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Entrevista a José Herrera Plaza sobre Accidente nuclear en Palomares. Consecuencias (1966-2016)

«Los exiliados republicanos estaban muy preocupados por las consecuencias del accidente y la tan continuada e inhabitual presencia en los medios de España»

Fuentes: Rebelión

José Herrera Plaza (Almería, 1955) cursó estudios de Economía en la Universidad de Valencia. Técnico Superior en Imagen y sonido, trabaja actualmente, como cámara operador, en Canal Sur TV. Desde 1985 ha seguido de cerca todo lo relacionado con el accidente nuclear de Palomares. En 2003 fue coautor y coorganizador del libro y exposición en […]

José Herrera Plaza (Almería, 1955) cursó estudios de Economía en la Universidad de Valencia. Técnico Superior en Imagen y sonido, trabaja actualmente, como cámara operador, en Canal Sur TV. Desde 1985 ha seguido de cerca todo lo relacionado con el accidente nuclear de Palomares. En 2003 fue coautor y coorganizador del libro y exposición en el Centro Andaluz de Fotografía «Operación Flecha Rota. Accidente nuclear en Palomares». Posteriormente dirigió el largometraje documental homónimo (2007). 

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Seguimos en el capítulo VII: «Resultas y reparaciones». Explicas la reacción soviética ante el accidente. Cuentas que Gromyko entregó un memorándum a su homólogo norteamericano. ¿Qué denunciaron las autoridades soviéticas?

JH.- Ellos eran plenamente conscientes que estaban cercados por los bombarderos nucleares de la Alerta Aérea Aerotransportada de los EEUU. Pero no podían hacer nada, pues las aeronaves patrullaban en aguas internacionales. El accidente les dio la posibilidad de patalear diplomáticamente. En la Conferencia de Desarme de Ginebra de febrero de 1966 se leyó un memorándum en el que denunciaron la violación del Tratado de Prohibición Parcial de Ensayos Nucleares de 1963. Aquello supuso un incremento no esperado para que el nombre de Palomares diera de nuevo la vuelta al mundo en los titulares de los diarios.  

Por cierto, ¿en qué términos se manifestó el Papa? El Concilio Vaticano anunciaba nuevos tiempos.

JH.- Apareció un artículo en la revista » Ecclesia » donde denunciaba la locura instaurada con la carrera armamentística. Esta publicación era el portavoz oficioso de los obispos españoles, que a su vez reflejaba las tendencias progresistas del Vaticano, antes que se retornara a su habitual fundamentalismo con Juan Pablo II. El problema no fue en sí el artículo sino el eco y la repercusión en los distintos medios internacionales. Salvo en algunos sectores, aquí andaban acostumbrados con la Iglesia a la total adhesión, la connivencia o cuanto menos al silencio, pero corrían nuevos tiempos, nuevos aires que en nuestro país iban entrando irremediablemente, aunque con reticencia de los sectores más extremistas.  

Otra cosa más que sorprendente, desconocida para mí, las preocupaciones de los exiliados republicanos españoles. Explicas que una de las cartas fue firmada por León Felipe. ¿Qué venían a decir, qué le preocupaba? Incluyes en el libro una octavilla muy curiosa que anuncia la celebración de un mitin. ¿Dónde se celebró?

JH.- Las comunidades de exiliados republicanos en el mundo estaban profundamente preocupados por las posibles consecuencias del accidente y la tan continuada como inhabitual presencia en los medios de España. Una de la más numerosas era la de México D.F. En el cine Versalles de esa capital se congregaron unos 400 republicanos españoles para pedir la supresión de esa infame hipoteca sobre la vida y muerte de los españoles.

 

 

Uno de los cuadros pintados por el pintor vasco Miguel Marina exiliado en los EEUU, titulado « Serie Palomares VIII» (acrílico sobre madera, 127 x 259) donde se muestra la extrema inquietud del artista por el suceso en un contexto histórico marcado por la destrucción nuclear de nuestra civilización. (Foto: cortesía C. Marina).

¿Tienes información sobre otras iniciativas de los exiliados?

JH.- Conocemos por la prensa que al menos un acto parecido se realizó en Sao Paulo por el denominado Centro Democrático Español. En otros países aparecieron distintos artículos de exiliados o de intelectuales, como en Chile, Argentina y Venezuela. Resonaron los lapidarios versos que aparecieron en algunos diarios sobre el infame bombardeo nazi de Almería en 1937 de la poetisa almeriense exiliada en México, María Enciso: Almería del dolor y de la muerte,/ nombre simple de todos ignorado,/ una esquina del mundo, silenciosa,/ viviendo su dolor, triste y callado. Es de suponer que el desasosiego entre ellos era generalizado. La distancia obra como lupa; exacerba los sentimientos.  

Incluyes en el libro un cuadro del pintor Miguel Marina, exiliado en EEUU, un cuadro que forma parte de una serie: «Serie Palomares VIII», fechada en 1968. Recuerda el Gernika. ¿Nos describes estas pinturas? ¿De quién partió la iniciativa?

JH.- Miguel Marina era un capitán del ejército republicano que se exilió finalmente en los EEUU. Como español en el extranjero, sentía mucha preocupación con el accidente de Palomares. Como artista, volcó todo el desasosiego en un conjunto de bocetos, dibujos y pinturas que llamó » Serie Palomares «, de corte expresionista, cuyo referente de partida es es universo picassiano.  

Citas en este apartado a Eduardo Subirats y un libro suyo publicado en 2010 en Ediciones de Intervención cultural. ¿Qué tal este libro?

JH.- Supuso un intento de paliar la gran escasez de textos en español sobre el accidente. Incluye el libro » Palomares.Memoria » (2001) que escribió la Duquesa de Medina Sidonia y fue duramente censurado, además de 4 capítulos de «Campos de Níjar» (1961) de Juan Goytisolo. Abre y cierra la obra una introducción y epílogo de Subirats.

 

Reproducción del cuadro «Tríptico Palomares» (óleo sobre lienzo, 300 x 611 ) del artista Jorge Castillo que pintó en Boisano (Italia) a base de grises y negros, tras informarle detalladamente lo vivido por el diplomático Rafael Lorente, testigo ocular del suceso.

¿Qué condición impuso el director del Museo de Arte Moderno de Nueva York al pintor Jorge Castillo para adquirir su obra » Tríptico Palomares«? ¿No fue, de hecho, una censura?

JH.- El Tríptico (300 x 611 cm) fue una de las obras más sobresalientes de la bienal Documenta de Kassel (Alemania) en 1968. Se interesó por él el director del Museo de Arte Moderno de Nueva York y propuso adquirirlo, pero el Consejo Asesor del Museo exigió que se borrara el avión que representaba al B-52, entonces protagonista diario de bombardeos indiscriminados con napalm y posteriormente con el » agente anaranja » a las poblaciones civiles de Vietnam. Como era de esperar, Jorge Castillo se negó y la compra nunca se realizó. Es probable que la Comisión buscara una excusa, anticipándose a la respuesta del autor, para así evitar rechazar sin argumentos la obra.  

Me quedó aquí, en el apartado 7.4.: «Estudio epidemiológico».

JH.- De acuerdo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.