Desde 1998 cinco cubanos estuvieron presos en Estados Unidos en circunstancias que conmovieron a casi todo un país. Solo dos de ellos cumplieron sus condenas completas. La libertad de los otros tres se consiguió durante la negociación secreta e inesperada entre los gobiernos de Raúl Castro y Barack Obama, que incluyó la liberación del contratista […]
Desde 1998 cinco cubanos estuvieron presos en Estados Unidos en circunstancias que conmovieron a casi todo un país. Solo dos de ellos cumplieron sus condenas completas. La libertad de los otros tres se consiguió durante la negociación secreta e inesperada entre los gobiernos de Raúl Castro y Barack Obama, que incluyó la liberación del contratista Alan Gross -prisionero en Cuba durante cinco años- y el trazado de un rumbo de normalización entre ambos países en 2014. Tamaña importancia tuvieron.
En más de una década la mayor parte del pueblo cubano fue activado para solidarizarse, junto a incontables personas en el mundo, en función de reclamar la reparación de lo que había se consideraba una gran injusticia.
Cinco hombres cubanos que se resistieron a pactar con el gobierno de Estados Unidos y mantuvieron su alegato de inocencia fueron elevados en Cuba a la categoría de Héroes.
Mientras la fiscalía los acusaba de espionaje y -a uno de ellos- de conspiración para asesinar los Cinco y sus abogados mantuvieron la idea de que eran agentes no registrados, sí, pero que habían actuado a favor de su país, en su defensa legítima frente a las acciones de terrorismo contra Cuba que fraguaban y cometían organizaciones asentadas en Miami.
El tema se convirtió -bien lo sabemos los cubanos- en prioridad uno en la agenda de comunicación y propaganda que el gobierno diseminó por toda Cuba durante más de una década. Hasta en el último confín, en el más remoto mural, en el más imprevisto acto público, en los frontis de prefabricado y cal de las más lejanas cooperativas agrícolas, en los lobbies de los hoteles, en las vidrieras de las tiendas, en los tanques de los camiones cisterna… las cinco cabecitas de ellos y la estrella acuñaron nuestro paisaje.
En Cuba y por decenas de países, sus mujeres, sus madres, sus hijos, pidieron, lucharon, exigieron y se convirtieron en una sola entidad que los altavoces definieron como «los familiares». No hubo distinción para narrar la proeza de quienes tuvieron que soportar aislamientos, amenazas, incomunicación. Todas las historias de los diversos amores truncados fueron contadas con igual gravedad y conmovieron a la mayoría de nosotros.
Por casi veinte años años los cubanos aprendimos algunas cosas muy valiosas sobre ellos: son leales, inteligentes, tenaces y tiernos. Su mérito principal era representarnos. Ellos se parecían mucho a quienes queríamos ser.
Con todos esos atributos, mientras estuvieron en Estados Unidos fueron como superhombres muy admirados en la distancia. Cuando llegaron a Cuba, siendo ya una realidad físicamente constatable, estos hombres se convirtieron en líderes potenciales. Unos con más aptitudes evidentes que otros, pero todos con un tremendo acumulado de simpatía popular, la misma de la que carece una buena parte de los jefes formales que hoy absorben la actividad política en Cuba.
René González Sehwerert, uno de ellos, salió de Cuba con 34 años en 1990. Robó un avión cubano y aterrizó en la base de Boca Chica en Key West. Había aceptado la misión de infiltrarse en grupos de cubanos del exilio, activos en la subversión. En 1998 fue detenido y luego condenado a 15 años. En septiembre de 2011, después de 13 años, le fue impuesta otra condena adicional de tres años de libertad supervisada en Florida. En mayo de 2013 la jueza le permitió hacer un viaje por motivos personales a la Isla (su hermano estaba muy enfermo). Al cabo, René debió renunciar a su ciudadanía estadounidense y con ello pudo quedarse en Cuba y gozar de plena libertad. Fue el primero en llegar.
En septiembre de 2012 lo conocí personalmente y me dediqué a estudiar sus formas. Yo debía entrevistarlo junto con otros colegas de la revista Progreso Semanal en la que trabajaba. Conseguir la entrevista nos había sido muy fácil. Él actuaba como un amigo, sin recelos, de la mano de Olga Salanueva todo el tiempo.
Queríamos saber más sobre la campaña de la cinta amarilla y contribuir a divulgarla.
