La semana pasada se hizo pública una carta firmada por 110 premios Nobel y dirigida a las Naciones Unidas, los gobernantes del mundo y Greenpeace [1]. En realidad, no es sino uno de tantos ejercicios de Relaciones Públicas y propaganda a favor de los Organismos Genéticamente Modificados (OGM). Al igual que en las campañas de […]
La semana pasada se hizo pública una carta firmada por 110 premios Nobel y dirigida a las Naciones Unidas, los gobernantes del mundo y Greenpeace [1]. En realidad, no es sino uno de tantos ejercicios de Relaciones Públicas y propaganda a favor de los Organismos Genéticamente Modificados (OGM). Al igual que en las campañas de propaganda anteriores promovidas por las grandes multinacionales agroquímicas, se arremete contra los que se oponen a la introducción y expansión de estos cultivos. Solo que esta vez identifica erróneamente a todos los opositores con Greenpeace que, aún siendo la más conocida, no es sino una más de las muchas organizaciones que se oponen a los OGM.
Comienza la carta con uno de los argumentos a los que más suelen recurrir multinacionales como Monsanto en su intento de vender las bondades de los OGM. Presentan estos cultivos como la única solución para paliar el hambre en el mundo y enfrentar el incremento exponencial de la población mundial que va a requerir aumentar la producción agrícola a «aproximadamente el doble para el año 2050».
En estos momentos se produce comida suficiente como para alimentar a entre 10.000 y 14.000 millones de personas, cerca del doble de la necesaria para toda la población mundial [2]. Y, sin embargo, alrededor de 1.000 millones de personas pasan hambre en el mundo [3]. Como afirmó un antiguo relator especial sobre el «derecho a la comida» de la ONU, «el hambre no es el resultado de que se produzca poca comida sino, más bien, de la marginalización y desempoderamiento de los más pobres, quienes carecen del poder de compra necesario para procurarse la comida que está disponible» [4]. El hambre es, por tanto, un problema de origen político, social y económico. No es un problema tecnológico ni se va a remediar con soluciones tecnológicas.
Pero es que, además, la industria agroquímica y biotecnológica está muy lejos de poder elaborar OGM que aumenten la producción de una determinada especie. En el incremento de la producción están involucrados muchos genes y los procesos actuales de ingeniería genética son imprecisos y altamente mutagénicos [5]. Causan impredecibles cambios en el ADN, las proteínas y la composición bioquímica de las plantas incluso cuando se interviene sobre un solo gen. Conseguir alterar los muchos genes implicados sin provocar efectos adversos es, en estos momentos, ciencia-ficción.
Actualmente y después de invertir miles de millones tan solo han podido desarrollar y aplicar con éxito dos rasgos genéticos en algunas especies de plantas: la resistencia al glifosato (un herbicida) y la capacidad de que las plantas produzcan Bt, un insecticida. Y no hay más. El 99% de las plantaciones de OGM a nivel mundial son de soja, maíz, colza y algodón con alguna de estas características o las dos a la vez. Y estas especies de OGM no han incrementado la producción; al contrario, la han disminuido. Un estudio comparando la productividad durante los últimos 50 años de maíz, colza y trigo llegó a la conclusión de que en Estados Unidos, donde la producción es mayoritariamente de OGM, ésta había descendido en comparación con la europea, en la que prácticamente no se han introducido los OGM [6].
La carta continúa con otro de los mitos más utilizados por las multinacionales agroquímicas en sus campañas publicitarias, el supuesto consenso de la comunidad científica sobre la seguridad (o ausencia de efectos perjudiciales) de los OGM. Ni existe ni ha existido jamás semejante consenso. La Red Europea de Científicos por la Responsabilidad Social y Medioambiental es muy clara, en este sentido, cuando afirma que «rechazamos enérgicamente las afirmaciones hechas por aquellos que desarrollan las semillas GM y algunos científicos, comentaristas y periodistas quienes concluyen la existencia de un ‘consenso científico’ sobre la seguridad de los OGM y que el debate en torno a esta cuestión está cerrado» [7]. Esta declaración, que continúa explicando las razones por las que los OGM no se pueden considerar seguros ni para la raza humana ni para el medio ambiente en general, ha sido firmada por más de 300 científicos que, aunque no hayan sido premiados con el Nobel, trabajan y son expertos en este campo [8]. Al contrario que los 110 premios Nobel, entre los que no hay, ni siquiera, uno que trabaje o sea un experto en la materia [9].
