Más CO2 es lo que parece ser que vienen pidiendo a gritos todas las empresas dedicadas al sector forestal y la cohorte de acólitos que viven de ellas. Estas multinacionales de la reforestación están manipulando en beneficio propio la certera preocupación por el cambio climático existente en la sociedad, pregonando por doquier una serie de […]
Más CO2 es lo que parece ser que vienen pidiendo a gritos todas las empresas dedicadas al sector forestal y la cohorte de acólitos que viven de ellas. Estas multinacionales de la reforestación están manipulando en beneficio propio la certera preocupación por el cambio climático existente en la sociedad, pregonando por doquier una serie de verdades a medias que no se ajustan a realidad alguna, menos cuando recientes estudios científicos serios contradicen en gran medida su versión.
Es corriente leer, escuchar o ver por muchos medios de comunicación afirmaciones sencillas y simples, que a fuerza de ser repetidas calan lentamente entre la población. Hemos de destacar por ser una de las más repetida las de este estilo: » los bosques almacenan CO2 (dióxido de carbono) mientras están en crecimiento, pero no cuando son adultos. De hecho un bosque envejecido puede emitir más CO2 por su respiración y la pudrición de su biomasa del que utiliza para la fotosíntesis»(1). Lo que nos vienen a decir es que los bosques maduros deben de explotarse, es decir talarse y ser sustituidos por cultivos forestales, para que según esta versión se pueda optimizar la captura del dióxido de carbono que venimos soltando a la atmósfera.
No contentos con esa medio verdad nos sueltan prendas del siguiente calado: «los modelos forestales tienden a mantener los montes en estadios perpetuamente juveniles porque así se incrementa su producción en madera, se defienden mejor de las enfermedades e incendios y se maximiza la captura de CO2″(2). Todo lo contrario de lo que hasta el momento se ha dicho y mantenido.
Podemos entender que estos leñadores defiendan sus monopolios, lo que ya no entendemos del todo es que los gobiernos caigan en su juego, oponiéndose a los estudios científicos más serios que hasta el momento se han realizado; así los gobiernos de Cataluña, Aragón, Navarra y por extensión al resto apoyen proyectos de confederaciones forestales y publiquen con dinero público folletos y revistas donde se pueden leer afirmaciones como estas: «Abandonado a su suerte, el bosque pirenaico envejece y su renovación resulta aún más insuficiente en aquellos lugares que son de difícil acceso. Así la contribución del bosque a la absorción de CO2, gas de efecto invernadero, y al almacenamiento de carbono se reduce considerablemente», para seguir, «abandonado a su suerte, el bosque se convierte rápidamente en impenetrable y los paisajes, tan frágiles como irremplazables, se cierran y desaparecen inexorablemente»(3), repitiendo una y otra vez la misma cantinela, y en este caso en concreto dejando claro que no hay que permitir que el monte se regenere de forma natural, pues es contraproducente para sus negocios.
Hasta nos dicen aquellos árboles que más CO2 fijan por si teníamos alguna duda. «La capacidad de los árboles varía notablemente de unas especies a otras, de tal forma que las de más rápido crecimiento son las que más carbono fijan, como por ejemplo el pino y el eucalipto»(4)
Todas estas ideas están basadas en un estudio que se realizó en los años sesentas, cuyas conclusiones sugerían que los bosques de más de 150 años tomaban tanto dióxido de carbono de la atmósfera como devolvían. Esta teoría fue muy discutida y puesta en entredicho, más cuando tan sólo estaban basadas en muestras recogidas de un solo bosque, lo que era imposible extrapolarlos a los demás.
Recientemente, durante este año 2008, varios estudios científicos, como el de la Universidad Nacional de Australia, han determinado que los bosques vírgenes almacenan un 60% más de dióxido de carbono que los cultivos forestales, además de tener la capacidad de capturar tres veces más CO2, que los «bosques de nueva creación», sin contar que almacenan durante mucho más tiempo el dióxido de carbono, todo lo contrario que ocurre en los cultivos forestales, que se explotan en un sistema de rotación, se cortan al cabo de un tiempo y se van añadiendo nuevos. Por eso, Brendan Mackey, coautor del estudio, sostiene que es muy importante mantener los bosques no explotados como están, y que el sistema de realizar plantaciones de «nuevos bosques» para neutralizar emisiones resulta poco útil, ya que no es lo mismo la cantidad neutralizada por un árbol de dos años que por uno de cincuenta o cien (5).
Hasta el presente, este descubrimiento no se había tenido en cuenta en ninguno de los estudios de los expertos del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), que no ha distinguido entre la capacidad de almacenaje de los cultivos forestales o como gustan llamar «bosques nuevos» y los bosques vírgenes o nunca explotados.