René estuvo con nosotros ese día en la Plaza de Armas. Ató una gran cinta amarilla en el tronco ancho de la ceiba del Templete. Estaba decidido a convertir el suceso de las cintas en un movimiento multitudinario que resonara en Estados Unidos, que llegara al ánimo de las personas que después de tanto tiempo no habían sido alcanzados por reiteradas campañas de comunicación e ignoraban por completo el caso.
Fue lúcido, cordial y más que eso… Nos pidió con una humildad impresionante ayuda para hacer un spot de televisión que impulsara más aún la movilización dentro de Cuba. No contábamos con la tecnología para hacerlo, pero intentamos ayudarlo.
Ese día me llamó la atención verlo llegar solo a un acto que podía ser icónico, útil para la campaña, portada de un noticiero o de un diario digital. No había más prensa, no había más cámaras.
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Al fin el 17D se reunieron los Cinco en La Habana. El 17 de diciembre de 2014 fueron recibidos por Raúl Castro en su despacho. 73 días después, el 28 de febrero de 2015, por Fidel Castro en su casa. «Fui feliz durante horas ayer. Escuché relatos maravillosos de heroísmo del grupo presidido por Gerardo y secundado por todos», escribió Fidel.
Al final de sus notas sobre este encuentro el líder de la Revolución cubana dejó una especie de adivinanza colocada en la imaginación de muchos. «Dispongo desde ayer, afortunadamente, del tiempo suficiente para solicitarles que inviertan una parte de su inmenso prestigio en algo que será sumamente útil a nuestro pueblo.» ¿Qué podía ser el «algo» sumamente útil? Muchos supusieron una nueva tarea hercúlea. Hasta hoy no se resolvió el acertijo.
Este fragmento de la Red Avispa que antes fue tan coordinado ahora en Cuba se desenvuelve en distintos ámbitos: Gerardo Hernández es vicerrector del Instituto Superior de Relaciones Internacionales; Fernando González es presidente del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos; Ramón Labañino es vicepresidente de la Asociación Nacional de Economistas de Cuba; Antonio Guerrero es vicepresidente de la Organización Superior de Dirección Empresarial (OSDE) de Diseño e Ingeniería de la Construcción; y René González es vicepresidente de la Sociedad Cultural «José Martí».
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Un hecho inesperado ha encendido un chispeante debate -en redes sociales al menos. Al finalizar el proceso de nominación de candidatos a diputados a la Asamblea Nacional para la próxima legislatura, se ha sabido que de los Cinco, solo dos han sido seleccionados. Ni Ramón, ni Antonio, ni René integran las listas.
«Ojalá un día encuentre a alguien de la Comisión Nacional de Candidaturas de mi país que me responda: ¿Por qué Fernando González Llort y Gerardo Hernández Nordelo son elegibles, y René González Sehwerert, Antonio Guerrero y Ramón Labañino NO? Siento que estamos renunciando a esos hombres en tiempos en que escasean los paradigmas.» Así comentó en su cuenta de Facebook Rosa Amaro Pérez, joven periodista de Cubavisión Internacional (CVI).
El propio René González respondió a la periodista con cierto humor, dando a entender que a él también le había sorprendido el hecho de no ser elegible para un escaño en el próximo parlamento: «Rosy, y yo que pensaba invitarte al Capitolio… pero bueno.»
Pocas horas después, Olga Salanueva, esposa de René González escribió una larga respuesta en la que rechaza categóricamente la especulación sobre si René estaría o no en disposición de ser parte del parlamento cubano.
A la oficina de René un día llegó un representante del sindicato de Cultura, al cual él pertenece por ser vicepresidente de la Sociedad Cultural José Martí. Le dejaron una planilla a llenar con sus datos personales alegando que había sido propuesto por este sindicato a candidato a diputado. El la llenó y la entregó. Al resto de los cinco les sucedió de igual manera propuestos por diferentes lugares.
Hasta ahí lo que sabemos, nunca más fue consultado, ni llamado, ni nadie se le acercó para pedirle ni opinión ni otra disposición.
René siguió trabajando como siempre lo ha hecho y lo he visto hacer desde hace 35 años en cada tarea que se le ha asignado, entregado en cuerpo y alma, con tremenda alegría y optimismo que todo el que lo conoce bien sabe que siempre lo acompañan, con su tremenda transparencia y acometida contra lo mal hecho. Todo a pesar de que esta tarea no tiene nada que ver con su vocación, y de que ni siquiera puede ejercer la profesión que ama.
