Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Ciudad de Gaza. Franja de Gaza ocupada (IPS). Los palestinos piden el boicot contra los productos y empresas israelíes. Pero en la Franja de Gaza -en el corazón de la ocupación israelí- es a menudo imposible para sus habitantes ser consecuentes con su propio llamado a la acción.
La moneda israelí (el shekel) es el único sistema monetario en uso, y los productos israelíes dominan los mercados claves, en particular los artículos del hogar tales como los productos lácteos y los detergentes. Aunque finalmente Israel está permitiendo la importación de los insumos necesarios para producir la mayoría de los productos a nivel local, el bloqueo que ya lleva cuatro años de duración ya se resiente y las industrias deben construir su negocio prácticamente desde cero.
«El bloqueo ya lleva mucho tiempo y hemos sido un mercado cautivo», dijo Sameh Nasr, director ejecutivo de Arjan, una empresa de bebidas de Gaza que participó este mes en la exposición industrial de la Universidad Islámica en la ciudad de Gaza. «Tenemos que educar a la gente para que pueda ‘comprar Gaza’ de nuevo».
La exposición fue el cuarto evento semejante patrocinado por la Federación Palestina de Industrias (PFI), que representa cerca de 2.000 fábricas de Gaza que están trabajando para volver a sus funciones. Además de la producción y fabricación de alimentos de origen agrícola, Gaza ha sido durante mucho tiempo conocida por sus muebles de fina artesanía.
Recientemente se ha inaugurado un nuevo hotel pequeño llamado El Museo -que debe su nombre a la colección de artefactos locales que se exhiben en el restaurante adyacente- con todas las habitaciones con muebles de fabricación local que sería la envidia de expertos amantes de la artesanía de cualquier parte.
Materiales como maderas nobles y una variedad de metales están poco a poco nuevamente disponibles a pesar de los controles fronterizos activos, aliviando las dificultades causadas a fabricantes como Yassin al-Masri -cuyo abuelo comenzó un negocio de muebles hace treinta años- y buscando entre los destruidos edificios metales trabajados con diseños ornamentales y puestos en marcos de sillas, mesas, sofás y escaleras.
Sin embargo, a pesar de que la leve relajación del bloqueo ha hecho más fácil para los empresarios -como al-Masri- fabricar sus productos, el mercado único hasta la fecha -debido a los bajos ingresos de la población- está en la «elite» de clientes como el hotel El Museo.
El segmento más grande de las fábricas de Gaza es la industria de la confección, que son entre 700 y 800 plantas de producción. También es el más afectado por el bloqueo, ya que fue el sector más dependiente de las exportaciones, todavía prohibidas por Israel.
Según Khader Shinawra, gerente del PFI de Gaza, el sector de la confección empleaba a unos 30.000 trabajadores y generaba una facturación de 8 a 10 millones de dólares mensuales antes de 2005, cuando Israel retiró a sus 8.000 colonos y comenzó a imponer un bloqueo a la Franja.
El bloqueo se hizo sentir aún más después de que Hamás tomó el control en 2007. En la actualidad sólo 2.000 empleados permanecen en el trabajo industrial, lo que representa una pérdida de 80 por ciento de las empresas alguna vez ayudaron a impulsar la economía local.
Ala Shak, que trabajó durante los últimos cinco años para la compañía de ropa Nabei al-Jawda («calidad») que lleva treinta años de funcionamiento en Gaza, mostró con orgullo los pantalones vaqueros de la empresa en la exposición comercial y explicó que ahora que el bloqueo ha levantado un poco, se pueden obtener tejidos de lugares tan lejanos como Alemania para hacer prendas de vestir de la mayor calidad.
Sin embargo, el costo de hacer negocios en Gaza sigue siendo alto, debido a las numerosas restricciones y la escasez, y Shinawra se quejó del problema de la penetración en la Franja de productos más baratos principalmente de China y Turquía, con los cuales es difícil competir.
«Es importante apoyar a nuestras empresas locales para que podamos ser independientes y preservar la gran habilidad que tiene nuestro pueblo», dijo Shak a través de un intérprete. «Pero yo sé lo difícil que es para una familia con siete u ocho hijos sobrevivir, los jeans de fabricación local tienen un precio de 60 a 100 shekels por unidad, en comparación con los importados que pueden comprar por sólo 20 o 30″.
Incluso las tradicionales prendas palestinas que cuentan con el bordado intrincado y están reconocidas como parte de la cultura local, son demasiado costosas para la mayoría de los residentes locales.
Shinawra dijo que la única manera de devolver la economía a su base sólida es que la comunidad internacional presione a Israel para que permita de nuevo las exportaciones que generen los ingresos necesarios para revitalizar el negocio.
En el caso de la agricultura, en particular las fresas y las flores, algunos gobiernos de países europeos como los Países Bajos han utilizado su poder diplomático presionando a Israel para que permita las exportaciones durante las principales temporadas del mercado. Sin embargo, dijo Shinawra, «nadie ha estado dispuesto a adoptar nuestra industria de la confección. Nadie está tratando de ayudar».
Como resultado de esta frustración, el libre comercio se ha convertido en el foco de una nueva generación de activistas, como Jihan («Jeje») Alfarra, una estudiante de literatura inglesa que centra el tema en su blog llamado «Palinoia» -una fusión de «Palestina» y «paranoia»- para expresar lo que ella percibe como miedo injustificado de la sociedad de su pueblo.
«Mucha gente está tratando de llevar ayuda a Gaza, pero en realidad no es lo que necesitamos», dijo Alfarra. «Seríamos más que capaces de cuidar de nosotros mismos si pudiéramos tener el control de nuestras propias fronteras. Gaza es grande; ¡tenemos muchos cerebros y mucho talento aquí!».
«La gente está empeñada en marcharse porque aquí no hay oportunidades ahora, y cuando llegan a otros países trabajan muy bien. Pero si pudieran quedarse aquí y tener fábricas propias, sólo tendrían que esperar para ver lo que podemos hacer».