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¿Los nuevos Pactos de La Moncloa en 2011?

Fuentes: En Lucha

Marx señaló que la historia se repite unas veces como farsa y otras como tragedia. Actualmente parece que una conocida farsa vuelve a sembrar la tragedia: el falso consenso impuesto por unas élites totalmente alejadas de las grandes masas. Durante el proceso de Transición, impuesto desde arriba por políticos vinculados orgánicamente a la dictadura fascista, […]

Marx señaló que la historia se repite unas veces como farsa y otras como tragedia. Actualmente parece que una conocida farsa vuelve a sembrar la tragedia: el falso consenso impuesto por unas élites totalmente alejadas de las grandes masas.

Durante el proceso de Transición, impuesto desde arriba por políticos vinculados orgánicamente a la dictadura fascista, tuvieron lugar los famosos Pactos de La Moncloa. Estos pactos, uno de los emblemas clave de la política del consenso que defienden las élites políticas, representaron un ataque brutal a la organización obrera y a nuestras condiciones laborales. Se fraguaron en un contexto de cierto reflujo en la lucha, sumado a la acentuación de la crisis económica de los años setenta, mientras muchas empresas se iban a pique y el paro crecía año tras año.

Adolfo Suárez, ayer un dirigente del aparato franquista y hoy alabado por casi todos los representantes políticos, aprovechó su situación ventajosa tras ganar las elecciones en 1977 para liderar un gran acuerdo entre las diferentes fuerzas políticas y sociales. Los Pactos de La Moncloa los firmaron 31 partidos y sindicatos, entre ellos CCOO, UGT y el PCE, con la oposición frontal de la izquierda más combativa.

Se aceptaron toda una serie de recortes laborales y restricciones del gasto público, para que la clase trabajadora pagara las consecuencias de la crisis en el marco de las políticas de austeridad. También se formalizó el proceso de burocratización e institucionalización de los sindicatos mayoritarios. Por parte del gobierno, con la excepción de la devolución del patrimonio sindical anterior a la dictadura, el Suárez demócrata no cumplió sus compromisos. En cuanto al paro, en lugar de reducirse como prometían los promotores de estos pactos, siguió creciendo sin pausa durante muchos años.

Desde entonces, la política del consenso ha sido alabada una y otra vez. Una política que esconde una cruda realidad: el consenso se produce entre élites políticas y sociales, no entre la población. Y esto mismo quieren imponernos hoy: un gran consenso, de nuevo de espaldas al pueblo, entre el gobierno, la oposición (esencialmente el PP y los demás partidos nacionalistas conservadores), los sindicatos (es decir, las cúpulas de CCOO y UGT) y la patronal.

Estos días estamos asistiendo al gran circo mediático de la generación de opinión. Los telediarios, desde su falsa imparcialidad, no paran de afirmar la necesidad de reformar el sistema de pensiones y de adoptar medidas drásticas para encarar la difícil situación económica actual. En todas las tertulias y demás pantomimas encontramos un hecho bastante alarmante: casi todo el mundo alaba a ZP.

Por ejemplo, en la última edición del programa de TVE «59 segundos», en una mesa de tertulianos que estaban completamente de acuerdo en lo esencial (que la crisis la paguemos las y los trabajadores), al tratar el tema de las pensiones se invitó a los economistas Manuel Conthe y Pedro Schwartz. Estos dos personajes, con una larga trayectoria neoliberal y conservadora, no solamente estaban de acuerdo en todo el grueso de sus posicionamientos, sino también en señalar lo bien que lo está haciendo ZP. Según ellos, si bien ZP ha tardado bastante, ahora realmente ha tomado las riendas del asunto y está impulsando las medidas que el Estado español necesita. Los demás tertulianos de derechas compartían estas alabanzas.

Este sentimiento cómplice es mutuo. Tras los recortes inéditos del presidente del PP de Murcia, Valcárcel, que han despertado una enorme oleada de protestas entre los empleados públicos, Zapatero se apresuró a felicitarle por lo acertado de su respuesta ante la grave situación económica.

Este es el consenso que están intentando imponernos. La televisión, la prensa y demás medios de comunicación convencionales justifican los recortes desde su supuesta imparcialidad. Los políticos, tertulianos y creadores de opinión escenifican el consenso, debatiendo sobre detalles mientras están totalmente de acuerdo en lo fundamental: seguir recortando más y más.

Por su parte, los dirigentes de CCOO y UGT están jugando un papel nefasto. Tras la exitosa huelga general del 29 de septiembre, sentenciaron con cara de enfadados que no pararían la lucha hasta que la inadmisible reforma laboral fuera retirada. Hoy parece que lo han olvidado por completo. Mediante la obviamente inútil Iniciativa Legislativa Popular (el Parlamento que tenemos nunca echará atrás la Reforma Laboral si no es para frenar un movimiento huelguístico) y el debate sobre las pensiones, el tema de la nefasta reforma laboral ha quedado relegado a un segundo o tercer plano.

En lugar de recrudecer la lucha en la calle y convocar una nueva huelga general enmarcada en un plan sostenido de lucha contra los recortes, estos dirigentes sindicales están abogando por la creación de un gran pacto sobre la reforma de las pensiones. En lugar de buscar alianzas con otros sindicatos y movimientos sociales, pretenden converger con el PP en su rechazo a retrasar la edad de jubilación. Tras décadas de acuerdos en mesas de negociaciones entre gobierno, CCOO-UGT y patronal que nos han conducido a esta pésima situación laboral y social, estos dirigentes siguen empeñados en seguir por el mismo camino hacia el abismo.

De este modo, Toxo ha descartado la huelga general en enero «porque hay una expectativa nueva de negociación». Por su parte, Méndez opina que «hay que constatar que estamos hablando de pacto, un pacto amplio, y que por lo tanto, hemos aparcado la tensión y la confrontación». Sería divertido verles yendo a las casas de la gente parada y precarizada pidiéndonos que aparquemos también la tensión y la confrontación.

No es la hora de sentarse a negociar con quienes nos están asfixiando. Se han cometido unos ataques gravísimos al sector público y a los derechos laborales y sociales. No es momento de mitigar o matizar el próximo recorte, sino de revertir esta situación y que la crisis la paguen quienes nos han conducido hasta aquí, las élites económicas y políticas.

Por su parte, se habla de que ZP está preparando otro nuevo rescate financiero, con una inyección de dinero público (del que dicen que no hay para pagar el subsidio de desempleo a quienes más lo necesitan), que supondrá entre 30.000 y 80.000 millones de euros para las cajas de ahorro. De nuevo el expolio de lo público, la transferencia de fondos comunes a manos privadas.

Grecia, Francia, Italia, Gran Bretaña, América Latina, Túnez… un lugar tras otro nos muestran el potencial de lucha que hay entre la población. Es la hora de recomponer el sindicalismo combativo, la izquierda anticapitalista y los movimientos sociales. Algunos sindicatos están convocando una huelga en enero. En Euskal Herria seguramente será un éxito, en el resto del Estado se hará lo que sea posible, pero debemos tener muy claro que la lucha es el único camino.

Hay muchos ejemplos concretos que nos lo muestran, luchas concretas de trabajador@s, estudiantes y becari@s que con un planteamiento combativo han conseguido lo que se nos vende como imposible. Es el momento de generalizar estas experiencias y llevarlas a todas las empresas, barrios y facultades. Solo así echaremos atrás la reforma laboral y los recortes de pensiones y derechos sociales.

Pau Alarcón es investigador en ciencias sociales y militante de En lucha

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