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Los dilemas de ETA y del Estado

Fuentes: Rebelión

Pareciera que ETA no puede seguir soportando el peso de las verdades. O que ha abandonado el paroxismo de la insensibilidad. O mejor, tal vez se ha cansado de ver trabajar a los enterradores. Sea como sea, ETA ha decidido acabar con el hermetismo de la esquizofrenia. Y uno se imagina a quienes dirigen actualmente […]

Pareciera que ETA no puede seguir soportando el peso de las verdades. O que ha abandonado el paroxismo de la insensibilidad. O mejor, tal vez se ha cansado de ver trabajar a los enterradores. Sea como sea, ETA ha decidido acabar con el hermetismo de la esquizofrenia. Y uno se imagina a quienes dirigen actualmente ETA planteándose las siguientes cuestiones. ¿Cómo digerir política e intelectualmente el proceso de repolitización del escenario vasco con la presencia de la izquierda abertzale comulgando con los principios de convivencia y socialización democrática que desde hace tanto tiempo la mayoría de las fuerzas políticas ha demandado? ¿Cómo digerirlo sin sentir espasmos por el tiempo perdido y por la ineficacia diabólica del recuerdo de más de 800 muertos y la presencia ausente de 740 presos políticos vascos? ¿Cómo ceder a la tentación política de participación en las instituciones -tan intensamente denostadas- y renunciar a la violencia política sin haber conseguido absolutamente ninguno de los objetivos políticos o exigencias territoriales y requerimientos tácticos planteados por ETA y la izquierda abertzale durante los años 80 y 90 e incluso casi hasta anteayer? ¿Qué precio interno tiene o tendrá, para ETA, esta renuncia a sus estrategias históricas lo cual supone aceptar las tesis de la izquierda abertzale de implementación de un proceso político privado de violencia y de respeto a los derechos humanos? ¿Cómo se elaborará el duelo interno en ETA si definitivamente se abandonan las armas y se reconoce el fin de la lucha armada como vía de presión política para conseguir objetivos estratégicos en clave de poder? ¿Qué discurso posbélico perdurará tras el humo de las cenizas de ETA? ¿Seguirá la misma narrativa que sustentó y justificó durante tantos años cada uno de sus actos? ¿Qué le dirá a sus presos, qué estrategia interna se pondrá en marcha con esos centenares de detenidos ante un proceso de ausencia de violencia o de renuncia a las armas? ¿Qué papel asumirá ETA en un futuro, desarmada y entregada con la izquierda abertzale presente en las instituciones y autónoma ya de la hipoteca ideológica y estratégica de ETA? ¿Qué pensarán en el fondo los actuales dirigentes de ETA al comprobar que la decisión de dejar de tirar de gatillo hubiera sido más rentable política y socialmente – para ella, para la izquierda abertzale y para toda la ciudadanía- hace diez o veinte años que hoy?

Por otro lado, mientras ETA liquida sus vergüenzas, el Estado convierte nuestro escepticismo en su sustento. Y es que éste tiene enormes dificultades para afrontar sus duelos no resueltos. Porque también es rehén de dilemas y de dinámicas perversas. Personalmente creo que pasarán años para que la democratización de la vida social y política vasca se normalice y alcance cotas de relativa calidad democrática. La clase política española, la justicia politizada, los grupos mediáticos, los fabricantes de ideas y quienes gestionan el Estado con mayúsculas padecen el síndrome del ahí se jodan. Porque ahora, precisamente ahora, es cuando la venganza del Estado exigirá la desaparición de toda narrativa política que ha sustentado la actuación de ETA, incluida la lucha por la independencia. Porque ahora es cuando la expiación y la culpa doblegarán todo intento de penitencia política encubierta. Me gustaría que esto no ocurriera, -otra cuestión es el duelo social- y que quienes detentan la más alta responsabilidad política fueran capaces de valorar este paso que ETA y la izquierda abertzale han dado, aunque se considere insuficiente, para reforzar un proceso que garantice la eliminación de la violencia y la inclusión de todas las ideas y grupos políticos en una dinámica de normalización social. Ello favorecería que el proceso de desintegración fuera irreversible para la propia ETA. De lo contrario ETA se volverá a armar. De razones y de algo más. E intuyo, por las evidencias diarias y las actuaciones políticas y judiciales, que las exigencias que se plantean a ETA y a la propia izquierda abertzale son más bien fruto del resarcimiento que de la cordura y sensatez que requiere el momento. Un ejemplo: el Fiscal General del Estado, Cándido López Pumpido, aseguró el pasado día 13 que la tregua de ETA nada ha cambiado. Ni ETA ha anunciado que deja las armas ni Batasuna ha roto con ETA, por lo que, dijo, Batasuna no será legalizada. Y es que el Estado también está, al igual que ETA, traumatizado por su pasado y eso le impide poner a cero su contador interno. Estoy convencido que ni aun entregando ETA las armas públicamente en la Plaza del Castillo o en Zabalburu o en la Virgen Blanca, la izquierda abertzale logrará la credibilidad democrática que hoy se le reclama. Y esto es algo que ella debiera haber trabajado antes, mucho antes. Y creo que aún habrá mil exigencias más que tratarán de impedir su participación política. Porque ETA ha generado y puede generar todavía, pese a declararse moribunda, enormes réditos electorales en el seno del centrismo zapaterista y el populismo rajoyano, algo que a ambos les hace enrocarse en una posición inamovible que todavía genera dividendos. Y es que ETA y su cosmogonía simbólica son adictivas, incluso para el gobierno que dice querer acabar con ella. Porque ETA ha contribuido más que Jiménez Losantos a la derechización de buena parte del electorado español. Por eso, el socialismo más reaccionario y el populismo del PP mantendrán la sospecha sobre la izquierda abertzale y diseñarán un nuevo discurso de sustitución anti ETA de carácter antinacionalista. Sin embargo, el momento actual requiere de un giro copernicano en la gestión de este proceso. Porque en este momento, como dice Joseba Zulaika en su texto Polvo de ETA, en que las cenizas de ETA dominan la política vasca, bienvenida sea la nueva libertad. Pues no puede haber una nueva arquitectura sin las ruinas del pasado ni política progresista sin transformar los antagonismos del ayer.

Paco Roda. Universidad Pública de Navarra

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.