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Los pueblos originarios y su búsqueda de una naturaleza sin dueños

Fuentes: Ecoportal.net

Los pueblos originarios de Argentina conciben a la naturaleza con parte de su ser y esencia y se niegan a adoptar la lógica de la explotación y el usufructo económico. Antes de que se conociera el término «sustentable», los indígenas convivían con su entorno sin destruirlo y hoy luchan para seguir viviendo de esa forma. […]

Los pueblos originarios de Argentina conciben a la naturaleza con parte de su ser y esencia y se niegan a adoptar la lógica de la explotación y el usufructo económico. Antes de que se conociera el término «sustentable», los indígenas convivían con su entorno sin destruirlo y hoy luchan para seguir viviendo de esa forma. Para eso se organizan fronteras adentro y afuera y denuncian atropellos de los gobiernos y las multinacionales.

En el país viven entre 450 mil y más de un millón de indígenas -según la fuente de consulta- de más de veinte etnias. Muchos permanecen en el entorno natural que los vio nacer, otros han tenido que migrar a las ciudades, en muchos casos por la creciente devastación en la que era su fuente de subsistencia e identidad, explicaron representantes de los pueblos originarios, ambientalistas y funcionarios, a RENA.

El ambiente según dos visiones contrapuestas

«Los pueblos indígenas (cualesquiera que sean) tienen una cosmovisión en la que el hombre es un ser más entre otros de la naturaleza y, en cambio, la cultura occidental es eminentemente antropocéntrica, concibe al hombre como centro de la naturaleza y su tarea es dominar todas las cosas», afirmó German Bournissen, Coordinador Nacional del Equipo Nacional de Pastoral Aborigen (ENDEPA), a RENA.

Para Bournissen, todas las tenias de Argentina tienen el mismo apego con su medio natural, especialmente aquellas que viven en las zonas rurales. «A pesar de esa unión muchos indígenas se ven forzados a migrar a las ciudades por el proceso de concentración de la tierra operado en las últimas décadas. Esta situación que fuerza a los indígenas, especialmente a los más jóvenes, al abandono de sus tierras y sus comunidades tiene enormes costos sociales y culturales para las comunidades», aseguró.

En un congreso sobre la tierra, realizado este año, los participantes definieron de este modo su relación con el entorno natural: «Los pueblos originarios somos hijos de la tierra, que para nosotros es sagrada, por eso afirmamos que no somos dueños de la tierra sino parte de ella, que no la queremos para explotarla sino para convivir con ella, para trabajar cuidando la naturaleza con un desarrollo equilibrado para el bienestar común de la humanidad».

Ese modo de concebir al suelo como un espacio religioso, un lugar de esperanza e identidad, la base y el sustrato de su cultura, fue tenido en cuenta por el Episcopado Argentino en el documento Bases de trabajo para la Pastoral Aborigen. Allí se asegura que «la violencia ejercida contra los pueblos indígenas, casi siempre estuvo ligada a la tierra. Sin la garantía de tierra no hay condición alguna de su sobrevivencia como pueblos y como etnias portadores de culturas originales».

«El aborigen sin tierra no es aborigen. Para ellos la tierra no es una simple mercancía o un bien de producción y lucro. Es como su espacio cultural, el lugar de sus mitos y su historia. Es el hábitat de vida penetrada de tradiciones y valores. Es el lugar donde reposan sus antepasados. Es la madre-tierra con quien conviven y mantienen una relación mística y religiosa», dice el documento.

Viviana Figueroa, integrante del pueblo kolla, especialista en Derechos Humanos y Derecho de los Pueblos Indígenas de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos explicó a esta agencia: «Los pueblos indígenas poseemos una cosmovisión diferente del resto de la sociedad respecto del medio natural, nos consideramos parte del medio, no estamos para dominarlo. Entre los kollas somos parte de la Pachamama, de la apacheta. Por eso es que nuestros mitos tienen que ver con el respeto a la naturaleza».

Figueroa, diplomada en Derechos Humanos y Derecho a la Educación de la Universidad de Verano (Ginebra) contó que en su etnia, el coquena (ser mítico) cuida los animales, como la vicuña y el guanaco y nadie puede matarlo por que le ocurre. «Si así sucede, esa persona romperá el equilibrio, faltará el respeto a la naturaleza y como consecuencia padecerá enfermedades incurables que lo pueden llevar incluso a la muerte. Esa es la visión que se transmite de generación en generación y nadie la pone en duda», dijo.

