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«Los españoles buenos son cubanos»: lecciones de democracia cubana en la Puerta del Sol»

Fuentes: Iohannes Maurus

«Una pregunta sí hay que hacerla casi de inmediato: ¿qué pasará en España donde las masas protestan en las ciudades principales del país porque hasta el 40% de los jóvenes están desempleados, para citar solo una de las causas de las manifestaciones de ese combativo pueblo? ¿Es que acaso van a iniciarse los bombardeos a […]

«Una pregunta sí hay que hacerla casi de inmediato: ¿qué pasará en España donde las masas protestan en las ciudades principales del país porque hasta el 40% de los jóvenes están desempleados, para citar solo una de las causas de las manifestaciones de ese combativo pueblo? ¿Es que acaso van a iniciarse los bombardeos a ese país de la OTAN?» Fidel Castro Ruz (Reflexiones del Cdte. 19.05.2011)

«Los españoles buenos son cubanos» José Martí

Cuba es una democracia imperfecta. Una democracia que sufre de una grave falta de pluralismo motivada por las condiciones de amenaza exterior extrema y de guerra económica continuada en que ha tenido que sobrevivir desde los primeros años de la revolución. También es víctima de malos hábitos endógenos, pues en Cuba hay una experiencia política hecha por hombres con sus pasiones, sus miserias y sus grandezas, no la comunión de los santos. El poeta cubano Cintio Vitier afirmaba resumiendo esta situación que «hemos hecho un parlamento en una trinchera». No es fácil hacerlo, pero lo han hecho. Y no cualquier parlamento. Se trata de un parlamento y de un conjunto de órganos electivos donde el ciudadano no vota por partidos: ningún partido, ni siquiera el comunista, tiene derecho a presentar candidatos. El ciudadano «postula» candidatos entre sus vecinos en asambleas de barrio. Estos candidatos son elegidos después como representantes locales en votación secreta y acaban designando a través de distintas fases a los integrantes de la Asamblea del Poder Popular, el órgano legislativo supremo. Podría perfectamente pensarse en una aplicación multipartidista de este mismo sistema en el que los partidos y demás organizaciones sociales contribuirían al debate público dando una estructura más coherentes a las distintas posiciones debatidas y representando intereses diversos, pero sin derecho a presentar candidatos. Tal vez sea esta una forma sensata de acabar con la partitocracia, este régimen en el cual las direcciones de los partidos compiten mediante propaganda y presiones demagógicas en el mercado del voto ciudadano y donde el ciudadano común poco tiene que decir, pero los más poderosos y los más ricos tienen un amplio margen para manipular. Primero los partidos reciben financiación de los grandes grupos empresariales y financieros para manipular a los electores mediante campañas de propaganda, después estos les pasan factura. Le dijeron una vez a Juan March, el grande y poco escrupuloso financiero español que él «hacía ministros», a lo cual respondió con cinismo: «no los hago, los compro hechos». Esta práctica de corrupción es hoy la norma de las democracias neoliberales. Es precisamente lo que en ellas se llama «democracia» y que, como sabiamente repitan los jóvenes españoles «no lo es». Su colmo es que un empresario delincuente como Belusconi se haga a sí mismo primer ministro para salvar sus intereses económicos de la justicia. Esto en la Cuba de hoy, con todas sus carencias y defectos, no ocurre.

En la Cuba que el régimen español pretende «democratizar» se debate libremente la política económica y esto se puede hacer porque existe un sistema político y social en ruptura con el capitalismo, sin lo cual este tipo de discusiones y decisiones sería tan absurdo como decidir sobre las leyes físicas o la meteorología. Pero Cuba no es una asamblea de majaras, como tampoco lo es la acampada de Sol, ni los demás enjambres de «indignados», sino un lugar donde no se acepta el engaño fundamental del liberalismo, a saber la transformación de la esfera económica en una esfera pseudonatural regida por supuestas leyes propias. Porque se puede salir de esa absurda y liberticida ilusión que naturaliza la economía, el gobierno revolucionario de Cuba lleva más de 50 años ignorando la voluntad de los mercados y guiándose por la del pueblo, y somete directamente al juicio de la ciudadanía, y no al de supuestos técnicos que representan intereses económicos precisos, las grandes líneas de su política económica, como ha ocurrido en el reciente debate sobre los Lineamientos. Lo que en las «democracias» capitalistas es tan indiscutible como la meteorología, en la «dictadura» cubana lo debate la gente de toda edad y condición. Lo debate en la calle o en salas de barrio. Lo debate además con consecuencias importantes, pues la propuesta del gobierno relativa a los Lineamientos fue enmendada en un 60% por las aportaciones del debate ciudadano y con esas importantes enmiendas se aprobó. En este sentido, las anómalas elecciones locales españolas de este mayo de 2011 serían elecciones normales en Cuba, al menos en lo que a la -aquí ilegal- ocupación de las plazas, al debate y al llamamiento a un voto responsable y reflexivo se refiere. Unas elecciones donde los ciudadanos toman la palabra directamente y debaten con sus vecinos en las calles, una elecciones que no sirven para elegir políticos profesionales, sino a ciudadanos comunes.

(Es fácil objetar a quien defiende la democracia cubana en lo que tiene de más vital que la permanencia de los hermanos Castro en sus cargos desmiente cuanto sostenemos. Sin embargo, esta objeción no es válida del todo: los viejos comandantes Fidel y Raúl son más parte de la defensa de la trinchera que de la edificación del parlamento. Son viejos, pero necesarios como símbolos de una resistencia constante, símbolos de rebeldía y no de obediencia. En un país en revolución las «autoridades» son la más radical oposición a la realidad social y política dominante contra la que se alza esa revolución. Nada tienen que ver con viejos tiranos como Mubarak o Ben Ali. Los ha elegido reiteradamente el pueblo cubano a través de los órganos del poder popular, pero quien los sigue haciendo indispensables, al menos en su papel simbólico, es la permanente amenaza del vecino Imperio.)

Podemos concluir citando por una vez a Federico Jiménez Losantos quien ha afirmado sobre los acontecimientos recientes que: » Se ha dicho y es evidente que el programa económico de los indignaditos es idéntico al de IU. Yo he publicado que sólo sería posible ponerlo en marcha bajo una férrea dictadura comunista.» Creo que en cuanto a su comparación con el programa de IU, es un poco demasiado optimista, pero en cuanto a la necesidad de lo que él llama «una férrea dictadura comunista», esto es un sistema que pueda hacer prevalecer las necesidades y la decisión de las mayorías sociales sobre los mercados, como condición de una vida digna, no podemos estar más de acuerdo. Algunos logros políticos de Cuba son ya una útil inspiración para esa necesaria dictadura sobre la fuerza tanática del capital, aunque tenemos que seguir inventando el futuro tanto en la Isla como en el resto del planeta.

Fuente: http://iohannesmaurus.blogspot.com/2011/05/los-espanoles-buenos-son-cubanos.html