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Los ricos huyen del IRPF mientras los asalariados soportan ya el 77% de la solidaridad fiscal

Fuentes: El Confidencial

Casi todo el mundo lo sabe y el resto lo sospecha: las rentas del trabajo pagan más a Hacienda que las procedentes del capital o las generadas por actividades profesionales o empresariales. La novedad es que un trabajo publicado por el Instituto de Estudios Fiscales -dependiente de Hacienda- pone los puntos sobre las ies. Y […]

Casi todo el mundo lo sabe y el resto lo sospecha: las rentas del trabajo pagan más a Hacienda que las procedentes del capital o las generadas por actividades profesionales o empresariales. La novedad es que un trabajo publicado por el Instituto de Estudios Fiscales -dependiente de Hacienda- pone los puntos sobre las ies. Y lo hace hasta el extremo de que cuantifica en qué medida la solidaridad económica, entendida como la capacidad para redistribuir la renta entre los ciudadanos, recae fundamentalmente entre los asalariados por cuenta ajena afectados por una nómina mientras que, por el contrario, la aportación a la solidaridad de rentistas, profesionales y empresarios (siempre en términos de recaudación fiscal) se bate en retirada.

Los datos se refieren al periodo 1992-98, cuando estuvo vigente un IRPF que estructuralmente no ha cambiado ya que las reformas fiscales aprobadas por el Partido Popular no han afectado a la naturaleza dual del impuesto. Es decir, las rentas de trabajo tributan de forma progresiva -en función de una escala de gravamen que ahora se sitúa en un máximo del 43%- y las del capital lo hacen de forma proporcional (antes al 15% y ahora al 18%).

Pues bien, según los autores del estudio, «las rentas del trabajo personal han aumentando intensamente su contribución a la redistribución en más de 14 puntos porcentuales», alcanzando en 1998 el 76,6% de la capacidad de solidaridad del impuesto. El resto, hasta el 100%, lógicamente, lo aportaron las rentas empresariales y profesionales, pero «con participación decreciente a lo largo del periodo de casi 1,5 puntos», sostienen los autores del estudio, los profesores Luis Ayala, Jorge Onrubia y María del Carmen Rodado.

Regresividad del capital

En cuanto a las rentas del capital, su comportamiento ha sido claramente «regresivo, como señala el estudio, toda vez que su contribución «ha mostrado año tras año una importante caída» dando lugar a partir de 1995 a aportaciones negativas a la redistribución de la renta, «al operar su gravamen de forma regresiva». La conclusión que sacan los autores del estudio es que la concentración de la progresividad del IRPF descansa en las rentas del trabajo.

Para incidir en esta idea, el informe destaca que, en relación con la evolución de la contribución de cada fuente a la formación de la cuota impositiva, los resultados revelan como las rentas del trabajo han aumentado su participación, incluso por encima de su peso relativo en la renta total. Dicho en términos reales, los salarios generan casi un 82% de la cuota líquida del Impuesto sobre la Renta. Como consecuencia de ello, se ha producido «un notable desplazamiento» de las cargas fiscales, que ha sido especialmente intenso en las rentas del capital, «que prácticamente han visto reducida su contribución a un tercio en los siete años analizados».

Lo más sorprendente, con todo, es observar como la desigualdad de la renta ha aumentado «año tras año», con la excepción de 1994, debido a la recesión del año anterior. Para alcanzar esta conclusión se utiliza el índice Gini, el instrumento que mejor mide la falta de equidad de una sociedad. En una escasa del 0 al 1, se entiende que las naciones más igualitarias se acercan al valor cero, y se alejan de ese punto según aumente los desequilibrios en términos de renta. Se entiende en términos teóricos que si un país alcanza el índice 1 es que todos los ingresos están en manos de un perceptor. Desde esa perspectiva, la desigualdad de la renta después del IRPF muestra un crecimiento anual a lo largo del periodo de 0,0056 puntos de Gini para España, dice el informe.

La conclusión a la que llegan los autores es que más de las tres cuartas partes del potencial redistributivo del IRPF procede de las rentas del trabajo, lo que ha permitido absorber «el impacto negativo generado en la distribución por la creciente regresividad de las rentas del capital».