«Todos los pueblos indígenas de Latinoamérica tienen esa concepción, que se torna más visible en aquellos que son cazadores recolectores. Esos pueblos ven afectada su situación cuando se producen las grandes deforestaciones por el avance de la agricultura y ahí surgen los graves problemas alimentarios», amplió.

La gente de la tierra

Mapuche (nombre de la nación indígena que vive preferentemente en la Patagonia), traducido literalmente al castellano significa «Gente de la Tierra». Oskar y Natalia, integrantes del Puente de Komunicación Mapuche Avkin Pivke Mapu, explicaron, en diálogo con esta agencia: «Para nuestra cultura, ser gente de la tierra tiene múltiples sentidos. Implica, por ejemplo, considerar que cada Mapuche es un Newen, una fuerza natural, pero una fuerza más entre todas las que conforman lo que conocemos como Naturaleza».

Por ser parte de todo, el Newen de cada MapuChe está en profunda relación con, por lo menos, otro Newen. «Cada Mapuche está en relación, por ejemplo, con el Newen del agua, del viento, del águila o del choique (avestruz). Este es uno de los motivos que hacen que la relación del Mapuche con el territorio sea tan fuerte e importante, porque el territorio natural ancestral y sus fuerzas es lo que permite al Mapuche desenvolverse como tal».

Las diferencias con la concepción occidental-dijeron- son varias y muy profundas. «Pero preferimos no usar esa clasificación porque estaríamos englobando a un montón de culturas que, aunque estén dentro del territorio de lo que se considera mundo occidental, también luchan contra una concepción etnocentrista, conquistadora y colonizadora, destructiva de la vida y su diversidad. Este tipo de pensamiento es el que se encarna en el poder histórico, evangelizador y militar de la iglesia católica, los estados nacionales y los capitales económicos».

Según ellos, la diferencia más visible que tiene esa lógica con su cosmovisión es que concibe a la naturaleza como un recurso explotable del que se puede sacar rédito económico. «Nosotros no nos planteamos explotar la Mapu (Tierra) porque ella es nuestra Madre Tierra, nuestra Ñuke Mapu. Si la lastimamos estamos rompiendo un equilibrio necesario para la conservación de toda la vida».

Pero eso no implica que no utilicen los frutos que la tierra brinda o que su trabajo pueda generar. «Pero una cosa es la abundancia o el deseo de abundancia para todos y el trabajo planificado comunitariamente y otra muy distinta es el afán de poder, de lucro económico y de consumismo compulsivos que violentan los frutos de nuestra Madre».

«Esta forma de voracidad o rapacidad es lo que ha producido el desequilibrio en el que está viviendo toda la humanidad hoy por hoy. Las catástrofes ecológicas son la respuesta de la Mapu, son sus mecanismos de defensa pero esto parece no comprenderse. Por eso siguen dañándola de muerte».

Los MapuChe «no nos podemos quedar en silencio, siendo testigos del genocidio sobre nuestra Ñuke Mapu y toda su vida, todos sus Newen. Este es uno de los motivos que nos movilizan a oponernos y a luchar en contra del desembarco de las multinacionales de la minería en nuestro territorio ancestral y a solidarizamos con aquellos que, como nosotros, estén en esta lucha por la vida», explicaron.

Acusan a multinacionales azucareras como la norteamericana Seaboard Corp. «que ha usurpado tierras de hermanos originarios y hoy tiene militarizado ese territorio ancestral robado» o como la forestal Mininco «en cuyo conflicto ha sido asesinado un hermano mapuche de Gulumapu (Chile)». También a aquellas que realizan monocultivos transgénicos o monopolizan la venta de semillas como Monsanto.

«Lamentablemente, los Estados argentino y chileno han abierto puertas, ventanas y tranqueras para los capitales trasnacionales en la última vuelta de tuerca de la entrega que produce el saqueo, la violación y la destrucción del territorio y la vida», acusaron.

Se atan lazos más allá de las fronteras

Los indígenas se están organizando desde hace muchos años, pero especialmente a partir de la incorporación de sus derechos en la Constitución Nacional de 1994, dijo el Coordinador Nacional de la Pastoral Aborigen.

