Prólogo del libro «Desde el mirador de la guerra (artículos de prensa 1937-1939)», de Antonio Machado (Dyskolo 2024)
En los primeros días de abril de 1938 el poeta Antonio Machado junto con su madre, su hermano José, la mujer de este y sus tres hijas llegaron a Barcelona procedentes de Rocafort, en Valencia, debido al comienzo de los bombardeos de la aviación franquista sobre esta ciudad. Previamente, la familia de Machado hubo de abandonar Madrid, en noviembre de 1936, acosada, como cientos de miles de personas por el cerco desplegado contra la capital por las fuerzas golpistas.
El 27 de marzo el diario La Vanguardia ya había adelantado la noticia a sus lectores: «con don Antonio Machado nos llegan un escritor y un hombre. Bienvenidos ambos», elogiando el hecho de que «don Antonio, cargado de años, de laureles y de achaques, ha renunciado a su derecho al descanso y mantiene vivo, juvenil y heroico el espíritu liberal que informó su obra y su obrar».
A su llegada a Barcelona el poeta fue recibido por el ministro de Instrucción Pública y Sanidad, Segundo Blanco González, y alojado junto a sus familiares en el Hotel Majestic Inglaterra, donde también se encontraban poetas y amigos como León Felipe, José Bergamín, el hispanista Waldo Frank y Max Aub, así como numerosos corresponsales de prensa extranjera. Al igual que muchos intelectuales y escritores comprometidos con la causa republicana Machado también sumó sus textos a las páginas de La Vanguardia, en la que ya publicaban entre otros Thomas Mann, André Malraux, Max Aub, Ramón J. Sender, María Zambrano, Manuel Altolaguirre, Carles Riba, José Bergamín, Arturo Serrano Plaja, Corpus Barga…
Desde noviembre de 1937 el director de La Vanguardia era el socialista cordobés Fernando Vázquez Ocaso, que había sido secretario de Juan Negrín, y al que cabe atribuir el acercamiento a Machado. El diario, incautado a la familia Godó tras el golpe de Estado del 18 de julio, estaba controlado por un consejo con representantes del Ayuntamiento, la Generalitat y el propio comité de empresa, y podía considerarse el portavoz oficioso del gobierno republicano en Cataluña. De las veintinueve colaboraciones del poeta andaluz publicadas por el periódico dos de ellas fueron transcripciones de sendas locuciones radiofónicas, y el primero de los artículos, «El poeta y el pueblo», del 16 de julio de 1937, corresponde al discurso que pronunció en Valencia en la clausura del II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. Hubo una columna más sobre el general Vicente Rojo que no llegaría a imprimirse pues, aunque fue entregada por el propio Machado en la madrugada del 23 de enero de 1939, el último ejemplar del diario bajo control republicano vio la luz el día 25.
Los artículos aparecidos en La Vanguardia, con escasas excepciones, se centraron en el conflicto bélico en el que estaba inmerso el país, siendo especialmente críticos con la denominada política de no intervención, preconizada por los gobiernos de Gran Bretaña y Francia. Básicamente consistía en bloquear cualquier ayuda militar que pudiera llegar al gobierno de la República española, hasta el punto de impedir la llegada de voluntarios internacionales que buscaban luchar contra el fascismo, mientras se permitía que Alemania e Italia introdujeran tropas y armamento, pues su apoyo era firme y sin restricciones al ejército franquista. Las denuncias del gobierno español ante la Sociedad de Naciones de Ginebra fueron sistemáticamente ignoradas, desentendiéndose de cualquier propuesta o resolución contra las potencias agresoras.
