Ecuador en sus 40 años aproximadamente de explotación petrolera, mantiene un historial bastante nefasto en la degradación de los ecosistemas naturales. La capacidad que ha tenido el petróleo para financiar la burocracia y los programas sociales ha invisibilizado algunos efectos colaterales de la explotación petrolera respecto al ser humano como el desplazamiento de los pueblos, […]
Ecuador en sus 40 años aproximadamente de explotación petrolera, mantiene un historial bastante nefasto en la degradación de los ecosistemas naturales.
La capacidad que ha tenido el petróleo para financiar la burocracia y los programas sociales ha invisibilizado algunos efectos colaterales de la explotación petrolera respecto al ser humano como el desplazamiento de los pueblos, la represión militar, la contaminación al agua y suelo, y su consecuente afectación a la salud de las personas.
A lo largo de la historia petrolera hemos observado por los medios de comunicación el detalle de algunos derrames de petróleo ocurridos en zonas adyacentes a reservas naturales, ríos o cuencas de agua. En estos últimos días hemos sido testigos de un nuevo impacto ambiental sobre la naturaleza, como es el caso del derrame de petróleo del oleoducto de crudos pesados OCP ocurrido el 25 de febrero del 2009 en el sitio Santa Rosa en la provincia del Napo, a 129 kilómetros de Lago Agrio que afecto la flora y fauna de la zona de influencia, por el derrame de aproximadamente 14. 000 barriles de crudo, contaminando algunos ríos, entre ellos, el río Coca, fuente de abastecimiento de agua de las comunidades que habitan el sector así como del Cantón Francisco de Orellana, que por dicho siniestro tuvo que suspender el abastecimiento de agua a sus habitantes.