«Prefiero una España roja a una España rota», clamaba el político derechista José Calvo Sotelo en el Congreso de los Diputados. «No se puede ser a la vez Bolívar de Cataluña y Bismarck de España», le espetó el primer presidente de la II República española, Niceto Alcalá Zamora al dirigente nacionalista conservador, Francesc Cambó. La […]
«Prefiero una España roja a una España rota», clamaba el político derechista José Calvo Sotelo en el Congreso de los Diputados. «No se puede ser a la vez Bolívar de Cataluña y Bismarck de España», le espetó el primer presidente de la II República española, Niceto Alcalá Zamora al dirigente nacionalista conservador, Francesc Cambó. La idea que trasciende a estas frases es que los poderes fácticos, tanto en el estado español como en Cataluña, le tienen miedo históricamente, y también hoy, al ejercicio del derecho de autodeterminación y a una eventual independencia de Cataluña.
Así opina Jaime Pastor, profesor titular en el departamento de Ciencia Política y de la Administración de la UNED, que recientemente ha publicado «Cataluña quiere decidir. ¿Se rompe España?» (Icaria). Miembro de la redacción de la revista Viento Sur, del Instituto de Ciencia Social Crítica y del consejo editor de la revista Sin Permiso, el politólogo escribió en 2012 «Los nacionalismos, el estado español y la izquierda».
-¿Qué factores son a tu juicio los determinantes para explicar el proceso soberanista en Cataluña? ¿Por qué hay un momento en qué buena parte de partidos, organizaciones sociales y sociedad civil deciden superar el marco autonómico?
-R: Considero que existe un factor de fondo, el de la progresiva construcción de una identidad nacional catalana a lo largo de la historia que no ha encontrado un reconocimiento en condiciones de igualdad con la identidad nacional española en el marco del Estado español, a pesar del desarrollo del estado autonómico y de la descentralización político-administrativa que le ha acompañado. Esto explica el nuevo ciclo de movilizaciones que se ha desarrollado en Catalunya a partir de 2006 y que, con la sentencia del Tribunal Constitucional de julio de 2010, entra en una fase ascendente que se inicia el 10 de julio de ese año y ha tenido sus hitos significativos en las tres últimas Diadas.
Junto al factor de fondo y al relacionado con la constatación de los límites de la Constitución y del Estado autonómico, hay que añadir los efectos que la crisis económica y el proceso de recentralización político-administrativa consiguiente están teniendo en el aumento de un sentimiento de agravio de una parte de la sociedad catalana respecto al Estado central.
Ese conjunto de factores explica que pase a primer plano la reivindicación del derecho a decidir qué tipo de relación quiere tener el «demos» catalán con el Estado español y que sea ampliamente asumida por una pluralidad de fuerzas políticas, sociales y ciudadanas en general.
-¿Consideras que CIU es un partido realmente partidario del derecho a la autodeterminación o, por el contrario, trata de encabezar la pancarta y, en la medida de lo posible, echar el freno?
-R: Esa coalición ha sido uno de los pilares del «régimen del 78» y ha buscado siempre pactos con los dos grandes partidos de ámbito estatal. Con todo, hay que distinguir entre Convergència Democrática de Catalunya (CDC) y Unió Democrática (UD). En cuanto a la primera, su último intento fue un «pacto fiscal» similar al vasco y al navarro pero chocó con la negativa de Rajoy y ha sido desde entonces cuando ha optado por «cabalgar» el movimiento soberanista-independentista. Para CDC el derecho de autodeterminación ha sido siempre una reivindicación retórica pero, a la vista del creciente apoyo al derecho a decidir, ha optado por adherirse al mismo buscando siempre, como estamos viendo, una vía para no tener que saltarse la legalidad y frenar así un camino rupturista con el Estado español.
En el caso de UD, su posición ha sido y es mucho más ambigua y, como estamos viendo, está apoyando el derecho a decidir pero en realidad sigue buscando una «tercera vía» que permitiera un pacto con los dos principales partidos de ámbito estatal y contrarrestar a la opción independentista.
-¿Está haciendo la izquierda española un análisis correcto del proceso soberanista? ¿Es suficiente afirmar que CIU se embarca en el discurso del «España nos roba» para camuflar su política de recortes?