«Las comunidades se están comunicando entre ellas, afirmando su ser indígena que ha sido agredido durante tantos siglos, tomando conciencia de su pertenencia a un todo mayor que la comunidad, su pertenencia a un Pueblo con una cultura e idioma propio pero con una cosmovisión similar a la de otros pueblos indígenas».

«También se están comunicando con indígenas de otros países con realidades medio ambientales y culturales similares, como los indígenas del Gran Chaco Americano que hace ya varios años se están reuniendo a nivel trinacional (Argentina, Bolivia y Paraguay) para analizar problemas muy graves que los afectan, como los megaproyectos y el avance de la frontera agropecuaria que, como una nueva conquista, busca tierras para desmontar para el cultivo de soja transgénica», agregó.

Viviana Figueroa explicó que en muchas regiones del país el territorio de las comunidades ha sido contaminado y ese es un tema que preocupa mucho a los pueblos de la zona, porque su modo subsistencia está en riesgo. «Las comunidades hoy se están fortaleciendo en cuanto a la importancia del cuidado del medio natural, conociendo las herramientas legales que existen para que esa preservación sea efectiva», aseguró Figueroa.

Varias son las luchas por la protección del medio ambiente que están liderando etnias aborígenes en la vasta extensión del territorio argentino. El pueblo Mbya Guaraní de Misiones (noreste) está peleando para mantener la selva paranaense; el Kolla por la preservación de la Quebrada de Humahuaca en Jujuy y la selva de Yungas en Salta (ambas en el noroeste); el Wichí contra la destrucción de la flora y fauna de la región chaqueña ante el avance de la soja transgénica en Salta, Formosa y Chaco (noroeste y norte argentino).

Además, el pueblo Mapuche se moviliza contra la contaminación del suelo y las aguas causado por emprendimientos mineros (oro y petróleo principalmente) en la Patagonia y el Pilagá busca preservar el Bañado La Estrella de Formosa (norte) que será alterado con la construcción de una ruta, ejemplificó Germán Bournissen, de la ENDEPA.

La «sustentabilidad» ya había sido inventada

«Para construir el camino que imperiosamente necesitamos deberemos apelar no sólo a la ciencia moderna sino, indispensablemente, al conocimiento indígena y tradicional ancestral», dijo Jorge Cappato, Coordinador Nacional de la Fundación PROTEGER – Amigos de la Tierra, a RENA.

Para Cappato «la cosmovisión del futuro, si es que somos capaces de asegurar el futuro, tendrá más que ver con la mirada holística y la cosmovisión circular -sustentable- de los pueblos originarios que con la mirada sesgada y cortoplacista que está en la base de la actual cosmovisión unidireccional ?insustentable- que nos lleva a un callejón sin salida».

El directivo de la reconocida y laureada ONG, aseguró que los pueblos indígenas y las culturas preindustriales aprovechaban los recursos naturales en algunos casos durante miles de años, «ejercitaban la sustentabilidad muchísimo antes que los actuales habitantes del planeta acuñaran el término. La tecnología preindustrial era y es, en la gran mayoría de los casos, una tecnología apropiada, conocedora y respetuosa de los límites y capacidad de carga de los ecosistemas naturales».

Las civilizaciones preindustriales -continuó- perduraron decenas de siglos. «Con su ocaso, la biosfera continuó su curso y restauró sus heridas. Por el contrario nuestro modo de vida actual, edificado sobre un recurso agotable, el petróleo, se desgarra con desmesurada violencia en el intento de controlar su posesión, mientras degrada el ambiente, las tierras cultivables y el agua de consumo y trastorna -con consecuencias impredecibles pero seguramente atroces- el clima del planeta».

«Incapaz de cambiar el rumbo hacia sistemas productivos basados en tecnologías apropiadas, la civilización global nos amenaza con la herencia de dejar un planeta más apto para la vida de las cucarachas que para los seres humanos. Existe por lo tanto una urgente necesidad de cambiar el rumbo», alertó.

«Afortunadamente está la posibilidad de hacerlo a través de la tecnología socialmente apropiada, un conjunto de sistemas, métodos, materiales, herramientas, conocimientos y prácticas que, en un importante número de casos tiene sus principales antecedentes en la tecnología tradicional. Es decir las técnicas creadas por las los pueblos indígenas y las culturas tradicionales que sustentaron y en muchos casos aún sustentan la vida de mucha gente en diferentes regiones del mundo».

