El profesor experto en incendios forestales señala que «existe el consenso en la ciencia y en la técnica sobre cómo disminuir el riesgo y la probabilidad de sufrir grandes incendios forestales» pero que «los intereses partidistas» hacen que «la solución se aleja un poco más cada día que pasa».
Los incendios forestales se están transformando en un problema cada vez más grave en el cuerpo de muchas naciones supuestamente civilizadas. Ahora bien, se trata de un problema que científicamente está resuelto: sabemos qué hay que hacer para minimizar el riesgo. Tampoco estamos frente un problema técnico: sabemos cómo llevar a cabo las acciones necesarias. Se trata, sencillamente, de un problema de falta de voluntad política: no podemos hacer lo que se necesita porque no se permite.
Problemas legislativos y burocráticos
Una especie de romanticismo mal entendido nos guía en nuestra forma de entender el medio natural. Consideramos a la humana como una especia ajena a la naturaleza: civilización o barbarie, según el pensamiento helenístico. Para conservar la naturaleza creemos que conviene no tocar ni una piedra. ¿Para qué? A fin de cuentas, la naturaleza es sabia y no nos necesita para seguir adelante.
Lo que ignoramos, en nuestra civilización de supermercados, es que nosotros sí la necesitamos a ella. La carne, la verdura, las hortalizas, la leche y todo aquello que comemos no se originó en el Mercadona, sino que procede de la naturaleza y del medio rural. Vivimos rodeados de un monte, que es también el lugar de origen de nuestra cultura: los libros o el violín, por ejemplo, proceden de la gestión forestal. Y esta gestión forestal, no solo no perjudica el funcionamiento de los ecosistemas, si no que puede ser una herramienta para la restauración y conservación.
Pero nuestra cultura urbana, ajena a la científica, ha establecido una serie de normas que dificultan hasta el punto que imposibilitan prácticamente la gestión de nuestro medio natural. Desde los planes de urbanismo, hasta las legislaciones regionales y nacionales, nos encontramos con un entramado legal que es una obra de orfebrería del negacionismo ecológico.
Se obvia que los ecosistemas son dinámicos y no estáticos; la gestión es necesaria para su conservación. Los ecosistemas no son un castillo ni un museo, donde el objetivo es que todo permanezca inmóvil, tal y como está. Los ecosistemas están conformados por las interacciones entre seres vivos y su ambiente y tienen dinámicas complejas a las que debemos adaptarnos.
Tampoco se ha desarrollado todavía el famoso estatuto del bombero forestal. Demasiados profesionales tienen contratos de unos pocos meses y viven sin saber siquiera si al año que viene los volverán a llamar. Ni tan siquiera gozan de ese contrato al que cínicamente llaman fijo discontinuo.
Inversión en medios de extinción, una estrategia retardista
Teniendo presente esto, quien quiera desarrollar un plan de prevención contra incendios a escala de macizo, lo más seguro es que acabe desistiendo, o que el plan original en una caricatura de utilidad cuestionable.
Estos días hemos escuchado tanto a la portavoz del Gobierno como al Comisionado de la Unión Europea para la Gestión de Crisis, con la misma letanía de siempre, proponer que «necesitamos más medios» e «invertir más en aviones». El principal partido de la oposición tampoco ha sorprendido con su propuesta: vuelve a proponer la incorporación del Ejército en la extinción y otra medidas similares. Acciones, todas ellas, sin base científica alguna y que, como ahora veremos, solo agravan el problema.
Una de las medidas estrella en la lucha contra incendios de los últimos años ha sido la creación de la Unidad Militar de Emergencias, más conocida simplemente como UME. No hay incendio en el que la opinión popular no pida la intervención de la UME, y se critica sin piedad, y sin razón, cuando los responsables de la extinción no la consideran necesaria.
Sin embargo, la evolución de los grandes incendios nos muestra cómo su comportamiento no ha hecho más que empeorar tras la aparición de la UME. Los incendios grandes son cada vez mayores. Lo particularmente preocupante es el ascenso del tamaño medio mínimo: nos indica cómo la intensidad va en aumento y que ninguna aeronave puede hacer nada contra ellos. No deberíamos entrar en una guerra contra los bosques, entre otras razones porque perderemos siempre.
La UE ha respondido de una manera similar, a través del Mecanismo de Protección Civil de la Unión (RescUE) donde, nuevamente, se prima a la inversión efectista en aeronaves por encima de la efectiva en gestión del territorio.
El aumento de los grandes incendios no se debe ni a la UME, ni al programa RescUE, naturalmente. Las causas estructurales del problema de los grandes incendios están en el abandono de la gestión del medio rural, el cambio climático, el paupérrimo urbanismo de algunas zonas y el no respetar el régimen natural de los incendios forestales. Pero mientras sigamos desviando la atención de los problemas estructurales y aplaudiendo medidas tan espectaculares como ineficaces –como la inversión en grandes medios de extinción–, seguiremos agravando el problema de los incendios forestales.
Solucionar el problema de los incendios forestales no aporta rédito electoral
Nunca nadie se ha llevado una medalla por evitar un incendio. Y es ahí donde yace el problema: las medidas estéticas aportan cierto rédito electoral, pero apostar por gestionar el medio repercute en beneficios a largo plazo, más allá del ciclo legislativo, y a corto plazo choca contra la convención social de la intocabilidad del monte. No sale a cuenta a nivel político.
Nuestros gobernantes nos están llevando a una guerra contra el monte, que es nuestra casa. En la actualidad, existe el consenso en la ciencia y en la técnica sobre cómo disminuir el riesgo y la probabilidad de sufrir grandes incendios forestales. Sin embargo, nuestro romanticismo sobre qué es el medio natural, los impedimentos legales, junto con las inversiones millonarias efectistas e ineficaces y los intereses partidistas han transformado el problema de los incendios forestales en un problema político y cuya solución se aleja un poco más cada día que pasa.
Víctor Resco de Dios es profesor de ingeniería forestal y cambio global en PVCF-Agrotecnio, Universitat de Lleida.
Fuente: https://www.climatica.lamarea.com/incendios-forestales-problema-politico/