Una frase popular subraya que cuando el adversario imperial te acecha es que transitas por buen sendero. Eso le ocurre a Cuba con el manipulado tema de los Derechos Humanos (DD.HH) que Estados Unidos y la derecha internacional utiliza para atacar a la mayor de las Antillas y a otras naciones progresistas de Latinoamérica y […]
Una frase popular subraya que cuando el adversario imperial te acecha es que transitas por buen sendero. Eso le ocurre a Cuba con el manipulado tema de los Derechos Humanos (DD.HH) que Estados Unidos y la derecha internacional utiliza para atacar a la mayor de las Antillas y a otras naciones progresistas de Latinoamérica y del mundo.
Washington y sus «aliados», con los emporios mediáticos como sus principales misiles balísticos, no han cesado desde el mismo triunfo de la Revolución cubana del 1 de enero de 1959 de agredir al país caribeño, incriminándolo por supuestas violaciones los DD.HH.
Las constantes e infundadas denuncias al respecto, forman parte de la prolongada e inhumana guerra impuesta al decano archipiélago antillano, que ha incluido el todavía intacto bloqueo económico norteamericano, acciones terroristas, ataques e invasiones castrenses, atentados contra la vida de los dirigentes de su Revolución y desenfrenadas campañas mediáticas.
A Cuba la acusan de que sus «elecciones no son democráticas», de permitir un solo partido político, y que carece de las vociferadas «libertades de prensa y expresión», entre otras reiteradas manipulaciones.
Habría que preguntarle a Washington y a sus «amigos» sí realmente los comicios norteamericanos y otros tantos en diferentes regiones del mundo son verdaderamente democráticos, además de cuántas formaciones políticas se disputan el mando en Estados Unidos y en no pocos países, donde reinan monarquías y bipartidismos que se turnan insolentemente las riendas del poder con idéntico objetivo: enriquecerse.
Es bien sabido también, aunque silenciado o enmascarado, que en muchas naciones se postulan y llegan a la silla presidencial quienes tengan más dinero, y que son los poderes fácticos, dígase los grandes monopolios, las oligarquías corruptas y mafias de todo tipo, incluidas hasta las de narcotraficantes, las que realmente gobiernan.
Para Washington y sus «socios», unas elecciones son democráticas si vencen en ellas candidatos a sus servicios, de lo contrario las cuestionan, e inmediatamente organizan golpes de Estado dirigidos a destronar a los ganadores en las urnas.
De las «libertades de expresión y prensa» solo recordemos que los medios de comunicación son estrictamente controlados por los mismos monopolios y la derecha deshonesta que los emplea como sus instrumentos para engañar y subyugar a los pueblos, los cuales, por cierto, si salen a las calles son reprimidos violentamente por policías o militares armados hasta los dientes, y entrenados para golpear y matar.
Claro, los asesinatos casi diarios de afroamericanos y latinos en Estados Unidos y el maltrato a los refugiados en la Europa, que por orden de Washington desata guerras sangrientas en África y el Medio Oriente, no son violaciones de los DD.HH.
Tampoco para el imperio del norte faltan a los DD.HH. los gobernantes que dejan sin empleo a los trabajadores, privatizan la salud, la educación y hasta el agua, recortan los derechos sociales y empobrecen a millones de hombres, mujeres, niños y ancianos en nuestro planeta tierra.
Nada de eso ocurre en Cuba, que figura entre las escasas naciones que no solo vela por los DD.HH. fundamentales de sus conciudadanos, sino también por los de todos los pueblos del mundo. Ello está más que demostrado y reconocido.
Precisamente por ese batallar y el buen sendero escogido por los cubanos, con su líder histórico Fidel Castro al frente, es que Washington y sus compinches insisten obstinados en atacar a la mayor de las Antillas.
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