Comenzaba 1980 y asumía el poder en Estados Unidos el gobierno de Ronald Reagan. Las amenazas contra Cuba se incrementaban más de lo habitual y, a partir de los sucesos ocurridos en la embajada del Perú, las declaraciones de funcionarios y los movimientos de unidades navales de EUA en torno a la isla, ocurrían a […]
Comenzaba 1980 y asumía el poder en Estados Unidos el gobierno de Ronald Reagan.
Las amenazas contra Cuba se incrementaban más de lo habitual y, a partir de los sucesos ocurridos en la embajada del Perú, las declaraciones de funcionarios y los movimientos de unidades navales de EUA en torno a la isla, ocurrían a diario. Era preciso que Norteamérica y el mundo conocieran lo que pensaba el pueblo cubano en relación con toda esa situación, y Fidel convocó a efectuar las Marchas del Pueblo Combatiente frente a la Sección de Intereses de EE.UU. en La Habana y las principales ciudades del país.
El día 17 de mayo de ese año marcharon más de cinco millones de personas en la Isla como demostración contundente, y para que no quedaran dudas, del apoyo de los cubanos hacia la Revolución y la dirección del país.
En la mayor marcha de todas, la de la capital, participaron un millón de ciudadanos y el malecón habanero hirvió al paso del pueblo durante ocho horas y 25 minutos. La Sección de Intereses, por cuya seguridad Washington temía, fue custodiada por combatientes internacionalistas quienes, sin armas, preservaron su integridad. El desfile se efectuó sin incidentes, demostrativo de la disciplina popular.
Era la segunda ocasión en que los cubanos protagonizaban una marcha así -la primera fue frente a la embajada de Perú- y lo hicieron para protestar contra el criminal bloqueo económico impuesto al país, los vuelos espías de los SR 71 los cuales sobrevolaban descaradamente el territorio nacional y la permanencia de la ilegal Base Naval en Guantánamo.
Han pasado 30 años y los cubanos mantienen similares exigencias y la disposición de entonces frente a la política brutal impuesta por la potencia imperial del Norte. En aquella jornada a lo largo del país el pueblo demostró su disciplina, combatividad y unidad inquebrantables, y que, en su lucha contra el imperialismo, había ganado en fervor revolucionaria y conciencia política.