Un hombre surte su camión con biodiésel en California. AFP Los carburantes a base de soja, palma o colza terminan generando hasta un 80% más de emisiones que los tradicionales, según los datos derivados de un informe de la UE, que fomenta estos combustibles para reducir el impacto del transporte en el cambio climático. […]
Un hombre surte su camión con biodiésel en California. AFP
Los carburantes a base de soja, palma o colza terminan generando hasta un 80% más de emisiones que los tradicionales, según los datos derivados de un informe de la UE, que fomenta estos combustibles para reducir el impacto del transporte en el cambio climático.
Los biocarburantes –combustibles para el transporte producidos a partir de cultivos y en teoría más respetuosos con el medio ambiente- se están revelando como una fuente de energía más contaminante que los combustibles fósiles a los que quieren sustituir y un verdadero problema para las políticas europeas de reducción de emisiones.
El año pasado, la Unión Europea ya aprobó limitar el uso de los biocarburantes que proceden de cultivos alimentarios como la colza, la palma o el trigo por el importante impacto que están teniendo sobre el precio de los alimentos. Pero, además de agravar el hambre en el mundo, estos agrocombustibles tampoco están aportando soluciones al problema del cambio climático.
Una investigación encargada por la Comisión Europea y publicada el pasado abril refleja que, al contrario de lo que se venía considerando, el uso de algunas de estas materias primas para producir combustible está resultando altamente contaminante.
En principio, los biocarburantes emiten mucho menos C02 de forma directa a la atmósfera que los combustibles tradicionales, pero los cambios en el uso del suelo que provocan estos cultivos, con enormes deforestaciones tropicales y el drenaje de turberas asociado, hace que, de forma indirecta, las emisiones de gases de efecto invernadero se disparen.
El caso es especialmente preocupante para los combustibles fabricados a base de palma y soja, dos de los cultivos más utilizados en la producción de biocombustibles. El informe de la UE revela que, sólo derivados de los cambios en el uso de suelo, el primero emite 231 gramos de CO2/MJ y el segundo 150. Para hacerse una idea, la legislación de la Unión Europea calcula que las emisiones generadas por los combustibles fósiles como la gasolina son de 94 gramos de CO2/MJ. Es decir, que los efectos para el clima terminan siendo mucho peores si se utiliza palma en lugar de petróleo.
No todos lo biocarburantes contaminan igual. El maíz, la remolacha o el azúcar de caña (utilizados para producir bioetanol) no emiten tantos gases de efecto invernadero y los hay, incluso, que ayudan a mitigar el cambio climático, como los cultivos no alimentarios a base de plantaciones forestales, pero son más caros y su cuota de mercado es apenas significativa. En contraste, el biodiésel obtenido con colza, palma, soja y girasol (los más contaminantes) representan casi el 70% del mercado de biocarburantes de la UE.
«Los agrocombustibles se presentan como la solución a los combustibles fósiles cuando en realidad, y salvo contadas excepciones, están agravando los impactos negativos económicos, sociales y ambientales del sistema de transporte europeo y español», dice Abel Esteban, coordinador de la campaña de bioenergía de Ecologistas en Acción.
La ONG Transport and Environment, de la que forma parte Ecologistas en Acción, ha recogido las conclusiones del informe europeo -que sólo calcula las emisiones indirectas- le ha sumado las emisiones directas y lo ha comparado con los datos correspondientes para los combustibles fósiles tradicionales. El resultado es que, de media, el biodiésel genera emisiones alrededor de un 80% más altas que el gasóleo fósil al que sustituye. Por su parte, el bioetanol es aproximadamente un 30% menos perjudicial, con excepciones como el trigo o la cebada.
«El 76% de los biocarburantes que se prevé se utilizarán en Europa en 2020 arrojan unas emisiones de GEI similares o peores que las de los combustibles fósiles a los que sustituyen», sentencian desde Transport and Environment.
El respaldo de la UE
El problema es la política de apoyo a este tipo de carburantes que se adoptó en la Unión Europea a partir de 2009 en aras de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en el sector del transporte. La política europea no contabiliza las emisiones indirectasderivadas de los cambios en el uso del suelo, sino sólo las emisiones directas; así que, aunque en la práctica los agrocombustibles son más contaminantes, en la teoría se presentaron como beneficiosos para combatir el cambio climático. Así, la Directiva de Energías Renovables obligó a los Estados miembros a que para el año 2020 utilizaran al menos un 10% de energía renovable en el trasporte, la mayor parte biocombustibles, además de otros.
A raíz del debate surgido en el seno de la UE por estos cultivos, se modificó la directiva, que limitó el uso de agrocombustibles al 7% y prohibió subvencionarlos a partir de 2020. No obstante, hasta esa fecha se prevé que su consumo siga creciendo. En concreto, España prevé duplicar su importación al final de esta década.
«Incluso después de la reforma se prevé que las emisiones del transporte europeo aumenten en 2020 un 4%, debido exclusivamente al impacto de los agrocombustibles», señala Ecologistas en Acción, que denuncia que se estarán ocultando «las emisiones equivalente a 12 millones de vehículos adicionales en nuestras carreteras».
Fuente: http://www.publico.es/sociedad/combustibles-bio-contaminan-mas-gasolina.HTML