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Mariano Rajoy Sobredo y la Divina Providencia

Fuentes: Rebelión

El 21 de octubre de 1974 comenzó el juicio en la Audiencia de Pontevedra, con una gran expectación mediática. El tribunal estaba presidido por Mariano Rajoy Sobredo.

Sostenía la acusación pública el fiscal Cándido Conde-Pumpido Ferreiro. Uno de los abogados del caso fue José María Gil Robles, en una de sus primeras apariciones públicas tras su retorno del exilio, que puso especial interés en destacar la implicación en el caso del administrador de la sociedad, señor Nicolás Franco Bahamonde, aunque éste no había sido procesado. La sala estaba abarrotada de público, prensa, radio y televisión precisamente por la implicación en el escándalo de Nicolás, el hermanísimo.

El caso había surgido y naufragado en un mar de aceite almacenado por la Comisaría de Abastecimientos y Transportes (CAT) para satisfacer las exigencias del mercado y regular los precios. Pero la CAT carecía de instalaciones adecuadas y debía recurrir a depósitos alquilados a empresas privadas. En Vigo, esos depósitos estaban en la comarca de Guixar y la empresa encargada de su almacenamiento era Reace (Refinería del Noroeste de Aceites y Grasas, SA). Esa empresa había contratado con la CAT, entre 1966 y 1972, el almacenamiento de más de 12 millones de kilos de aceite. Estaba claro que la CAT era el único propietario de ese aceite, y un seguro dejaba a cubierto la mercancía contra cualquier eventualidad. El contrato regulaba también el procedimiento para las entregas, con la obligada anotación y el precintado de la válvula de salida.

El 25 de marzo de 1972, debido a la falta de aceite de oliva en la CAT, se comprobó que en los depósitos de la empresa Reace, situados en la estación de Guixar (Redondela) no había el aceite previsto. Los grandes depósitos no estaban llenos, como debieran estarlo, sino totalmente vacíos. El Director General de la CAT, José María Romero González, denunció en el juzgado de guardia de Vigo la desaparición de 4.036.052 kilos de aceite de oliva, por un valor de 167.615.172 pesetas.

Los libros de contabilidad de Reace habían desaparecido, como el aceite. Cuatro días más tarde, el 29 de marzo de 1972, Isidro Suárez Díaz, uno de los socios mayoritarios de Reace, fue detenido en el tren Madrid-Bilbao. El 30 de setiembre de 1972 aparecieron muertos, en un piso de su propiedad, en Sevilla, el director general de Reace, José María Romero González, junto a su mujer e hija. El juez que llevaba el caso recibió una carta en la que Romero hablaba de su suicidio, y de que tenía la conciencia tranquila por no estar involucrado en el Caso Reace. Los expertos dudaron de la autenticidad de esa carta, que no parecía, ni por su extensión ni por su tono, la de un suicida. Pero, si no era un suicidio familiar, era un asesinato múltiple. Los suicidios familiares, y aún más por quiebra o fraude, eran tan raros y exóticos que nadie daba crédito a su veracidad.

Reace había sido fundada en 1956 por Rodrigo Alonso Fariña, con el fin de dedicarse al refinado y envase de aceite. Eran socios Oswaldo Alonso Fariña, Salvador Guerrero, Eufrasio Juste y Francisco Carrión. Su sede radicaba en las cercanías de Redondela. En 1964, se incorporó al Consejo de Administración Nicolás Franco Bahamonde, hermanísimo de Francisco Franco, y también Isidro Suárez Díaz Moris.

Nicolás Franco Bahamonde, gestor del imperio empresarial de la tribu de los Franco, llegó a presidir siete grandes corporaciones industriales, como Transmediterránea y Fasa-Renault, entre otras. En 1968, Rodrigo Alonso Fariña cesó como presidente de Reace, sustituido por Isidro Suárez Díaz Moris, que apareció muerto en Vigo en “extrañas circunstancias”. Decían que a causa de una fuga de gas. También fue asesinado un taxista en extrañísimas circunstancias, igual que un empresario del sector conservero vigués; ambos debían testificar ante Rajoy. Eran asesinatos colaterales del caso Reace. A su vez, el señor Mañas, representante de los acreedores, falleció muy oportunamente de una angina de pecho. En 1970, Carlos Nogueira cesó como director de Reace, sustituido por José María Romero González.

Rodrigo Alonso Fariña, nacido en Vigo en 1915, había desempeñado, entre otros cargos, el de presidente del Real Club Celta de Vigo, hasta junio de 1973, año en el que presentó su dimisión, debido al “escándalo” de Reace. El juzgado dictó auto de procesamiento contra Rodrigo Alonso Fariña, enfermo grave del corazón, el 11 de noviembre de 1973 “por haber encontrado indicios racionales de criminalidad como presunto artífice en los hechos enjuiciados”.

