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Otro año más, las principales estadísticas reflejan diferencias estructurales en el mercado laboral

Los indicadores económicos no miden la desigualdad real de las mujeres en el trabajo

Fuentes: Diagonal

Oficialmente, las mujeres cobran un 30% menos. Un 14% sufre acoso sexual. Y menos del 20% ocupan cargos directivos. Pese a ello, los principales indicadores ignoran otros aspectos que explican las desigualdades de género. Los datos hacen daño a la vista, pero comparados con la realidad resultan incluso optimistas: dan a entender que se trata […]

Oficialmente, las mujeres cobran un 30% menos. Un 14% sufre acoso sexual. Y menos del 20% ocupan cargos directivos. Pese a ello, los principales indicadores ignoran otros aspectos que explican las desigualdades de género.

Los datos hacen daño a la vista, pero comparados con la realidad resultan incluso optimistas: dan a entender que se trata sólo de números. Para el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, previsiblemente las redacciones de periódicos y agencias informativas tienen ya sobre la mesa toda clase de cifras que reflejan numerosas desigualdades entre hombres y mujeres en el mundo del trabajo. La mayor novedad con respecto a años anteriores consiste en ver cómo varían los tantos por ciento.

Pero cuesta saber qué indicador es más significativo. Si la brecha salarial (la diferencia entre sueldos de hombres y mujeres se sitúa en el 30%) o la escasa participación de mujeres en los órganos de dirección de las empresas. De acuerdo con el diario El economista, las mujeres sólo ocupan un 18% de los puestos directivos, e incluso en las cúpulas de las empresas sus sueldos están un 11% por debajo. Conforme al informe Las mujeres y la toma de decisión de la asociación de mujeres juristas Themis, si se tomasen como muestra los consejos de dirección de las mayores empresas españolas (Ibex-35) la presencia de mujeres no llega al 25%, y en tres de cada diez es nula. Otro dato de referencia es el del paro (la tasa de las mujeres es del 11%, por encima de la media del 8,6% para ambos sexos). Por otro lado, pese a la retórica de los libros de gestión sobre crear buen ambiente en las empresas, el 9% de las empleadas declara haber sufrido algún tipo de acoso sexual en el trabajo, cifra que el Instituto de la Mujer estimaba en 2004 en un 14% si se calculan los casos no declarados. Y a estos abusos contribuye la precariedad y la temporalidad en los puestos, dos aspectos que, además, afectan más a las mujeres.

Hasta aquí, los datos. No obstante, se podría escribir un libro con las situaciones de las que no da cuenta ningún tipo de tabla oficial. Un ejemplo: el paro se mide a través del número de personas inscritas en el INEM. No hace falta estudiar estadística para saber que miles de amas de casa nunca aparecen en estas listas, porque se las considera «inactivas».

«Empresarias invisibles»

En actividades de la economía sumergida, como la venta a pequeña escala o el cuidado de personas dependientes, el porcentaje es mayoritariamente femenino. Tampoco se repara en las llamadas «empresarias invisibles», copartícipes en negocios familiares que echan las mismas horas que los varones, pero no figuran sobre el papel.

Pero todo esto sería incompleto si no se anotase cómo las estadísticas al uso miden el trabajo que se realiza en la empresa privada y la administración, pero «escamotea, de entrada», como afirma la economista Cristina Carrasco «el ingente número de horas de trabajo no pagado que son realizadas casi en su totalidad por mujeres dentro del ámbito doméstico y familiar». De hecho, si se miran las transformaciones del mercado laboral, lo primero que se observa, según Carrasco es cómo «la creciente incorporación de las mujeres no tiene como resultado el abandono del trabajo familiar: las mujeres continúan realizando esta actividad fundamentalmente», dando lugar a lo que se conoce como la doble jornada. «El resultado», añade Carrasco, «es que la organización de nuestras sociedades vista desde fuera puede parecer absolutamente absurda. Si una extraterrestre sin previa información viniera a observar nuestro desarrollo de la vida (…) quedaría asombrada de la pésima organización social. Tendríamos que aclararle que está equivocada: no se trata exactamente de una mala organización, sino de una sociedad que continúa actuando como si se mantuviera el modelo de familia tradicional, es decir, con una mujer ama de casa a tiempo completo que realiza todas las tareas de cuidados». La extraterrestre, además, podría sorprenderse estas semanas por una última causa: que durante la campaña electoral las ofertas de los partidos no hagan frente a esto.