-R: Si nos referimos en términos convencionales al PSOE, es evidente que su dirección emplea esa crítica a CiU para ocultar su defensa incondicional de la Constitución del 78 y limitarse a proponer una reforma constitucional que ni siquiera incluye un reconocimiento expreso de la realidad plurinacional del Estado. Sólo José Antonio Pérez Tapias, de Izquierda Socialista, ha aparecido como firme defensor de ese reconocimiento.
En cuanto a Izquierda Unida, su defensa del derecho de autodeterminación y de la consulta aparece generalmente condicionada a la búsqueda de una vía legal para ejercerlo. Pienso que está haciendo muy poco para demostrar que en Catalunya existen fuerzas, como sus aliados ICV-EUiA, que están en contra de los recortes pero también a favor de la consulta e incluso, una parte al menos de su militancia, por la independencia.
-¿Qué peso real, cuantitativo y cualitativo, consideras que tienen las fuerzas de izquierda dentro del amplio movimiento por el «derecho a decidir»?
-R: Es difícil precisar: desde el punto de vista cuantitativo no se puede decir que sean mayoritarias pero es evidente que se encuentran mezcladas con las bases sociales de otros partidos, de los sindicatos (no olvidemos que prácticamente todos los sindicatos, incluida la CNT, están apoyando ese movimiento) y de movimientos vecinales. Puede, por tanto, aumentar su influencia a medida que se vea la necesidad de debatir no sólo sobre independencia sí o no sino también sobre qué modelo de país y de sociedad quieren construir en el futuro.
En todo caso, ICV-EUiA, las CUP, Procès Constituent y las distintas plataformas sociales y ciudadanas están también impulsando movilizaciones contra los recortes e incluso en jornadas como las Diadas han promovido iniciativas dirigidas contra símbolos del poder económico y financiero. También han denunciado abiertamente el escándalo de corrupción de la familia Pujol, algo que sin duda ha contribuido a un desgaste importante de la influencia de CDC en este movimiento transversal y plural.
-Subtitulas tu libro con una pregunta: «¿Se rompe España?». ¿Piensas que se le presenta a la izquierda una buena oportunidad para «repensar» España? Si es así, ¿Sobre qué mimbres, imaginarios y referencias?
-R: Efectivamente, en el libro sostengo que todavía estamos a tiempo de evitar el ‘choque de trenes’ y de buscar una nueva forma de relación entre Cataluña y España que conduzca a una reinvención de ambas como diferentes pero iguales. La izquierda debería apostar por una idea de España que partiera del reconocimiento efectivo en todas las esferas de la realidad plurinacional, pluricultural y plurilingüística existente dentro del territorio que abarca el Estado español y, por tanto, de la necesidad de cuestionar la concepción esencialista de la nación española vigente en la Constitución de 1978.
Esa es la primera e imprescindible condición para que se reinventara una identidad nacional española democrática y pluralista dispuesta buscar un pacto de convivencia entre iguales, ya sea federal, confederal o lo que libremente resultara de la decisión de los distintos «demoi» existentes dentro del Estado español.
Obviamente, en esa tarea se debería recuperar la memoria colectiva de aquellos momentos en la historia que podían haber facilitado esa relación de igualdad entre pueblos, así como reivindicar unos lugares de memoria (relacionados con la «defensa de Madrid» frente al franquismo durante la guerra civil, por ejemplo) y una simbología (incluida la bandera y el «Día nacional») que no tengan nada que ver, como ocurre hasta ahora, con el legado franquista.
-¿Qué peso tiene la ideología de izquierdas en las llamadas organizaciones de la «sociedad civil» que promueven el proceso soberanista, en concreto, la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural?
-R: No conozco suficientemente esas organizaciones para hacer una valoración. Sus dirigentes tienen vínculos innegables con fuerzas como ERC e incluso con CDC pero su base social es muy plural y transversal. En cualquier caso, están reclamando una demanda democrática a través de medios no violentos mediante movilizaciones cuyo grado de participación es incluso muy superior al que hemos visto en países como Escocia. También estamos comprobando que dentro de esas organizaciones, especialmente en la Asamblea Nacional Catalana, están surgiendo distintas propuestas sobre «modelos» de servicios públicos, de defensa y otros que permiten pensar que, dentro y fuera de ellas, el debate sobre qué país y qué sociedad deberían construirse en el marco de un Estado propio o independiente puede ayudar a una mayor influencia de las ideologías de izquierdas.