Los 110 premios Nobel recurren a la otra gran baza utilizada por la industria agroquímica, el «Arroz Dorado» y su potencial para reducir o eliminar las muertes producidas por la Deficiencia en Vitamina A. Esta enfermedad, que afecta a los más pobres en África y el Sudeste Asiático., provoca que cada año entre 250.000 y 500.000 niños se queden ciegos. Aproximadamente la mitad de ellos morirán en el siguiente año después de haber perdido la vista [10].
La solución para las multinacionales solo se puede alcanzar con este arroz transgénico que, a diferencia del tradicional, produce beta-caroteno que nuestro organismo convierte en vitamina A. Han encumbrado este arroz como el estandarte de la industria biotecnológica ya que sería el único que se podría destinar a la alimentación directa de la población, el resto son utilizados para producir diesel o tejidos, para alimentar animales o para elaborar alimentos procesados. Su comercialización supondría, según sus defensores, un avance significativo en la lucha contra una enfermedad que afecta a millones de personas y se cobra la vida de miles de niños todos los años. Y, sobre todo, el arroz dorado presenta múltiples posibilidades para arremeter contra los colectivos y personas que se oponen a los OGM. Al igual que ahora han hecho los 110 premios Nobel, las multinacionales del sector vienen utilizando este arroz dorado todavía sin desarrollar para acusar de insensibles con los problemas de los más pobres a los opuestos a los OGM. También lo han estado utilizando para reclamar la aprobación del resto de OGM a nivel mundial.
El problema para los defensores de los OGM es que todos los intentos para desarrollar este arroz transgénico han fracasado. Después de 24 años de investigación y cientos de millones invertidos, las últimas pruebas sobre su viabilidad realizadas en Filipinas, donde se lleva a cabo la investigación principal, han sido tan negativas que ni siquiera han sido enviadas a la agencia reguladora para la aprobación de su uso. Están muy lejos de conseguir un arroz dorado viable, si es que alguna vez lo consiguen [11].
Pero, incluso en el caso de conseguirlo, no está nada claro que pueda servir para luchar contra la enfermedad. Existen muy serias dudas de que el beta-caroteno pueda ser convertido en vitamina A en los cuerpos de niños malnutridos. Se desconoce completamente si el beta-caroteno se puede mantener como tal en el arroz almacenado entre las cosechas o si es resistente a la cocción utilizando los métodos tradicionales de las zonas más pobres del planeta [12]. Como siempre, los problemas reales son complejos y no se pueden solucionar con medidas simplistas. Tras el fracaso en el desarrollo de este arroz, el gobierno filipino se ha decantado por una aproximación más integral que contempla distintas medidas más baratas y fáciles de aplicar.
En un ejercicio de hipocresía y demagogia sin límites la carta finaliza haciéndose la siguiente pregunta retórica:
¿Cuánta gente pobre en el mundo ha de morir para que consideremos esto (la oposición a los OGM y el arroz dorado) como un ‘crimen contra la humanidad’?
Cabría preguntarse cómo se puede calificar el intento de las multinacionales de controlar el mercado mundial de semillas a través de los OGM para obtener pingües beneficios a costa de envenenarnos y envenenar el medio ambiente que estos 110 premios Nobel apoyan.
Notas
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«Do we need GM crops to feed the world?», Canadian Biotechnology Action Network, Dic-2015.
http://gmoinquiry.ca/wp-content/uploads/2015/12/do-we-need-gm-feed-world-report-E-web.pdf
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Eric Holt-Gimenez, «The world food crisis: what is behind it and what we can do», Hunger Notes, 23-Oct-2008.
http://www.worldhunger.org/holt-gimenez/
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Ibid.
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Claire Robinson, Michael Antoniou, John Fagan, «10 questions about GM foods», Earth Open Source, 2014.
http://www.gmwatch.org/files/10-Questions-about-GM-Foods.pdf
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Jack H. Heineman, Melanie Massaro, Dorien S. Coray, Sarah Zanon Agapito-Tenfen, Jiajun Dale Wen, «Sustainability and innovationin staple crop production in the US Midwest», International Journal of Agricultural Sustainability, 14-Jun-2013
http://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/14735903.2013.806408
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Colin Todhunter, «Pro-GM spin masquerading as science courtesy of ‘shameful white men of privilege», Global Research, 1-Jul-2016.
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Glenn Davis Stone, Dominic Glover, «Disembedding grain: Golden Rice, the Green Revolution, and heirloom seeds in Philippines», Agriculture and Human Values, 16-Abr-2016.
http://link.springer.com/article/10.1007/s10460-016-9696-1
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Gerry Everding, «Genetically modified Golden Rice falls short on lifesaving promises», Washington University in St Louis, 2-Jun-2016.
https://source.wustl.edu/2016/06/genetically-modified-golden-rice-falls-short-lifesaving-promises/
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