadura mediática global».
Reiteró que es preciso usar con inteligencia y audacia las nuevas tecnologías de la comunicación sin dejar de emplear los métodos insustituibles del trabajo político directo, persona a persona, que las organizaciones aplican en su trabajo regularmente.
Condenas contra los cinco
Gerardo Hernández Nordelo – 2 cadenas perpetuas más 15 años
Ramón Labañino Salazar – 1 cadena perpetua más 18 años
Antonio Guerrero Rodríguez – 1 cadena perpetua más 10 años
Fernando González Lort – 19 años
René González Sehwerert – 15 años