-¿Se abre el 9-N una de las grandes oportunidades para abrir una brecha en el Régimen del 78? ¿Las derivas autodeterminación/
-R: Tal como se presenta ahora el 9-N, una vez prohibida su celebración con todas las garantías democráticas, es difícil predecir qué grado de concreción y de participación va a tener la consulta «alegal» prevista. Probablemente, como estamos viendo, vaya seguida por unas elecciones al parlamento catalán en los primeros meses de 2015. Con todo, parece evidente que la desafección de una mayoría social catalana frente a un régimen que le niega el derecho a decidir su futuro va a seguir aumentando. En esas condiciones, está claro que supone una grieta importante en el régimen, ya que uno de sus pilares fundamentales es la preservación de la «unidad de España», identificada ésta última con la «integridad territorial» del Estado.
Sin embargo, también pueden darse frustración y divisiones en el bloque soberanista ante las distintas vías para seguir forzando al régimen a reconocer su derecho a decidir y, a la vez, luchar contra los recortes sociales desde «Madrid» y desde el gobierno de la Generalitat. Esto daría cierto margen de maniobra a Rajoy para recuperar apoyos entre una parte de su electorado a la vista de su firmeza en la defensa de la «unidad de España», sobre todo si no encuentra enfrente en el resto del Estado una amplia corriente de opinión que le exija el reconocimiento del derecho a decidir de Cataluña.
-¿Desaprovecha la izquierda el factor «nacional» como elemento catalizador con argumentos como el «internacionalismo», teniendo en cuenta el amplio respaldo electoral que tienen formaciones como Bildu o el Sinn Fein?
-R: Pienso que sí. El «internacionalismo» que utiliza la mayoría de la izquierda española para negarse o ser reticente a la firme defensa del derecho a la autodeterminación es una formulación abstracta que sirve de coartada para no cuestionar el nacionalismo de Estado con el que han identificado históricamente, por mucho que digan que no son nacionalistas. A esto me refiero en mis dos libros con mayor extensión cuando critico el «patriotismo constitucional» del PSOE o la tímida defensa del derecho a la independencia por parte de dirigentes de IU.
Esa izquierda quiere «olvidar» la tradición internacionalista que dentro del marxismo ha sabido distinguir entre el nacionalismo de la nación dominante y el de la nación dominada. No ha llegado a comprender por qué, mientras no se resuelvan conflictos como el catalán y el vasco, no dejarán de crecer fuerzas políticas independentistas que propugnan proyectos «nacional-populares» con amplio arraigo social.
-¿Crees que los poderes fácticos, españoles y catalanes, tienen miedo al «derecho a decidir?
-R: Por supuesto. No olvidemos la frase, aunque demagógica, de Calvo Sotelo: «Prefiero una España roja a una España rota». Es obvio que históricamente la oligarquía española ha hegemonizado el proceso de construcción de un Estado que, a su vez, se ha basado en un nacionalismo español cada vez más reactivo frente a los «nacionalismos periféricos» a partir, sobre todo, de 1898. No cabe para ellos la posibilidad de que los catalanes decidan si quieren o no separarse de «España».
En cuanto a la oligarquía catalana, siempre se ha movido entre el pactismo con la oligarquía española y la necesidad de contener un movimiento nacionalista que quiera ir más allá de esos límites y la desafíe también en el plano social. En mi libro recuerdo lo que Niceto Alcalá Zamora dijo a Francesc Cambò tras su experiencia fallida en el gobierno de Maura en 1918: «No se puede ser a la vez Bolívar de Cataluña y Bismark de España». Por eso hoy esa oligarquía teme el desbordamiento por ese movimiento y no sabe cómo convencer a sus representantes políticos de la necesidad de salir de la encrucijada en la que se han metido, dada la inestabilidad política que puede poner en riesgo sus propios intereses.
-Por último, ¿podrías citar referentes intelectuales y experiencias políticas en que ideologías progresistas/de izquierda y derecho a la autodeterminación/
-R: En cuanto a referentes intelectuales, tenemos en la historia a James Connolly en el caso irlandés o en el español-catalán a Joaquim Maurín y Andreu Nin, que apostaron por la articulación de derecho a la autodeterminación y la independencia y lucha por el socialismo. En la actualidad, más que de intelectuales y si nos referimos a países del «Norte» donde existen conflictos nacionales, cabe hablar de organizaciones políticas como Quebec Solidaire o el Scottish Socialist Party en Quebec y Escocia respectivamente.
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