Nature (6), revista científica de renombrado prestigio, en el mes de septiembre de 2008 publicó un artículo de varios autores pertenecientes a distintas instituciones de EE UU, Bélgica, Suiza, Alemania e Inglaterra, en el que se señalaba, a igual que el estudio realizado por la Universidad Nacional de Australia, que los bosques primarios son sumideros netos de dióxido de carbono, contradiciendo las afirmaciones basadas en el estudio que se realizó durante los años 60 en un solo bosque, que sugería, como ya hemos visto, que los bosques de más de 150 años eran carbonos neutrales, es decir deficitarios en su fijación, teoría que desde hace más de 40 años vienen sosteniendo y pregonando, aún sin ser del todo cierta, los productores de madera y toda su cohorte.
El estudio que ahora publica Nature se basa en trabajos realizados en 519 parcelas del 15% de los bosques primigenios del Hemisferio Norte, constatándose que estos absorben el 10% de las emisiones globales. Estos bosques, que pueden llegar a los 800 años de antigüedad tienen un balance positivo, absorben más carbono del que emiten, por lo que es imprescindible, recalcan los autores, que se mantengan como hasta la actualidad.
Estudios como los expuestos, así como el trabajo de organizaciones ambientalistas de renombre están impidiendo que las teorías de las empresas del sector forestal se cuelen por la puerta de atrás de nuestras casas, con el único objetivo de que le diéramos vía libre a sus ansias de negocio, presentándonos tan sólo su media verdad como dogmas irrefutables. Además hemos de recordar que estas empresas tiene parte de culpa en el calentamiento global que se está produciendo en la tierra como consecuencia de «la deforestación y la degradación de los bosques son causa y resultado del cambio climático. Hasta una quinta parte de las emisiones de CO2 mundiales se debe a la tala indiscriminada de árboles» (Greenpeace.) (7).
Es importantísimo también tener en cuenta que los bosques, a diferencia de los cultivos forestales cumplen otras funciones vitales para el equilibrio de la vida en la tierra que son primordiales tener en cuenta. «Los bosques, junto con los sotobosques que les acompañan, cumplen una función de protección y conservación del espacio en el cual se asientan. Su importancia no es conmutable en términos económicos pero sí ecológicos: depura agua y aire, crea suelo y evita su erosión, mejora la fertilidad del suelo y pastos, protege los cultivos frente a plagas, regula la temperatura, aumenta la humedad relativa, preserva la diversidad y aún esconde innumerables principios medicinales. Su desaparición se hace notar enseguida: se elimina las defensas contra las heladas, se empobrece el suelo, la humedad relativa en el aire disminuye, desaparece la protección contra los vientos, la perdida de sustancias minerales se acrecienta, el agua se pierde en escorrentía al no poder filtrarse, se empobrece las comunidades vegetales y faunística, aumento del calor, se altera la cadena trófica, sin contar con el fenómeno de la erosión.» (ARBA) (8).
Demostrado científicamente, como se ha expuesto, que los bosques maduros son unos auténticos sumideros de carbono, que su importancia ecológica es vital para un equilibrio ecológico en la tierra, y cuestionadas las teorías de aquellos que afirman que los árboles jóvenes son la solución a las crecientes emisiones de CO2, los grupos conservacionistas, hemos de tener una posición clara y firme al respecto.
Hay que mantener los bosques maduros, primar la regeneración natural y ante la fiebre repobladora que le ha entrado a todos los gobiernos advertir que se mire muy bien ¿dónde y con qué especies se repuebla?, así como el objetivo de estas repoblaciones, siendo imprescindible que según y para qué se quiera repoblar, las especies a emplear han de ser autóctonas, provenientes de las parcelas a repoblar, para mantener y asegurar la riqueza de genotipos existentes en la Península.
No queremos con ello decir que no se creen cultivos forestales, somos concientes de que la madera y los productos derivados de ella son necesarios, los necesitamos, al igual que se necesita la existencia de ese sector de producción, en eso no se tiene la menor duda, pero hay maneras de producir estos bienes sin que se altere los bosques existentes o los que están en proceso de regeneración natural.
Simón Cortés es Presidente de ARBA (Asociación para la Recuperación del Bosque Autóctono)
http://www.arba-s.org/
Referencias:
(1), (2) web Bosques Naturales, ASEMFO, otras…
(3) Folleto editado por la multinacional francesa GEIE FORESPIR
(4) Carlos del Álamo.
(5) Fuente: Reuters
(6) Luyssaert, S.; Schulze, ED.; Borner, A.; Knohl, A.; Hessenmoller, D.; Law, BE.; Ciais, P.; Grace, J. (2008). Old-growth forests as global carbon sinks. Nature, 455 (7210), 213-215.
(7) WWW. Greenpeace. org
(8) Bosques Naturales o Cultivos Forestales. 2007 ARBA