La hipocresía del gobierno de EE.UU. ha sido tan dominante durante la última década que provoca bostezos y miradas vidriosas. Los senadores denuncian la interferencia gubernamental en los servicios de salud, mientras disfrutan de su insuperable seguro gubernamental de salud que ellos diseñaron –a expensas del contribuyente. La Secretaria de Estado Clinton exigió a los […]
La hipocresía del gobierno de EE.UU. ha sido tan dominante durante la última década que provoca bostezos y miradas vidriosas. Los senadores denuncian la interferencia gubernamental en los servicios de salud, mientras disfrutan de su insuperable seguro gubernamental de salud que ellos diseñaron –a expensas del contribuyente. La Secretaria de Estado Clinton exigió a los líderes paquistaníes que eliminaran a los terroristas de las calles, mientras que autoproclamados terroristas anti Castro pasean por las vías pública del centro de Miami -como luchadores por la libertad, por supuesto.
La duplicidad de lenguaje coincide con la estupidez en la política. En Afganistán (que mantener a Karzai en el negocio presidencial cuesta un millón de dólares por soldado al año), las tropas de EE.UU. y la OTAN realizan una vaga misión antiterrorista en la cual han causado muerte y destrucción sin fin -con poco o ningún resultado. «Envíen más soldados para luchar por el gobierno de Karzai», grita John McCain y su calaña, mientras que Karzai trata de incluirse en el Libro Guinness de Records con su corrupción. Él está legitimado por aquellos que se benefician directamente de su robo -y del gobierno de EE.UU.
La hipocresía repetida a niveles máximos -Goebbels la llamaba la «gran mentira»-tiende a cansar a los periodistas y convertirlos en estenógrafos que ya no buscan revelar la deshonestidad del lenguaje oficial.
Véase la cobertura de prensa de dos supuestos casos de derechos humanos. El año pasado, la policía religiosa saudí arrestó a una norteamericana «por sentarse con un colega masculino en una cafetería Starbucks en Riyadh». La mujer fue golpeada, «registrada hasta la desnudez, amenazada y obligada a firmar confesiones falsas». (Independent, 8 de febrero de 2008.)
El Departamento de Estado ignoró esta y otras historias similares considerándolas asuntos saudíes internos. Pero funcionarios del Departamento de Estado se pusieron nerviosos acerca de su bloguera cubana favorita, Yoani Sánchez.
Cuando iba a sumarse a una manifestación en La Habana «contra la violencia», Yoani dijo al corresponsal de Reuters en La Habana que tres hombres vestidos de civil la agarraron a ella y a un compañero y los metieron en un auto. Ella no dijo nada de haber recibido una «golpiza». Reynaldo Escobar, esposo de Sánchez, «dijo a El Nuevo Herald que ella está caminando con una muleta y tomando medicamentos para el dolor de espalda, resultado de haber sido lanzada de cabeza dentro de un auto y golpeada a puñetazos en la espalda por tres hombres de civil que la detuvieron por 20 minutos».
Poco después de su entrevista a Reuters, Yoani dijo a la AP que los hombres la habían golpeado brutalmente, con tal profesionalismo que no habían dejado ni una marca visible en su piel. «Nada de sangre, sino moretones, puñetazos, tirones de pelo, golpes a la cabeza, los riñones, rodilla y pecho», dijo el esposo de Yoani a El Nuevo Herald. «En resumen, violencia profesional». Yoani no colocó fotos en su blog de la «golpiza profesional», lo que es extraño para alguien cuyo blog contiene muchas fotos. (6 de noviembre de 2009.)
A diferencia de la respuesta al maltrato a una mujer por los saudíes (nuestros aliados), el gobierno norteamericano «deplora totalmente el asalto» a Yoani. El Departamento de Estado «expresó al gobierno cubano nuestra profunda preocupación… y estamos prosiguiendo con averiguaciones… acerca de su bienestar personal y acceso a cuidados médicos». (Miami Herald, 14 de noviembre.)
Ni los medios ni el gobierno norteamericanos explicaron por qué los cubanos se manifestaban contra la violencia en el exterior. Fuentes no gubernamentales en la isla no pudieron explicarse el objetivo de la manifestación. Sin embargo, algunos manifestantes tenían carteles que decían «Súmate», el nombre del grupo venezolano que dirigió campañas anti-Chávez en 2004 y el nombre adoptado por la oposición boliviana a Evo Morales.
El incidente de Yoani atrajo nuevamente la atención a esta «valiente periodista», especialmente en Miami. Su blog informa acerca de la última queja callejera en La Habana, pero no ofrece ninguna receta para cambiar procedimientos ineficientes o injustos; ni tampoco intenta comprender, mucho menos analizar, las causas para el mal funcionamiento que acosa la vida diaria en Cuba. Ella ha perfeccionado la queja en Internet, convirtiéndola casi en una forma de arte.
Cubanos anti castristas y periodistas de la prensa occidental la adoran y la adornan con premios y galardones (Maria Moors Cabot en Nueva York, y Ortega y Gasset en España). Sin embargo, su club de admiradores no incluye a otros «disidentes». Representantes de Martha Beatriz Roque, una disidente menos cíber-versada, y ahora en segundo lugar en la «disidencia» femenina, dijo a The Miami Herald que su diabetes le causa serios problemas. En huelga de hambre desde hace dos semanas, afortunadamente no ha perdido una cantidad crítica de peso.
Roque y Sánchez están compitiendo por los titulares en los periódicos, radio y TV de Miami. La facción de Martha Beatriz ha criticado a Yoani, la cual recibe más atención en Washington, de dónde viene el dinero. La política de Washington, inmune a los hechos y a la coherencia, ha provocado sufrimiento, negando a los cubanos productos y crédito; sin embargo, condena al gobierno de Cuba y acepta las aseveraciones contradictorias de Yoani y exige con indignación que Cuba respete los derechos humanos -mientras debate la suerte de prisioneros que mantiene (algunos sin ser acusados) en su base de Guantánamo en territorio cubano. ¡Otra vez la vieja y aburrida hipocresía!
Saul Landau es miembro del Instituto para Estudios de Política. Sus filmes están en DVD y pueden comprarse por medio de roundworldproductions.com.