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Los otros

Fuentes: La Joven Cuba

¿Qué diríamos de un artista que no distinguiera más que los dos colores extremos en el espectro? Que es daltónico o medio ciego y que debe renunciar al pincel. ¿Qué decir de un político que no sería capaz de distinguir más que dos estados: «revolucionario» y «no revolucionario»? Que no es marxista, sino estalinista. L […]

¿Qué diríamos de un artista que no distinguiera más que los dos colores extremos en el espectro? Que es daltónico o medio ciego y que debe renunciar al pincel. ¿Qué decir de un político que no sería capaz de distinguir más que dos estados: «revolucionario» y «no revolucionario»? Que no es marxista, sino estalinista.

L Trotsky

Algunos filmes deben ser vistos exclusivamente una vez. Son aquellos que demandan cierta actitud o respuesta del espectador que, una vez lograda, nunca volverá a repetirse. Uno de los más significativos en tal sentido es Los otros, de Alejandro Amenábar, historia de terror ambientada en una enorme mansión donde una madre y sus hijos se sienten obsesionados por presencias espectrales, extraños ruidos, y pesadillas recurrentes.

Sufrimos y tememos todo el tiempo por la amenazada familia, pero… casi en los minutos finales, nos percatamos de la magistral suplantación del director: ellos son en verdad los fantasmas, las almas en pena que aterran a los habitantes de la casa. El realizador transgrede los códigos establecidos por cientos de películas del género y materializa así uno de los engaños más célebres a quienes confiadamente esperábamos que la narración cinematográfica encauzara del modo habitual.

Un escamoteo semejante ocurre actualmente en medios digitales con los temas concernientes al análisis de la realidad cubana. Sitios como La Pupila Insomne y PostCuba, tildan, con simplicidad negligente, como enemigo de la revolución a cualquiera que explicite inconformidades con la marcha del proceso, la burocracia dirigente y la dirección y velocidad de las transformaciones en la Isla.

Intelectuales comprometidos con el socialismo, prestigiosas figuras reconocidas dentro y fuera de Cuba por su obra y su actuación, son estandarizados con este concepto. No pudiendo demostrar que son amigos del imperio se intenta desacreditarlos presentándolos como enemigos de la revolución.

Una crisis no es tal hasta que los actores sociales toman conciencia de ella, y en esa misión el papel de la intelectualidad es fundamental; por esa razón se teme mucho a su influencia en la creación de estados de opinión, lo que se ha facilitado tras la ampliación del acceso a internet y como resultado de la convocatoria al debate del proyecto de Constitución.

Esta no es una táctica novedosa ni mucho menos. El término enemigo del pueblo se remonta a la época de la Revolución Francesa, pero algunos lo atribuyen erróneamente a Stalin por el abuso que hizo de él desde los años treinta del pasado siglo. Bajo esta acusación, era innecesario que los supuestos errores ideológicos de los implicados en una controversia se comprobasen, y eliminó la posibilidad de que se desarrollaran luchas ideológicas o de que alguien pudiese manifestar su punto de vista respecto a cualquier problema.

Ciertamente existe una gran diferencia entre la URSS del estalinismo y Cuba. Allí los discrepantes eran asesinados; aquí, durante mucho tiempo, fueron segregados de cualquier posibilidad de interacción pública, una especie de ostracismo que es impensable en tiempos de internet.

Parece que el término es muy maleable y puede ser usado por las personas y en los sistemas más diversos. Hace pocos días el presidente norteamericano Donald Trump acusó de «persona horrible» y «enemigo del pueblo» a un periodista de la CNN que insistía, durante una conferencia de prensa, en indagar sobre la incidencia de Rusia en las elecciones que le dieron el triunfo hace dos años.

Descompongamos el concepto. La primera palabra: enemigo, tiene múltiples significados. Algunos son: opositor, adversario, rival, opuesto, antagonista, discrepante, disconforme, contrincante… En buena lid es indudable el hecho de que quienes argumentan sus opiniones en las redes siempre se oponen o discrepan o disienten… de un estado de cosas. Será necesario entonces precisar de quién, o de quiénes, se es enemigo.

En Cuba, el concepto revolución se ha asumido como equivalente al de modelo o gobierno. Grave error de oportunismo. Las revoluciones son procesos coyunturales que se caracterizan por su corta duración, implican la toma del poder y la creación de nuevos mecanismos de gobierno. El breve período de una revolución se identifica por la desarticulación de las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales; muchas decisiones son espontáneas, carecen de tiempo para el análisis antes de la aplicación, y por ello pueden ser desorganizadas y experimentales; no puede haber, por tanto, una revolución que dure sesenta años.

Pero al identificar al gobierno, con sus aciertos y errores, como la revolución, lo que se pretende es evitar la crítica que puedan recibir de la ciudadanía. Lamentablemente, de este modo paralizan la posibilidad de retroalimentación entre el pueblo y una dirigencia cada vez más alejada de las necesidades, deseos y aspiraciones de cubanas y cubanos, sobre los que se erigen como íconos inmutables.

Acostumbrados a la pugna contra un enemigo histórico, los representantes de la ideología oficial no han sido capaces de reaccionar a la emergencia de un pensamiento crítico que, desde su propio terreno, reclama como propio un marxismo verdaderamente dialéctico, demanda un socialismo efectivamente participativo y percibe a la burocracia como un peligro más terrible que el bloqueo de EE.UU.

Es ostensible el furor que muestran los hasta hace poco únicos dueños del discurso de la nación. Perciben que su propio análisis, el que utilizaran siempre para examinar de manera crítica los problemas de otros países, también es útil para enjuiciar la realidad insular. A veces no distingo si tanta molestia es síntoma de prepotencia o de agotamiento, pues como bien aseveró Sun Tzu en El arte de la guerra, al referirse a los enviados de un jefe militar: «Si sus emisarios muestran irritación, significa que están cansados».

El general y estratega chino también nos legó este principio: «Cansa a los enemigos manteniéndolos ocupados y no dejándoles respirar. Pero antes de lograrlo, tienes que realizar previamente tu propia labor. Esa labor consiste en desarrollar un ejército fuerte, un pueblo próspero, una sociedad armoniosa y una manera ordenada de vivir».

Tienen mucho por hacer entonces, calculen bien el costo de la batalla ideológica que libran en dos frentes, pues en poco tiempo pudieran sorprender a los confiados espectadores que verán en ustedes el espectro de una ideología y en los otros a los reales habitantes de la mansión.

Fuente: http://jovencuba.com/2018/11/28/los-otros/