Tal proceder, que daba alas al fascismo gracias a la connivencia de las democracias occidentales, llevó a Machado a afirmar que «ya es voz unánime de la conciencia universal que el pacto de no intervención en España constituye una de las iniquidades más grandes que registra la historia» (3 de mayo de 1938), y a censurar a los gobernantes de Londres y París pues «contribuyen esos hombres a degradar a sus pueblos, presentándolos ante el mundo entero, desde la alta tribuna de Ginebra, como cómplices de una probada injusticia; como torpes disimuladores de una iniquidad sin ejemplo en la Historia» (22 de mayo de 1938). Ataques en los que el poeta sabía diferenciar claramente entre los gobiernos conservadores cómplices del fascismo y sus pueblos, solidarios con la causa republicana. La columna publicada el 10 de noviembre de 1938 constituye una acertada crítica a la política contemporizadora del primer ministro británico Chamberlain frente a Adolf Hitler y las dramáticas consecuencias que ello supondría para España y para Europa: «cuando sir Neville Chamberlain y su jovial compadre monsieur Daladier, dicen que se ha conseguido que la guerra de España deje de ser una amenaza para la paz de Europa, no se sabe a quién pretenden engañar, porque no hay nadie tan palurdo sobre el planeta que comulgue con esa rueda de molino. Es ahora cuando los intereses vitales de Francia y de Inglaterra han de aparecer más directamente amenazados».
Sus afilados comentarios contra la Sociedad de Naciones fueron igualmente recurrentes, y así el 27 de marzo señalaba que pese a haber sido creada «para defender la paz a todo trance, es una entidad perfectamente hueca y que carece de todo sentido», y aún peor, «es el equívoco criminal que mantienen los poderosos, armados hasta los dientes, para conservar la injusticia y acelerar la ruina de los inermes o insuficientemente armados. Cuando alguno de ellos grite: “¡Justicia!”, se le contestará con un encogimiento de hombros; y si añade: “Pedimos armas para defendernos de la iniquidad”, se le dirá cariñosamente: “Paz, hermano. Nuestra misión es asegurar la paz que tú perturbas, reducir la guerra a un mínimum en el mundo. Nosotros no daremos nunca armas a los débiles; procuraremos que los exterminen cuanto antes”». Y en otra de sus columnas explicaba: «la traducción ginebrina reza así: “Defendemos la paz como finalidad suprema, la paz todo trance y ello por el camino más corto, que es naturalmente el del exterminio de los débiles, es decir defendemos la paz para mantener el imperio de la iniquidad”».
Por supuesto, Machado era consciente del papel desempeñado por los grandes medios de prensa en manos del poder: «gran parte de la prensa, a cuyo cargo está la labor de formar la opinión, sirve a intereses de clase sin patria, cuando no a intereses fascistas, literalmente vendida al adversario. En Francia no es un secreto para nadie la cantidad que invierte Alemania en la compra de plumas mercenarias». Y apuntaba al desenlace de una guerra europea y que «el naufragio moral de las llamadas democracias del occidente europeo sería un hecho irremediable».
Durante los casi diez meses que residió en Barcelona el escritor vivió bastante aislado. Firmó algunos manifiestos pero no asistió a mítines ni a actos públicos. Tras su paso por el Hotel Majestic la familia Machado fue alojada en la torre Castanyer, un antiguo palacete requisado a María de la Consolación Vidal, marquesa de Moragas. En este retiro autoimpuesto el poeta se reunía con algunos amigos como el filósofo Joaquim Xirau, quien lo recordaría «físicamente decaído» pero con «la cabeza firme y el espíritu sano, lleno de bondad», o el escritor Luis Capdevila para quien la torre Castanyer «que en tiempos de paz debió ser elegante y confortable» con la guerra se había vuelto «inhospitalaria, adusta, repelente. Hacía frío. No funcionaba la calefacción y la luz, lívida y temblona lo hacía a intermitencias». En ese ambiente Capdevilla escribió que «don Antonio estaba desconocido, era ya irremisiblemente viejo. Tenía la faz chupada y con barba de tres o cuatro días; usaba gafas (…) iba sin corbata y vestía un viejo gabán. Andaba lentamente, arrastrando los pies».