«No estamos proponiendo una vuelta al pasado-aclaró- Pero sí considerar seriamente que así como no todo lo nuevo por ser moderno es mejor, ni seguro, ni eficiente, ni sustentable -y por lo tanto tampoco deseable-, no todo lo viejo o ancestral es inútil e inaplicable», finalizó Cappato.

¿Hubo adelantos en los últimos años?

Para el Coordinador de ENDEPA, los pueblos indígenas han ido ganando «pequeñas batallas». Entre ellas, que el Ministerio de Ecología de Misiones postergue por un año la explotación que realizaba una empresa forestal, que en el Chaco el Instituto de Colonización frene las adjudicaciones de tierras fiscales que, en forma indiscriminada, estaba efectuando o que se frene la instalación de una mina de oro en el sur argentino.

«Pero los pueblos indígenas son muy conscientes que, hoy día, se está produciendo una nueva conquista motivada por quienes codician los recursos naturales de las tierras a las que históricamente fueron desplazados», amplió.

Según Bournissen, las respuestas de las autoridades provinciales son «parciales e insuficientes» y tanto el poder Ejecutivo como el Legislativo nacionales «no han dado ningún tipo de respuestas ante el avance incontenible de intereses económicos que pretenden las tierras tradicionalmente ocupadas por los pueblos indígenas y los recursos naturales que hay en ellas». Prueba de eso es que un proyecto de ley para evitar los desalojos de las comunidades está hoy frenado en la Comisión de Legislación General de la Cámara de Diputados de la Nación, según dijo.

Viviana Figueroa consideró los pueblos originarios viven una realidad «delicada» si se mira los resultados concretos. «Problemas que no existían antes, ahora se están convirtiendo en cosa diaria. Las autoridades locales y nacionales no cuentan con políticas públicas que sean acordes a la visión de los pueblos indígenas y su medio natural» y eso trae graves consecuencias.

Sí hubo avances en un aspecto. «Ahora los pueblos indígenas contamos con herramientas jurídicas que no teníamos antes de la cumbre de Río en 1992, pero falta mucho por hacer», aclaró.

Oskar y Natalia, de Puente de Komunicación Mapuche Avkin Pivke Mapu dijeron estar contentos por la forma en que va creciendo la conciencia entre los integrantes de su pueblo, sobre la necesidad de defenderse ejerciendo sus derechos ancestrales y territoriales.

«Vemos cómo se van nutriendo nuestros espacios tradicionales de participación que son los Trawm (Parlamentos) donde no puede ejercer control ningún mapuche a sueldo y mucho menos los Estados. Estos espacios auténticamente Mapuche son la forma de organización que se está permitiendo dar nuestro pueblo y esto, para nosotros, es un importante y grato avance».

«Paralelamente, vemos como los Estados actuales se han pintado una máscara hipócritamente progresista. Tanto Lagos (presidente chileno) como Kirchner (primer mandatario argentino) lo mismo que Pinochet (ex dictador chileno) o Menem (ex presidente argentino).

El gobierno chileno «aplica contra nuestro pueblo una ley de vanguardia fascista que fue firmada durante la dictadura militar de Augusto Pinochet. Esta ley está en consonancia con la demencia desatada con más fuerza, en los últimos años, por Estados Unidos y es la denominada Ley Antiterrorista»

«Paralelamente, mantiene militarizado con fuerzas represivas el territorio donde hay presencia de multinacionales, principalmente forestales, que están en abierto conflicto con el pueblo Mapuche. Durante el gobierno de Lagos se produjo el asesinato de nuestro peñi Alex Lemún Saavedra, un joven de 17 años, que murió a manos de un carabinero quien le disparó un balazo en la cabeza. Ese es el gobierno supuestamente socialista que tiene Chile», denunciaron.

«En cuanto a Kirchner vemos con dolor cómo mucha gente se ha dejado convencer por su imagen. No podemos dejar de señalar que gracias a él están entrando al territorio todas las multinacionales de la minería», alertaron.

Juan Ignacio Manchiola
Coordinador Nacional de ENDEPA – Boletin RENA