Gustavo Veiga (12-11-57), periodista, docente universitario, autor de libros y guiones de televisión, trabaja actualmente en el diario Página/12 -Recordemos cosas que están en la mente de casi todos. Nos puede explicar brevemente qué pasó en Fukushima en 2011 -Un terremoto provocó un tsunami que a su vez paralizó a la planta nuclear de Fukushima, […]
Gustavo Veiga (12-11-57), periodista, docente universitario, autor de libros y guiones de televisión, trabaja actualmente en el diario Página/12
-Recordemos cosas que están en la mente de casi todos. Nos puede explicar brevemente qué pasó en Fukushima en 2011
-Un terremoto provocó un tsunami que a su vez paralizó a la planta nuclear de Fukushima, destruyendo todo a su paso. La falta de previsión ante fenómenos como estos hizo que la central fuera destruida por el agua. Donde debía haber un muro de contención muy superior en altura a los 6 metros – como el que tenía la planta – se provocó una tragedia que tendrá imprevisibles consecuencias por varios años. O sea, una mayor seguridad podría haber evitado ciertas consecuencias. Quedó liberada radiación al exterior, murieron ya más de 3.000 personas por consecuencias directas o indirectas del accidente.
-¿Cuál es la situación actual? ¿Está controlada? Usted ha citado recientemente unas declaraciones de Alex Kerr: «El verdadero problema es que el gobierno japonés se ha esforzado tanto en ocultar información que en este momento nadie sabe realmente lo que está pasando. Es justo decir que es un auténtico desastre y que la situación empeorará». ¿No exagera, no es un alarmista un pelín desinformado?
-Es imposible saberlo porque difieren las informaciones según cuál sea la fuente. El gobierno conservador japonés minimiza las consecuencias, no controla lo suficiente a Tepco, la empresa que administra la planta y hasta se lanzó a la aventura de organizar los Juegos Olímpicos de Tokio en 2020. Especialistas como Kerr, organizaciones ecologistas y cada vez más gente movilizada en dos continentes (Asia y América del Norte) temen enfermedades por la contaminación por radioactividad, denuncian mortandad y malformaciones en animales. Kerr no me parece un alarmista ni un desinformado. Al contrario, creo que sobre Japón (un aliado estratégico de EEUU) hay una malla de contención mediática que hizo casi desaparecer el tema de la prensa mundial. Muy diferente a lo que ocurrió en Chernobyl en 1986, ubicada en territorio de la ex Unión Soviética.
-De nuevo le cito. «La psicosis por el último desastre nuclear japonés llegó hasta las playas de Ensenada, en Baja California, México». ¿Hasta la otra parte del Pacífico? ¿Cómo se traslada?
-La psicosis es trasladable en términos relativos. Sería aún peor si se dijera toda la verdad, ya que existe una verdad a medias. Tepco suele brindar informaciones alarmantes. La última fue cuando en vísperas de nochebuena, mencionó una fuga de agua contaminada que ascendía a 1,8 toneladas.
-Según algunas fuentes oficiales, todo esto es inocuo para la población. ¿Es el caso en su opinión?
-De ninguna manera comparto esa información. Más tratándose de fuentes oficiales vinculadas al gran capital, el que defiende un proyecto nuclear de desarrollo que no tomó las medidas necesarias para poner a resguardo a la población de este tipo de accidentes.
-«La costa oeste del Pacífico, en América del Norte, suma de a poco este tipo de protestas contra la contaminación radiactiva que generaron el terremoto y tsunami del 11 de marzo de 2011» ha escrito también usted. ¿Quiénes participan en esas protestas? ¿Tienen mucho apoyo ciudadano?
-Está descrito en mis artículos. Son personas de a pie, sensibles a un tema que ya dejó miles de muertos por el camino, incluso al otro lado de las costas japonesas. Varios marinos del buque US Reagan que cooperaron en los primeros momentos del accidente para enfriar los reactores ya tienen cáncer o sufren otro tipo de consecuencias. A las pruebas y testimonios de los damnificados me remito.
-Se han detectado, señala, hasta 190 bequerelios de estroncio-90 por litro «hacia el interior de las barreras que intentan impedir filtraciones de casi mil tanques donde se almacena el líquido letal». ¿Dónde se ubica el peligro de esa cantidad de becquerelios?
-Es algo muy técnico, lo explicaría mucho mejor un especialista en energía atómica.
-Tepco ha contratado a trabajadores no cualificados para operar en Fukushima a los que, en algunos casos, no se les avisó que iban a trabajar en la zona radiactiva. ¿Por qué? ¿Cómo es que el gobierno nipón lo permitió?
-Mal puedo saber por qué el gobierno japonés lo permitió, aunque bien puedo intuirlo. Las razones hay que buscarlas en la rentabilidad a cualquier precio que siempre busca el gran capital. En este caso Tepco. La no información fidedigna a los involucrados en la zona radiactiva es repudiable.
-Da cuenta usted de que la psicosis que se vive desde Alaska hasta Baja California, en México, va en aumento. ¿Por qué? ¿Qué ha querido decir la bióloga Lanza Barrett-Lennard cuando afirmó que «algo muy raro está sucediendo»?
-No tuve contacto directo con la bióloga (es una fuente citada por otros en varios cables y portales de Internet), pero se refiere a lo que pasa con la fauna de ciertos lugares de Canadá y Alaska.
-¿Es razonable el primer ministro Abe cuando, en estas circunstancias, insiste con recuperar el modelo de desarrollo nuclear de Japón?
-Japón ha basado en buena medida su desarrollo energético en plantas como las de Fukushima. Sin ellas no se autoabastece. Hay una gran resistencia a reabrir todas, como pasaba antes de la tragedia. De hecho, tengo entendido que hasta ahora volvió a funcionar una sola, la de Oi, en la región de Kansai, la segunda región más poblada del país.
¿Conoce usted la opinión y actuaciones del gobierno norteamericano sobre lo que estamos hablando?
-A medias, y solo por la prensa internacional.
-Por cierto, ¿conoce usted el número de refugiados nucleares que ha causado hasta el momento la tragedia?
-Distintas fuentes hablan de 52 mil a 160 desplazados.
-El que era Primer Ministro japonés en el momento del terremoto, Naoto Kan, ha explicado cómo cambió su posición sobre la energía nuclear. Un paso de su reflexión: «Mi posición antes del 11 de marzo de 2011 era que mientras nos aseguráramos de que funcionaran en forma segura, las plantas nucleares podían y debían existir. Sin embargo, tras haber vivido el desastre del 11 de marzo, cambié radicalmente de opinión. Los accidentes, como un accidente de avión, pueden ocurrir. Y, a veces, cientos de personas mueren en un accidente, pero ningún otro accidente o desastre podría afectar a 50 millones de personas. Tal vez una guerra, pero no hay un accidente similar que pueda provocar tal tragedia». ¿Qué le parece su comentario?
-Me parece atinada, aunque tardía, típica de un arrepentido que antes acompañó un modelo de desarrollo basado en la energía atómica, sin medir las consecuencias ni invertir lo suficiente.
-¿Quiere añadir algo más?
-No, solo decir que los periodistas deberíamos seguir el tema con preocupación para encontrar explicaciones, aunque sean provisorias, entre tanta maraña desinformativa.
Salvador López Arnal es nieto del cenetista asesinado en mayo de 1939 -delito: «rebelión militar»-: José Arnal Cerezuela.
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