Para algunas de sus colaboraciones Machado echó mano de su autor apócrifo Juan de Mairena, con el que en otro tiempo tejía argumentaciones de orden poético, retórico o filosófico, pero al que en el contexto de la guerra implicó con «un discurso más práctico e inmediato, más pragmático y más actual, a la vez que más ideológico y didáctico: el discurso de la paz, de la libertad, de la solidaridad y de la comprensión internacional», según explica el periodista e investigador Josep Maria Casasús.
En uno de sus escritos Machado lamentaba «no haber meditado bastante sobre política. Pertenezco a una generación que se llamó a sí misma apolítica, que cometió el grave error de no ver sino un aspecto negativo de la política, de ignorar que la política podía ser algún día una actividad esencialísima, de vida o muerte, para nuestra patria». Esa toma de conciencia radicalizó su compromiso y su discurso a medida que la situación para la República se volvía más insostenible. Reflejo de ello es su texto del 23 de julio en el que tras pedir disculpas por haberse apartado «del tema concreto que me propuse tratar: las bombas criminales sobre las ciudades abiertas», se justificaba aclarando que «escribo a la luz de una vela, en plena alarma, y son estas mismas aborrecibles bombas que están cayendo sobre nuestros techos las que me inspiran estas reflexiones».
El 28 de octubre de 1938 Barcelona amaneció con pancartas y carteles alusivos a las Brigadas Internacionales. Bajo el lema Caballeros de la libertad del mundo: ¡buen camino!, tuvo lugar un desfile de despedida a los brigadistas que aún permanecían en España. Fue el mayor acto de homenaje que recibirían antes de su partida. Un día después La Vanguardia publicó unas notas de Machado, dedicadas a estos voluntarios, en las que aseguraba que «la España verdadera que es la España fiel al Gobierno de su República nunca podrá olvidaros: en su alma llevan escritos vuestros nombres: ella sabe bien que el haber merecido vuestro auxilio, vuestra ayuda generosa y desinteresada, es uno de los más altos timbres de gloria que pueden ostentar».
En la madrugada del lunes 23 de enero de 1939, cuando la brutal ofensiva franquista se cerraba sobre Barcelona y el gobierno de la República recomendaba la evacuación, un convoy de ambulancias partió de la capital catalana con la familia Machado a bordo junto a otros intelectuales. El jueves 26, día en que cayó Barcelona, el grupo salió hacia Portbou: Antonio Machado con la salud ya muy deteriorada, su madre, con 84 años y también enferma, su hermano José, su cuñada Matea, y el escritor Corpus Barga. Llegaron agotados, tuvieron que hacer el último tramo a pie y, solo gracias a las gestiones de Barga que contaba con residencia francesa, se les permitió cruzar la frontera. Esa noche durmieron en un vagón estacionado en vía muerta de la estación de Cerbère, y al día siguiente lograron llegar en tren hasta Colliure donde el grupo encontró albergue en Hotel Bougnol-Quintana. Allí quedaron a la espera de una ayuda que nunca llegó. Antonio Machado murió el 22 de febrero, con 63 años, y su madre Ana Ruiz tres días después. De algún modo lo había dejado escrito: «Y cuando llegue el día del último viaje / y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, / me encontraréis ligero de equipaje, / casi desnudo, como los hijos de la mar».
En 2025 se cumple el 150 aniversario del nacimiento de Antonio Machado. Ediciones Dyskolo quiere sumarse a esta celebración con el presente libro que recoge los 29 artículos que el poeta publicó en La Vanguardia entre julio de 1937 y enero de 1939, a partir de los originales digitalizados y archivados en la Hemeroteca de este diario.
Desde el mirador de la guerra (artículos de prensa 1937-1939)
Antonio Machado
Colección: Escuetos
1ª edición diciembre 2024
140 páginas.
Ediciones Dyskolo