Hasta ahí lo que sé, ayer de pronto el listado de los candidatos y la avalancha de preguntas.
Mi respuesta: Pregúntenle por favor a la comisión, yo no encuentro razón alguna para que los cinco no sean diputados. Se lo merecen en primer lugar, están más probados que el chocolate, Cuba los necesita también a ellos. Es muy de mal gusto tratar de establecer diferencias entre los cinco, cuando el imperio lo intentó con todo su poderío se cogió el c… con la puerta. Siempre serán hermanos y revolucionarios probados.
Una amiga en facebook manifiesta: «Dudo que alguna comisión de candidatura los haya excluido porque sí, esas comisiones están integradas por gente de bien. Dudo que alguien pueda obviar a los Cinco, porque son el corazón mismo de esta Isla. Alguna otra razón debe haber, supongo…»
Compañera, siento decirle que no hay error alguno. Tres de los cinco fueron obviados por la comisión, en lo que representa, en mi opinión, una nueva y gran injusticia contra los cinco héroes de la República de Cuba.
Es provocadora la libertad con que Olga Salanueva expresa su desconcierto que obviamente debe ser compartido, al menos, por su esposo. Y esta última frase es bastante apremiante y cobija una denuncia: «una nueva y gran injusticia contra los cinco héroes de la República de Cuba.»
Pero esta vez no viene del gobierno de Estados Unidos.
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La Comisión Nacional de Candidatura, encargada de nominar hasta el 50 por ciento de los candidatos al parlamento es una de las estructuras más controvertidas del actual sistema electoral cubano.
Se trata de un grupo de trabajo integrado por representantes de organizaciones políticas y de masas -que ante la ONU se presentan como la sociedad civil cubana.
Ellos tienen el encargo legal de completar la lista de candidatos que emergen de las asambleas barriales en las circunscripciones.
Su legitimidad se argumenta en el hecho de ser un summum de representación: las organizaciones representan al pueblo y la Comisión representa a las organizaciones.
Dicen trabajar con las biografías de los postulados y decidir solo a partir de los «méritos». Pero ya se sabe que es muy probable que predominen en estas selecciones prioridades y cotejos políticos que no van siempre de abajo a arriba, sino más bien todo lo contrario. Se asegura así la satisfacción y salvaguarda del poder real actual.
«¿¿¿En un listado de 605 cubanos que representan al pueblo de este país no hay lugar para tres hombres que estuvieron 15 años encarcelados en Estados Unidos precisamente por defender el derecho de este pueblo a elegir su destino??? Si hay un error creo que debe corregirse cuanto antes. Esos son los líderes que necesita el proyecto social cubano hoy, héroes de carne y hueso. ¿Cómo explicar a este pueblo que se lanzó a las calles en forma multitudinaria a pedir su regreso, que René, Ramón y Antonio no están entre sus representantes?», ha escrito también la periodista de CVI Daily Pérez Guillén en Facebook.
Al ser una representación secundaria o terciaria del soberano en la que este no interviene directamente, el resultado de la Comisión Nacional puede -como se ve- conllevar a «errores» que habitualmente no se evidencian y mucho menos se publican en Cuba. Por eso este caso resulta muy ejemplar.
Lo primero que el público querrá saber es bajo qué criterios esta vez tres de cinco héroes de esta envergadura no alcanzan el score necesario para estar en la lista de candidatos.
Transparentar las razones caso por caso sería útil para conocer también, por carambola, por qué otras personas con otros «méritos» tampoco quedan incluidos tras la criba.
Es un problema de método. Es un asunto vital de la democracia cubana que como se sabe -incluso el gobierno lo ha admitido- espera una reforma electoral que no acaba de llegar.
Por el momento esta situación anómala en la que algunos de los héroes al parecer no han sido suficientemente héroes ante el «órgano» nominador, ha dejado a muchos con la boca abierta.
Formar parte del parlamento no es, por otra parte, o no debería ser, solo un tema de distinción social. Un diputado no es alguien a quien se le otorga un diploma, sino alguien que se somete a un mandato.
Esta vez, no se podrá negar, la incertidumbre se ha colado por la puerta delantera.
Fuente: http://oncubamagazine.com/sociedad/los-heroes-los-escanos-parlamentarios/