El juicio se inició con el sorprendente comunicado de que se había perdido el sumario. ¡Escándalo sobre escándalo, apuntaba a un escandalísimo! Aunque había sido depositado en la Audiencia de Pontevedra, se había perdido a causa de las reformas realizadas en el edificio para ganar más espacio.

¿Qué pasó con los asesinatos o suicidios? Los muertos gozaban de una gran ventaja, dado que no podían testificar, ni acusar a nadie. Pio Cabanillas Gallas era ministro de Información y Turismo, y no estaba dispuesto a consentir que la prensa (sobre todo la prensa falangista) aireara el escándalo. ¡Escándalo que salpicaba al propio hermanísimo! Pío dictó medidas para controlar la prensa y expedientar las informaciones demasiado audaces. El método deductivo de Sherlock Holmes estaba vigilado, y bajo sospecha de subversión contra el régimen.

El presidente del Tribunal, señor Mariano Rajoy Sobredo, llevó férreamente la vista, evitando que salieran a la luz los aspectos más comprometidos de aquel gravísimo escándalo. Que había muertes por en medio, para taparlo todo. Que, además, esas muertes eran asesinatos, disimulados como suicidios. Y, sobre todo, que era evidente la plena implicación en todo el asunto de Nicolás Franco, el hermanísimo.

La causa quedó vista para sentencia el viernes 25 de octubre de 1974. ¡Qué rapidez! El común de los españoles, y la prensa extranjera, percibió que no se había investigado lo suficiente, porque no interesaba a las altas esferas del poder político. A nadie le importó investigar adónde fueron a parar las toneladas de aceite de oliva propiedad del Estado, ni porqué se hacían trasvases de aceite entre los depósitos de la CAT y los de Reace. Nadie quiso saber dónde se vendía el aceite sustraído, dónde se almacenaba y quiénes eran los dueños de las empresas que luego lo comercializaban, ni cómo se repartían las ganancias del fraude. Tampoco se investigó la incesante casualidad (quizás causalidad) de las numerosas muertes, en cadena, de personas relacionadas con el caso. Mariano Rajoy se cubrió de gloria y sesgado servicio a la tribu de los Franco.

Era evidente que esas muertes eran asesinatos maquillados como ataques al corazón, suicidios o accidentes. La única explicación racional era la intervención de los ángeles exterminadores de la Divina Providencia o la existencia de un comando de élite con carta blanca, licencia para matar y financiación estatal ilimitada. ¡Pero nadie sabía nada! Y nadie quería, ni debía, saber nada. Pese a lo manifestado en medios oficiales, relativos a una investigación exhaustiva “caiga quien caiga”, lo cierto es que a las personalidades implicadas jamás les sucedió absolutamente nada. Y del aceite de Redondela nunca jamás se volvió a tener noticia. ¿Estaban en el banquillo de los acusados todos los que debían estar? ¿Cómo se llevaba a cabo el tráfico de influencias? ¿Qué papel jugaba el hermanísimo? Sin duda, preguntas sin respuesta, porque no interesaban al régimen. Pero el caso de Nicolás Franco, que salió a la luz en 1974, no era ninguna novedad. Lo nuevo era que la corrupción de la tribu saliera a la luz y se hiciera tan evidente.

Mariano Rajoy Sobredo fue premiado por la Divina Providencia con las dificilísimas oposiciones (un notario y tres registradores de la propiedad) ganadas por cada uno de sus cuatro hijos, batiendo marcas de precocidad. Los retoños del magistrado eran cuatro genios de las oposiciones, porque genial era ganarlas con 24 años, apenas obtenido el título de Derecho, habiéndolas preparado al tiempo que aprobaba el último curso de la carreta, como hizo Mariano Rajoy Brey. Una sencilla comparación: el número uno de la promoción de Mariano Rajoy, hijo, tardó ocho años en sacar esas mismas oposiciones a Registrador de la Propiedad. Pero ya se sabe que no hay nada imposible para los ángeles de la Providencia del Todopoderoso y el atado y bien atado de Franco.

Mientras preparaba este texto, en 2018, la lectura de la prensa y los telediarios retrasaron la finalización del artículo. Me obsesionaba la constante y opresiva sensación del dejà vu y me producía extraños escalofríos y peores pesadillas. Accidentes, suicidios y anginas de pecho se encadenaban, de nuevo, de modo y forma que sólo podía tratarse, otra vez, de milagros: obra y magia de los asombrosos ángeles de la Divina Providencia.

¡Maldita memoria!

Rompí la pluma y me hice fraile: era más seguro y menos exigente…